No creo que sea necesario señalar la gran cantidad de problemas a los que tiene que enfrentarse una persona transexual. No solo ya los trastornos psiquiátricos y psicológicos que le acompañarán toda su vida por verse obligados a vivir en un cuerpo que no les corresponde (desde el aislamiento hasta la baja autoestima, depresión, tendencias suicidas, etc.). A esto hay que sumar la terrible discriminación que sufren socialmente. En ese sentido, da la impresión de que esta escritora fue bastante afortunada, pues debido a sus orígenes familiares de clase media alta, siempre estuvo inmersa en ambientes muy permisivos/comprensivos con cuestiones de orientación sexual y/o de género (entendido como identidad cultural y psicológica del "yo" con un sexo). No quiero con ello decir que su vida fuera fácil, no creo que lo sea para ningún transexual ni siquiera hoy en dia, pero desde luego por lo que cuenta la niñez, adolescencia y juventud de James no parecen haber estado marcadas por los abusos físicos de otros colegiales, las burlas de los estudiantes, los rumores de sus compañeros de trabajo o la violencia física y verbal de desconocidos. Al contrario, la propia autora nos dice que esa feminidad que trasmitía le hacía ser especialmente querido y valorado dondequiera que estuviese, y nos pone como mejor ejemplo de ello a sus compañeros oficiales del ejército británico (sirvió en el Regimiento Nº 9 de Dragones de su Majestad al final de la II Guerra Mundial).
Quizás debido precisamente a su extracción socioeconómica y al año de nacimiento, Jan Morris resulta ser una señora con un perfil muy conservador. Nada que ver, de hecho, con lo que yo esperaba de una persona que ha tenido que superar tantos y tantos obstáculos para poder hacer algo tan rompedor como cambiar de sexo. El libro está plagado de perlas de lo más rancio donde Ms. Morris deja bien claro que es uno de los últimos productos del imperialismo británico más apolillado, heredera de la diferencia de clases más patética y del machismo más reaccionario. Sin ir más lejos, nos cuenta cómo se avergozaba cuando trabajó para The (Manchester) Guardian, pues todo el mundo le identificaba con los valores progresistas e igualitarios de dicho periódico. Todo lo contrario le sucedía cuando se presentaba como corresponsal de The Times, donde la clase y la flema típicamente británica son institución. Como hombre le gustaban los valores añejos que se suponen a este sexo (camaradería, vigor, liderazgo, dinamismo, etc.), mientras que como mujer se centran en torno a la maternidad y al papel secundario como compañera de un varón. Me sorprende leer en las primeras páginas del libro que tras hacer una revisión del mismo para actualizarlo (fue escrito originalmente en 1974), la escritora confiesa muy satisfecha que apenas ha tenido que cambiar nada, pues todo lo que escribió seguía vigente en casi su totalidad. Muy bien, aquí van algunas de sus opiniones sobre distintas cuestiones para que os hagáis una idea de su vigencia:
El papel de la mujer en la sociedad heteropatriarcal:
Hace unos años viví una temporada en la misma casa que una pareja homosexual muy unida, uno de ellos era pianista y el otro, empresario [...]. Su vínculo era tan real que cuando el pianista murió, el empresario se suicidó [...]. Un matrimonio como el suyo, tan auténtico como el que más, había terminado de manera estéril e infructífera. Y si ambos hubieran vivido hasta llegar a ancianos, me temo, su vida se habría vuelto progresivamente más estéril aún, conforme la sensación de vacío hubiera hecho mella en ellos y menoscabado su plenitud. Yo habría sido incapaz de sobrevivir a una vida así, pues mi instinto de tener hijos era muy profundo. Si no hubiera sido escritora, o artista, sin duda me habría encantado ser simple y llanamente una madre [...] (Pág. 87-88)
Descubrí que los hombres siguen prefiriendo que las mujeres estén menos informadas, menos capacitadas que ellos, que sean menos habladoras y, sin duda, mucho menos egocéntricas que ellos. Por tanto, me acustumbré a complacerlos. (Pág. 196)
A pesar de que había entrado en el mundo femenino a una edad avanzada [...], el sutil sometimiento de la mujer estaba calando en mí, y yo me iba adaptando a él igual que el resto de mujeres se han adaptado a lo largo de las generaciones. (Pág. 197)La sencillez de las upper-classes británicas,
En una ocasión escribí un artículo en el que comentaba lo que significaba el cielo [...], y expliqué que mi propia concepción del cielo consistía en ir como un bólido por los campos de Castilla con mi Rolls-Royce del momento, con la capota bajada, escuchando el concierto para violín de Mendelssohn por la radio y con mi gato abisinio a mi lado, en el asiento del copiloto. (Pág. 134)y la naturalidad para tratar con condescendencia a quienes le son extraños:
Y estoy hablando de personas inteligentes y con la cabeza centrada; no hablo de todos esos pobres náufragos que viven entre los dos sexos, los homosexuales mal encauzados, los travestidos, los exhibicionistas psicóticos, que se pasean por medio mundo como si fueran payasos con la cara pintada, dando lástima a los demás y, a menudo, haciéndose un daño tremendo a sí mismos. (Pág. 215)Una pionera de la conciencia ecológica y el respeto al planeta Tierra:
No comparto el afán ecológico que se ha puesto de moda, desconfío de la necesidad de conservar las selvas, pues acepto que el hombre y sus obras son la fuerza dominante de la naturaleza. (Pág. 133)No creo que Jan Morris sea mala persona, pero desde luego algunos de sus comentarios son de lo más desafortunados. No hace más que proyectar su propia concepción decimonónica de la vida y a mí personalmente, muchas de sus opiniones me resultan directamente insultantes. Para todo lo culta y viajada que es, sin contar las enormes dificultades que ha debido superar, no parece que la empatía o el saber ponerse en el lugar de los demás sin juzgar, sea uno de los rasgos de su carácter. ¿Qué pensará de Marie Curie o de Rosa Luxemburgo? ¿Que deberían haberse quedado en casa zurciéndo los calcetines de sus maridos y criando a sus vástagos? En resumen, estamos ante un caso claro de que el dinero no da la felicidad, pero desde luego te facilita mucho las cosas a la hora de intentar conseguirla. No he encontrado muchas reseñas de este libro, hay una en Babelia (que no enlazo porque ya sabéis que evito links a los grandes medios) y otra en el blog Escrito para...