Esta obra maestra de Stanislaw Lem plasma sus ideas sobre la imposibilidad de comunicación entre la especie humana y otras posibles especies inteligentes no-humanas. El razonamiento que sigue es que la existencia de estas últimas puede concebirse de formas tales que el hombre no está capacitado ni siquiera para percibir o interpretar. Desde mi punto de vista personal se trata de una aproximación al universo infinito desde una perspectiva anti-antropocentrista altamente probable, algo que el autor polaco ha sabido expresar con gran habilidad. Hay un párrafo que me ha encantado y resume perfectamente esta visión, en principio no pensaba copiarlo por pereza pero como lo he encontrado ya en la blogosfera no he podido resistirme:
[...] Nos internamos en el cosmos preparados para todo, es decir para la soledad, la lucha, la fatiga y la muerte. Evitamos decirlo, por pudor, pero en algunos momentos pensamos muy bien de nosotros mismos. Y sin embargo, bien mirado, nuestro fervor es puro camelo. No queremos conquistar el cosmos, sólo queremos extender la Tierra hasta los lindes del cosmos. Para nosotros tal planeta es árido como el Sahara, tal otro glacial como el Polo Norte, un tercero lujurioso como la Amazonia. Somos humanitarios y caballerescos, no queremos someter a otras razas, queremos simplemente transmitirles nuestros valores y apoderarnos en cambio de un patrimonio ajeno. Nos consideramos los caballeros del Santo Contacto. Es otra mentira. No tenemos necesidad de otros mundos. Lo que necesitamos son espejos. Un solo mundo, nuestro mundo, nos basta, pero no nos gusta cómo es. Buscamos una imagen ideal de nuestro propio mundo; partimos en busca de un planeta, de una civilización superior a la nuestra, pero desarrollada de acuerdo con un prototipo: nuestro pasado primitivo. Por otra parte, hay en nosotros algo que rechazamos; nos defendemos contra eso, y sin embargo subsiste, pues no dejamos la Tierra en un estado de prístina inocencia, no es sólo una estatua del Hombre-Héroe la que parte en vuelo. Nos posamos aquí tal como somos en realidad, y cuando la página se vuelve y nos revela otra realidad, esa parte que preferimos pasar en silencio, ya no estamos de acuerdo.El tono de toda la narración es terriblemente sombrío. Los fracasos contínuos tras más de un siglo intentando establecer contacto con el planeta-entidad Solaris impregnan el ambiente de derrotismo y frustración. Cientos de teorías, kilómetros de enciclopedias solaristas, hipótesis descartadas en el pasado que son retomadas lustros después pretenden interpretar al planeta-océano, aunque la única realidad es que aún ninguna explicación ha podido ser contrastada. Los tres investigadores sufren además la soledad y el aislamiento en la estación de observación, los ciclos solares alternos entre la estrella roja y la estrella azul que rigen la órbita del planeta-organismo consiguen transmitir la ansiedad de encontrarnos én un entorno desconocido a miles de millones de kilómetros de la Tierra.
Y por supuesto está el enigma de las recreaciones humanas generadas por Solaris tras explorar los traumas psicológicos de cada científico, ¿qué pretende Solaris con estos seres modelados en base a recuerdos? ¿Son un experimento, una forma de establecer contacto, un mecanismo de defensa? Solo llegamos a conocer de primera mano a Harey, la réplica de la antigua esposa de Kelvin, el psicólogo protagonista. Resulta imposible no empatizar con ella y sufrir la angustia que padece al tomar conciencia del porqué de su existencia. Sin embargo no llegamos a saber nada de las réplicas que atormentan a los otros dos habitantes de la estación orbital: Snaut y Sartorius. ¿Quiénes son? ¿Por qué se empeñan en mantenerlos ocultos a Kelvin? ¿Qué infierno ha generado Solaris para ellos?
Resumiendo, una inquietante novela llena de incontables e interesantísimos aspectos psicológicos, filosóficos y científicos, todo ello inmerso en una adictiva y misteriosa trama de ciencia ficción. A fecha de hoy encabeza sin duda mi top 10 del género.
En Bibliopolis hay una reseña fantástica por parte de un redactor que se ha quedado tan impresionado con esta lectura como yo mismo. Para variar, creo además que es la primera crítica que leo en esta web que no está repleta de mala baba condescendiente, lo que ya de por sí ya me parece un logro. En el Sitio de Ciencia-Ficción hay una crítica doble que también confirma la maestría del relato. Curiosamente el primer link que me ha devuelto Google cuando he hecho una búsqueda de comentarios sobre Solaris recoge una crítica negativa, la verdad es que es tan infame y está tan mal escrita que he preferido no enlazarla.