Thomas Pynchon es otro de esos autores mencionandos por todos lados y que para mí era un completo desconocido literariamente hablando, que por otro lado es de lo único que yo podría conocer a este señor. Para tener una primera experiencia con su prosa he optado por la técnica "menos es más", esto es, menos páginas son más fáciles de digerir si la novela no gusta, así que la elegida ha sido La Subasta del Lote 49. La acción transcurre a mediados de los 1960s en California. La protagonista es Edipa Maas, quien un día se encuentra con la no muy agradable sorpresa de ser una de las albaceas testamentarias de un ex-novio, el millonario Pierce Inverarity. Cuando Edipa empieza a ejercer sus funciones en la ciudad de San Narciso se topa con una valiosa colección de sellos que será una de las pistas que la llevarán a la misteriosa organización R.E.S.T.O.S., compañía que durante siglos ha sido una alternativa clandestina a los servicios postales oficiales. El envío de correo por este canal subrepticio parece existir en USA desde finales del XIX y en Europa desde finales del S.XVI, cuando pudo haber sido fundada por un tal Tristero, tras unas rencillas familiares originadas por la herencia del monopolio de correos en vigor en aquel entonces.
Presentada así, cualquiera diría que estamos ante una novela intriga y misterio, lo cual no es del todo falso, pero a decir verdad el único calificativo que me encaja para describirla es el de onírica. Porque solo a través de la intrincada lógica del subconsciente y del flujo de un sueño podemos darle algo de sentido a las situaciones, elementos y descripciones con que nos vamos topando. Uno tras otro y por motivos aparentemente casuales, la protagonista se encuentra con extraños personajes salidos del underground, cuyas pistas y comentarios conducen a conexiones con nuevos individuos o lugares que favorecen encontronazos con otros tipos aún más raros. Lo mismo venden armas y parafernalia nazi que regentan una librería de lance, pero lo que está claro es que todos tienen algo que aportar al misterio de R.E.S.T.O.S. y Tristero, ambos desconocidos hasta ayer mismo para Edipa, quien de repente ve pistas de su existencia a lo largo de toda la costa oeste. La continuidad del argumento se basa tanto en el azar y en sucesos probabilísticos anidados que no se sostendría en el mundo real. Al final, ni la propia protagonista ni el lector cuentan con datos suficientes para saber si hemos asistido a un complot o al resultado de una paranoia.
La verdad es que la novela es demencial y disparatada. Extraña y divertida. Muy extraña y muy entretenida, al menos para mi gusto. Yo diría que es absorbente. Si algo tiene esa falta de coherencia racional en el desarrollo es que consigue sorprender página tras página. Está además plagada de referencias coetáneas a la fecha de su publicación que abarcan desde la cultura pop a la alta cultura, pasando por la contracultura de los 1960s. Así entre los muchos personajes y situaciones que sustentan la historia tenemos a Los Paranoides, un grupo de pop que practica el surf y ha surgido en la estela de la Beatlemanía y la British Invasion. Naturalmente sus componentes fuerzan en acento británico para estar en la onda. Toda la contracultura de drogas y activismo político tan típica de la California izquierdista a mediados de los 1960s sobrevuela el texto, ya sea con constantes menciones al LSD como droga de uso terapéutico y/o recreacional, o bien satirizada a través de Mike Falopio, el lider de la Sociedad Peter el Grasiento, una organización de ultraderecha con muchos puntos en común con el marxismo. Por otro lado tiene mucho peso una obra de teatro ficticia, 'La Tragedia del Correo' de Richard Wharfinger. Se trata de un drama de venganzas que parodia clásicos como Hamlet, y es llevada al escenario por una compañía de aficionados de San Narciso, artífices también de la contracultura.
No recuerdo haber leído algo mínimamente parecido en mi vida. Sin duda estoy convencido a seguirle la pista a Pynchon. En la blogosfera abundan las reseñas de esta novela. Hay quien la considera intragable (Un Libro al Día), quien hace una defensa muy coherente de su valía (Cicutadry) y quien la homenajea con un post muy al estilo de la misma novela (El Lamento de Portnoy).
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