El Asiento del Conductor es una interesante novela corta que según lo veo yo, ha debido perder el empaque que sin duda tuvo en el momento de su publicación, allá por 1970. La narración va anticipándonos a cada poco detalles futuros en forma de flash-forwards que aún a pesar de revelar por completo el final de la historia nada más comenzar, consiguen que ansiemos saber las circunstancias y los motivos que conducen al mismo. El argumento es como sigue: Lise es una turista en torno a la treintena y procedente de algún país del centro/norte de Europa que va a pasar unas vacaciones a la soleada y sureña Nápoles. La narradora tarda poco de informarnos que la protagonista será encontrada muerta cosida a puñaladas en un parque de aquella ciudad al día siguiente de llegar. Ya desde el primer capítulo asistimos perplejos al comportamiento de Lise: es terriblemente neurótica, busca llamar la atención y el conflicto, su desparpajo llega a ser ofensivo y demuestra que no es capaz de ajustarse ni reconocer las normas sociales de conducta. Tras leer unas pocas páginas todo hace sospechar que sufre algún tipo de patología psiquiátrica grave, algo que queda patente durante su deambular por la ciudad italiana.
Tanto por la técnica empleada como por la temática tan inquietante y desasosegante, no me queda más opción que reconocer el mérito del libro. Ahora bien, no puedo compartir el entusiasmo generalizado que la blogosfera manifiesta por él. Es más, me cuesta comprenderlo. Estamos en 2014, hemos sido expuestos a decenas de excelentes productos culturales que tratan la locura y emplean el flash-forward hasta la saciedad, ya sea por separado o incluso juntos, como podría ser Doce monos (1995, Terry Gilliam). Puedo entender que Repulsión (1965, Roman Polanski) rompiese esquemas por su tratamiento de la enfermedad mental cuando se estrenó en los cines. Sin embargo yo la vi hace unos pocos años y me pareció insoportable. Admito que Reservoir dogs (1992, Quentin Tarantino) fue una de las pioneras en explotar con gran éxito y habilidad el modelo narrativo de comenzar una historia mostrandonos el final argumental de la misma, para a continuación, relatarnos los sucesos que han conducido a ese cierre. Lamentablemente para mí, y digo lamentablemente porque me impidió disfrutarla como se merecía, cuando me decidí a verla ya tenía en mi haber al menos un par de films que siguiendo en mismo esquema, para mi gusto la superaban con creces: Memento (2000, Christopher Nolan) e Irreversible (2002, Gaspar Noé). Según la mayoría de reseñas que he leído, uno diría que los bloggers que las firman se han caído de un guindo y su experiencia cultural previa es una hoja en blanco, de forma que nunca se habían topado con nada mínimamente parecido a lo relatado en este libro. Ver si no las opiniones de El Síndrome de Chejov, El Placer de la Lectura o Caminando entre Libros, por dar unos pocos ejemplos. Sin embargo, a pesar de todo lo expuesto la novela no es mala en absoluto. Por lo que a mí respecta estoy convencido de volver a leer a Muriel Spark.
Como curiosidad al margen de asunto de fondo, durante la lectura no daba crédito al machismo imperante en fechas tan aparentemente recientes como finales de los 1960s, que es cuando trascurre la acción. Por lo que se narra con total naturalidad, una mujer joven que viajara sola era universalmente considerada poco más o menos una zorra en busca de su merecido. Si mal no recuerdo, hasta tres personajes secundarios se propasan con Lise, uno de los cuales intenta incluso violarla en un descampado. Me gustaría pensar que a pesar de la evidente pervivencia del machismo en la sociedad, situaciones tan calamitosas ya no se dan.
Karen Russell: Donantes de sueño
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