Recordando que hace años tomé por costumbre leer algún tomo de ciencia-ficción de la colección Libro Amigo de Bruguera durante los meses de agosto (ver reseñas del 2010, 2011, 2012 y 2013), he decidido darme una tregua en mi campaña de lectura preferente de autoras para retomar esa afición al género en pleno estío. Algo que ha venido provocado en parte por la visita a una tienda Re-Read en donde conseguí un buen puñado de clásicos descatalogados por dos duros. Así que tenéis a continuación el resumen de lo leído; como viene siendo habitual desde hace ya demasiados meses, se trata de una cosina rápida y sin mucha profundidad.
Nova Express, de William S. Burroughs. Un ejemplo más de la técnica cut-up que tanto gustaba a este autor y con la que ya me había topado en La máquina blanda. Este método de deconstrucción y destrucción de la gramática y el lenguaje hace que el texto sea bastante ininteligible la mayor parte del tiempo, las cosas como son. Ahora que momentos sublimes también los tiene, partes que brillan con luz propia y parecen saltar de las páginas después de un terremoto que se ha encargado de destrozar por completo la narración. No son muchos (al menos yo no he descubierto muchos), pero te hacen pensar que este libro, que parecía un despropósito, es mucho más que esas aparentes frases inconexas. Por otro lado calificar a esta obra de ciencia-ficción es bastante atrevido; es verdad que tiene elementos típicos del género (exoplanetas, extraterrestres, etc.), pero que nadie espere una trama reconocible.
Los oscuros años luz, de Brian W. Aldiss. El autor británico, que falleció hace ahora un año, no deja de sorprenderme. Igual escribe libros absolutamente irrelevantes (Enemigos del sistema, Criptozoico, Invernáculo), que se desmarca con este increíble alegato anti antropocentrista que no hace sino exponer las grandes miserias que caracterizan al ser humano como especie. Para ello desarrolla el primer contacto del hombre con una especie extraterrestre inteligente. El hecho de que estos seres recién descubiertos no encajen en su cuadriculada concepción de la realidad (no solo por su aspecto físico, sus hábitos o su tecnología, sino por no adaptarse a la concepción humana del término "inteligencia"), provoca el desprecio habitual del homo sapiens por el diferente, por el otro. Lo cual naturalmente lleva asociado dosis masivas de crueldad y sadismo. Maravillosa por cierto esa caracterización del planeta Tierra devastado por la superpoblación y el colapso medioambiental, así como del comportamiento del ser humano, que no contento con haber arrasado el planeta donde surgió, se dedica a destruir el resto de planetas habitables que se va encontrando por el universo. Hay tantos y tantos autodenominados científicos e intelectuales que deberían tomar nota...
Los hijos de nuestros hijos, de Clifford D. Simak. Bajo una capa muy espesa de ciencia-ficción (refugiados a través del tiempo procedentes de un futuro no demasiado lejano del que deben huir por una invasión alienígena), se oculta en realidad una novela de ficción e intriga política que nos muestra la reacción de los gobiernos de la Tierra ante una catástrofe humanitaria de características tan poco habituales. Es muy ligera, tanto en el fondo como en la forma, y además breve. No creo que pase a los anales del género por su profundidad, pero por lo menos tiene el mérito de haber descrito una forma de vida extraterrestre que parece fuente de inspiración directa para los aliens cazadores de la saga Predator.
Retorno de las estrellas, de Stanisław Lem. Esta es una de esas novelas que justifican la fama del autor polaco dentro de la ciencia-ficción. Se trata de un análisis del desfase temporal que sufren unos viajeros espaciales tras volver a la Tierra después de una misión de exploración del espacio realizada a velocidades próximas a la de la luz. Lo que para ellos han sido apenas diez años, en el planeta azul ha supuesto más de un siglo. Lem expone los conflictos entre pasado (representado por los cosmonautas) y futuro (una sociedad humana que ha evolucionado), desde un punto de vista social y psicológico. Evidentemente estamos ante un texto de maracada carga filosófica, aunque el desarrollo es muy sencillo y accesible, cosa que no suele ser habitual en su obra y que es de agradecer. Se trata de una obra que cuestiona el antropocentrismo, lo cual no extrañará a quien ya conozca a este escritor, pero hay un giro de tuerca adicional y no solo nos revela lo limitado que es el ser humano, sino que también se ponen entredicho dos de los grandes bastiones que han provocado su endiosamiento: la ciencia y el afán de progreso. Eso sí, Lem vuelve a desvariar con las descripciones del mundo futuro en la Tierra, con paisajes inefables y estructuras inconcebibles. Sin duda demuestran su imaginación, pero en realidad no aportan absolutamente nada a la trama. Aun así, se trata de otra lectura más a recomendar a esos mismos científicos e intelectuales a quienes sugería acercarse al libro de Aldiss de un poco más arriba.
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