En un futuro próximo pero en una fecha sin determinar, la Tierra envía una primera expedición a Marte en la nave
Envoy. Formada por 4 matrimonios de científicos de vastísima formación, se pierde el contacto con ellos tras informar que todo está en regla y en tan solo unas horas van a tomar tierra en el planeta rojo. Veinticinco años después se envía otra expedición a este planeta, esta vez constituida exclusivamente por hombres, algo que aparentemente ayudará en la convivencia y facilitará el éxito de la misión. Cuando la
Champion, que así se llama la nave, llega a Marte, se encuentra con que aún hay supervivientes de la
Envoy y además el hijo nacido de la aventura extramarital de un par de astronautas,
Valentine Michael Smith, que ha sido criado y educado por los marcianos. La expedición regresa a la Tierra con el
"hombre de Marte", que lógicamente se convierte en todo un fenómeno mediático por ser hijo adoptivo y conocedor de la misteriosa cultura marciana. Nada más llegar al planeta azul, el
Gobierno de la Federación se hace cargo de su custodia en lo que más bien parece un secuestro, pues si los tribunales deciden que la
Resolución Larkin es también válida para planetas habitados,
"el hombre de Marte" sería titular de los derechos de explotación de todo el planeta rojo. Y claro, no hay país de la Tierra que no quiera hacerse con ese pellizco aunque tenga que usar las tretas más sucias. Sin embargo,
Ben Caxton, un periodista opuesto al gobierno del
Secretario General Douglas, está dispuesto a saltarse toda la seguridad establecida para impedir el acceso del público general a
Smith y ayudarle a ejercer sus derechos como ciudadano de la
Federación, claramente violados por
Douglas y su equipo. Uno de los ligues del periodista resulta ser la enfermera
Gillian Boardman, que trabaja en el hospital donde han ingresado a
Michael nada más llegar a la Tierra.
Jill consegirá acceder a las habitaciones privadas del
"hombre de Marte" y tras una rocambolesca fuga, le trasladará a casa de
Jubal Harshaw, un excéntrico y reconocido jurista y doctor en medicina, muy entrado en años, que formará un equipo que choque para resolver los problemas de
Mike Smith y durante el camino, ayudarle a comprender y conocer más la naturaleza humana.
Forastero en tierra extraña es una extensa novela (más de 700 páginas en la edición del Círculo de Lectores) que a pesar de su planteamiento de base sobre elementos de ciencia-ficción, tiene un transfondo filosófico y sociológico de crítica a las religiones como elemento indisoluble de la naturaleza humana. El personaje de
Mike Smith permite a
Robert A. Heinlein cuestionar los diferentes credos (y en definitiva, al ser humano), centrándose especialmente en uno ideado por él, denominado
Fosterismo, que es un crisol inconcebible de diferentes elementos tomados de todas las religiones mayoritarias, a los que suma elementos capitalistas y consumistas.
"El hombre de Marte" se ha traido del planeta rojo una concepción panteísta y epicúrea de la existencia cuya máxima expresión en la Tierra descubre que es el acto sexual, algo que no existe entre los marcianos con ese significado. Despues de resolver sus problemas legales con la
Federación y aprovechando que es inmensamente rico (es heredero de jugosísimas acciones y dividendos por parte de su padre, y por otro lado de derechos de explotación de diferentes inventos basados en las teorías de su madre),
Mike y
Jill inician un peregrinaje por todos los EEUU que culminará en la creación de la
Iglesia de Todos los Mundos, un centro donde a partir del aprendizaje de la lengua marciana, todos los feligreses formarán parte de una comuna libertaria, igualitaria y poliamorosa que lógicamente, despertará el recelo de la sociedad.
No puedo negar que me han sorprendido mucho los planteamientos tan progresistas y antisistema que
Heinlein vierte en el texto. A través de su alter ego,
Jubal Harshaw, el autor no deja títere con cabeza y realiza un análisis escrupuloso del ser humano diferenciando lo que considera lacras culturales que el hombre debe padecer por vivir en sociedad (hipocresía en cuanto al sexo, celos, el matrimonio como propiedad, infidelidades, etc.) frente alternativas más coherentes con la fisiología y psicología humana. Si consideramos además la fama de reaccionario que tiene este escritor, resulta doblemente chocante el rechazo de
Heinlein a la propiedad privada y su defensa del colectivismo, el comunismo o el poliamor. Chocante por lo inesperado y por lo revolucionario de sus propuestas, de hecho se dice que este libro, publicado en 1961, fue una influencia clara del movimiento hippie. Algunos críticos y comentaristas consideran que las ideas expuestas en este libro han quedado muy desfasadas, pero yo no puedo sino opinar al contrario: las críticas de
Heinlein son tan válidas hoy como a principios de los 1960s y sus propuestas siguen siendo igual de subversivas. De hecho, vengo usando el término poliamor y sus derivados para referirme a lo que anteriormente y en este contexto se venía denominando "amor libre". Sin duda el hecho de que el concepto de poliamor haya empezado a ser discutido y tratado por medios
mainstream visibiliza y dignifica unas ideas que hasta ahora eran consideradas marginales y por tanto rechazadas mayoritariamente.
Pero no todo van a ser alabanzas. La novela no se me ha hecho nada pesada, aunque también es verdad que alguna de sus cinco partes son más entretenidas que otras. Sin embargo hay algunos tics que me han parecido muy, muy rancios y que probablemente se deben al contexto sociocultural propio del momento en que se escribió. Para empezar, el texto rebosa un machismo intolerable de principio a fin. La mujeres son siempre presentadas como inferiores a los hombres en cualesquiera de las habilidades y capacidades que nos imaginemos. Hay un paternalismo insultante y se muestra a las mujeres como unos seres encantadores pero limitados a los que el hombre debe proteger. Términos como
"princesa",
"nena",
"cabecita rizada",
"damita",
"pies bonitos" o
"chiquilla" son la forma habitual en que un personaje masculino se dirige a uno femenino. Incluso a la hora de describir la especie que habita Marte, los individuos masculinos se caracterizan con atributos positivos (enormes, inteligentes, gran actividad mental) mientras que los femeninos los reciben negativos y frívolos (rollizos, inquietos,
carentes de ningún tipo de energía mental). Con el machismo, claro, viene la homofobia. Creo que no habrá más de un par de menciones a la homosexualidad en el texto, pero resulta un tema inevitable dado el tremendo atractivo de
Michael Smith y su interés en unirse física y espiritualmente a toda la humanidad. Pues bien, a
Heinlein no le tiembla el pulso a la hora de expresar la incorrección de la conducta de esos
pobres invertidos (sic) y el total rechazo que
"el hombre de Marte" debe mostrar en caso de que alguno de ellos se le aproxime. Y para finalizar añadimos unos planteamientos antropocentristas que no se sostienen por la lógica más básica. La simple consideración de que el ser humano puede tomar posesión de un planeta habitado por otra especie inteligente (
Resolución Larkin) es escandalosa. Y la conclusión final del
"hombre de Marte" una vez que ha asimilado la esencia humana es que el universo es tremendamente pobre porque no existe el sexo entendido como una comunión fisíca y espiritual entre hombre y mujer. A mí lo que me parece pobre es la imaginación del autor, a quien sin duda le habría venido venido bien leer a
Stanisław Lem para entender que pueden existir especies y realidades que la mente humana ni siquiera es capaz de comprender dadas sus limitaciones. Aun con todo, admito que me lo he pasado bastante bien con esta lectura y que sigo pensando que hay muchos aspectos positivos en los planteamientos de
Heinlein para que el ser humano pueda vivir más en armonía con sus semejantes. Tenéis más reseñas con opiniones de lo más variado en tres de mis habituales:
Rescepto,
El sitio de Ciencia-ficción y
Un libro al día.