No tenía intención de hacer una reseña sobre esta novela, sino que iba a ir al resumen que subiré a mediados de mayo. Pero la experiencia de su lectura me ha superado, así que no lo he podido evitar. Para empezar y debido al laísmo omnipresente a lo largo y ancho de las 500 y pico páginas del libro, más que Malena la protagonista debería llamarse Malana. ¿Es que este libro no lo ha revisado nadie en Tusquets? ¿Ni siquiera en alguna de las numerosas reediciones que ha tenido? ¿O tal vez el editor/corrector también es laísta y no ha percibido este vulgarismo tan extendido por la zona central de España? Pues anda que no han tenido oportunidades, veamos:
regañandola (pág. 133), la costara trabajo (pág. 157), mirarla el culo (pág. 331), no la deparaban ningún beneficio (pág. 357), la pusieron suero (pág. 418), para decirla que (pág. 446), la tomábamos el pelo (pág. 469).Y un larguísimo etcétera que como comprenderéis no he tenido paciencia de anotar. Cuando leo un libro lo último que espero es que esté plagado de errores, ya sean faltas de ortografía o incorrecciones gramaticales del calibre del laísmo. Así que claro, nada más ver el primero ya empecé a predisponerme en contra. Pero sigamos repartiendo estopa porque la cosa no se queda aquí. También tenemos los flashbacks eternos.
Todo el libro se articula en torno a flashbacks. Almudena Grandes empieza cada bloque narrativo (no hay capítulos aunque el libro se divide en cuatro partes), relatando un acontecimiento cualquiera de la vida de la protagonista. Algo que le da pie a contarnos mil y una historias que están relacionadas, o no tanto, con el suceso en sí. Unas llevan a otras y estas últimas a otras posteriores, que tras enlazarse y anidarse durante páginas y páginas con mil cosas diferentes (la familia, su gran amor, el cultivo de tabaco en Extremadura, los ligues de una noche, la matanza del cerdo, la maternidad, la rebeldía juvenil, una fiesta en un chalet de Cercedilla, las drogas, matrimonio vs. divorcio, la exquisitez de comer casquería, bla, bla), terminan cerrando el suceso incial. El cual habíamos olvidado, por supuesto. Y luego está esa manía de darnos cuarenta símiles/comparaciones/metáforas de cada idea que quiere expresar. ¿Esto es para que veamos lo creativa que es? ¿La incontenible riqueza de su verbo? ¿O es que la editorial le (la) pagaba por kilos y cuantás más páginas entregara, mayor el adelanto? Lo siento pero esto es tratar al lector por idiota. Recortando el número de símiles a la mitad todavía serían demasiados, porque con que incluyas uno que encaje basta, pero al menos nos ahorraríamos un tercio del libro.
Malena nació en 1960, el mismo año que la autora madrileña, así que no resultaría nada extraño pensar que hay mucho suyo en el personaje. En todo caso la voz con que ha dotado a la narradora es bastante insoportable. Es pedante, fatigosa, sabionda, egocéntrica, dispersa y vulgar. Muy vulgar. Lo mismo te habla de la Guerra Civil Española que relata el placer que le provoca praticar una felación. Todo ello con un registro de lo más barriobajero. Todo el rato me lo follé, me lo follaba, me lo follaría, follar, follar y follar. ¡Cojonudo! Un picha brava. ¡Qué coño! Lo curioso del caso es que en las ocasiones en que la historia le cede el protagonismo a otros personajes (su abuela paterna, dos señoras de pueblo que nos dan detalles de la vida de su abuelo materno), el resgistro cambia completamente. Aunque hayan salido de la misma mano, parece que estas secciones están escritas por una persona diferente. Las voces de estos otros personajes resultan creíbles y te transportan a los hechos que narran. Son veraces y están bien trabajadas. Es decir, Grandes es capaz de escribir bien. Pero por desgracia no hay muchos momentos de esta clase, y nos vemos obligados a aguantar el tono equivocado que transmite Malena todo el rato, quien pretende tomar poder desde su posición de mujer libre e independiente reproduciendo los patrones zafios del machismo. A lo que se suma esa falsa seguridad de los treintañeros que se van a comer el mundo por creerse en el centro de la modernidad madrileña a finales de los 1980s-principios de los 1990s. Que esa es otra. Antón Martín, Lista, Usera o Martinez Campos. Como si todos los lectores potenciales de la novela tuvieran que conocerse los barrios y calles de Madrid. Si esto lo hace por establecer un vínculo cercano con el lector, a mí lo único que me provoca es bochorno.
No sabría decir si estamos ante una Bildungsroman, un documento de la historia reciente de España con apuntes etnográficos, un despropósito o más bien todo eso a la vez. Entiendo que despertara interés y tuviera mucho éxito en el momento de ser publicado (1994). Pero tiene tantas intenciones y personajes sin sustancia que no hay por dónde cogerla. Quien mucho abarca poco aprieta, que dice el refranero. Además todo su ánimo provocador ha quedado terriblemente desfasado. El enfoque que da a temas controvertidos (homosexualidad masculina y femenina, drogas, aborto, sexo casual, inmigración, etc.), que por otro lado están metidos con calzador en la mayoría de los casos, suena antiguo a más no poder. Menos mal que sólo pagué dos euros por ella, aunque para la utilidad que han tenido podría haberlos tirado a una alcantarilla. Lo único bueno de la experiencia es que va a ser la última con esta autora. Bye, bye, Almudena. Para loas y alabanzas os sugiero A tientas, Cuéntate la vida y Crítica literaria y otros escritos.