La primera sensación que me transmitió la lectura de La conspiración contra la especie humana fue la de alivio. Un tremendo alivio al saber que no soy el único que cree que la vida no es un regalo maravilloso, y que nuestra existencia en este planeta, salvo por momentos muy puntuales, se mueve en un rango de sentimientos perniciosos que abarcan desde el tedio a la desesperación. Naturalmente Thomas Ligotti comparte grosso modo esta forma de ver las cosas. Para desarrollar su ideario toma como punto de partida el trabajo de un oscuro filósofo pesimista y antinatalista noruego llamado Peter Wessel Zapffe. Como su olvido hace sospechar, las obras de Zapffe pasaron sin pena ni gloria por el mundo académico, no digamos ya el público general. Algo que no es de extrañar, pues incluso el pesimista más convencido comprende que un individuo que para eliminar el sufrimiento del ser humano propone la extinción voluntaria de nuestra especie mediante el sencillo acto de dejar de tener hijos, no va a ser tomado demasiado en serio por la corriente mayoritaria de pensamiento. Poco importa que su razonamiento sea imbatible desde un punto de vista filosófico.
Ligotti también incluye en este ensayo a otros pensadores que se han alineado con esta forma de entender la realidad última del ser humano. Entre ellos hay nombres que son fácilmente reconocibles (Arthur Schopenhauer, Miguel de Unamuno, Friedrich Nietzsche) y otros que no tanto (Joshua Foa Dienstag, William R. Brashear). Unos y otros se encuandran sin embargo en lo que el autor norteamericano denomina pesimismo heroico: por más que todos ellos reconocen la futilidad y la inutilidad de la existencia del hombre, no pueden evitar proponer la resistencia a dicho pensamiento como única salida digna.
También se expone en este trabajo la influencia del pensamiento pesimista en cierta literatura fantástica y de terror, uno de cuyos mayores exponentes es H. P. Lovecraft. La idea de "marioneta humana" que sobrevuela todo el tomo, y con la cual se quiere demoler la idea de libre albedrío manejada por los optimistas, encaja a la perfección dentro de la obra del creador de los Mitos de Cthulhu, con esos dioses primigenios procedentes del espacio exterior que viven totalmente al margen de las preocupaciones de los seres humanos. El vacío, el infinito y la tanatofobia que tanto horror provocan en el optimista medio, suponen uno de los mayores atractivos y fuentes de inspiración para todos estos autores de literatura de terror. Pero el pesimismo no es exclusivo del género fantástico y de terror. Ahí tenemos por ejemplo a Horace McCoy, un autor sobre cuya obra, enmarcada en el realismo más crudo, se hace también una aproximación.
A pesar de que actualmente me alineo al 100% con el pesimismo filosófico (versión Zapffe, esto es, deberíamos desaparecer de la escena vía antinatalismo), he de reconocer que no siempre he sido así. Creo que fue Michel Houllebecq quien dijo en uno de sus libros poco más o menos que llegada cierta edad, la suma de recompensas que obtenemos por estar vivos queda muy por debajo de la suma de incomodidades que nos acarrea. Mi aproximación al pesimismo ha sido un poco ésa. Antes de despertar a este enfoque tampoco es que me considerase optimista, sino que simplemente no tenía las herramientas para ni tan siquiera plantearme que se puede cuestionar el mensaje oficial y ver la realidad desde otra óptica. Así pues, este libro ha supuesto para mí una suerte de epifanía pesimista. Una comunión con un pensamiento minoritario que evidentemente, en aras de mantener el statu quo global, se ha ninguneado e invisibilizado. De todas formas, no por ser pesimista, la lectura resulta fácil y agradable. Un análisis tan exhaustivo, formal y documentado del sinsentido que supone estar vivo no resulta agradable para nadie, ya compartas esa idea o no. A pesar de que hay toques de humor negro muy apropiados al tema que se trata, hay que reconocer que Ligotti resulta un poco cansino repitiendo una y otra vez las mismas ideas a lo largo del libro. De todas formas, como ya indiqué nada más al empezar el post, creo que se trata de una ensayo interesantísimo que a mí me ha servido para liberarme de esa dosis de angustia que siempre me ha provocado tener tan claro que la vida dista mucho, pero mucho, de ser un jardín de rosas.
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