Cuando conocemos a
Anna Sedoz es una estudiante de Biología de primer curso. Desde que se incoporó a la universidad ha destacado entre los primeros de clase por su inteligencia, esfuerzo y dedicación, que van más allá incluso de las lecturas recomendadas para ampliar conocimientos. Pasan los años y se gradúa. Entra como becaria en una empresa dedicada a problemas de fertilidad y esterilidad en humanos, donde con el beneplácito de su jefe, aprovecha para también realizar investigaciones al margen de dicha actividad. Es entonces cuando logra hacer un descubrimiento que resulta inquietante, algo que denomina el
«cromosoma Y transferido» y que a mí, a pesar de la más que evidente transcedencia que tiene en la trama, se me ha escapado en qué consiste. No sé si ha debido a mi falta de atención, a la poca claridad de las explicaciones, a fallos en la traducción o a la carencia de conocimientos en genética de mi persona. Lo mismo da, porque el resto de la historia, que por lo que he podido aguantar giraba en torno a la incorporación de la protagonista en el mundo adulto y laboral, me ha resultado insoportable a más no poder. Tanto que cuando llevaba más de un tercio del libro pero me faltaba todavía un trecho para llegar a la mitad, he dejado de leer tremendamente frustrado por el tiempo perdido. Para liberarme de un poco de esa frustración he murmurado algunos improperios entre dientes, aunque no sabría decir si el destinatario de los mismos era quien escribe estas líneas, la autora o más probablemente, la industria editorial por considerar que semejante bazofia merecía publicarse.
Una vez más, el reclamo de un premio con que
Como la vida misma fue galardonada en 2005 (el
Premio Philip K. Dick nada menos, detalle éste que se refleja
discretamente en la portada), ha tenido mucho que ver en que me decidiera a leerla. A intentar leerla más bien. Para empezar y hasta donde he aguantado, yo no he visto ningún elemento de ciencia-ficción. Quiero creer que se trata del
«cromosoma Y transferido» mencionado más arriba, pero en serio que no hay nada que lo haga sospechar. Al menos hasta el punto en que he abandonado la lectura. Lo qué sí hay son adultos jóvenes haciendo cosas estúpidas de adultos jóvenes, y otorgándose a ellos y sus acciones una importancia inexistente y patética, tal y como solo los adultos jóvenes pueden hacer. Estoy hablando aquí de primeras relaciones sexuales, consumo de drogas, la incorporación al mercado laboral, relaciones de pareja y un largo etcétera de actos a los cuales la presión social nos empuja. Es posible que a lectores en un rango de edad más próximo al de la protagonista y sus
fascinantes amigos esta narración les resulte todo lo contrario que a mí. Esto es: cautivadora, atractiva, reflejo de sus inquietudes. No lo descarto porque yo también he pasado por ahí y las novelas de
Frédéric Beigbeder me gustaban precisamente porque se limitaban a poco más que repetir una y otra vez me voy de fiesta, me meto una raya, me follo a una top model. Pero como en
Das Bücherregal quien escribe es el yo de ahora, que hace mucho tiempo que dejó la universidad y también de gustarle lo que escribe el fantoche de
Beigbeder, solo puedo decir que todo lo que he leído en este libro hasta donde he podido resistir me ha resultado una pamplina. En la forma, en el fondo. Pam-pli-na.
Me da la sensación de que estamos ante un texto en la que
Gwyneth Jones ha incoporporado vivencias propias de cuando tenía veintipocos años. Luego las ha aderezado con "cosas técnicas y científicas" de mucho empaque en el momento de su escritura (genética y clonación, todo muy final-de-milenio-post-oveja Dolly), así como con elementos de ciencia-ficción, que a sabér cuáles son, y ahí lo tenemos. Un truño más dispuesto a comerse el mercado editorial y a engañar a incautos como yo. Por cierto que la traducción tiene algunos términos que resultan hirientes.
'Mascota del profesor' en lugar de
'enchufado' por
'teacher's pet'.
'Planta araña' en lugar de
'cinta/malamadre' por
'spider plant'.
'Trenza francesa' en lugar de
'trenza de raíz' por
'French plait/braid'. En fin, para qué seguir. Si es que no hay nada, absolutamente nada que me haya gustado en esta novela.