John Beaver tiene unos 25 años y muy poca proyección en el Londres de principios de los 1930s. Desempleado, vive con su madre, que tiene una tienda de decoración y además se dedica a la gestión inmobiliaria, así que su asignación semanal no le da para relacionarse de igual a igual con sus pares en lo social. Aun así, lo intenta sin descanso y sin que el sutil desprecio con que suelen tratarle le importe demasiado. Un día cualquiera coincide con Tony Last en un club. Éste le invita a pasar un fin de semana en su casa, una mansión familiar enorme en el campo de la que se siente muy orgulloso. En realidad lo hizo por quitárselo de encima y porque no pensaba que fuese a aceptar. Pero John no desaprovecha la oportunidad de medrar, y una vez en Hetton Abbey, es Brenda, la esposa de Tony, quien ejerce como perfecta anfitriona. Tiene poco más de treinta años y lleva ya unos cinco años casada. Retirada durante todo ese tiempo en el campo, echa mucho de menos la vida londinense, por lo que iniciará una relación con John simplemente porque el joven es bastante dócil y conveniente para sus planes en la ciudad.
En Un puñado de polvo asistimos a un retrato despiadado de la sociedad inglesa. Evelyn Waugh sitúa a la clase más acomodada en el punto de mira. Sus miembros no solo muestran una frivolidad y una hipocresía insultante, sino que además se aprovechan los unos de los otros sin ningún miramiento. Condescendencia, arrogancia y falta de escrúpulos son las características de los personajes que pululan por esta obra, caracterizados a la perfección por el autor londinense. El cinismo del que hacen gala solo es comparable a su egoismo y a la indiferencia que les provocan los sentimientos de los demás. Todos los párrafos y todas las frases rezuman la por desgracia habitual prepotencia y superioridad con que los ingleses se tratan entre sí y por extensión, a todo el mundo. Por más repugnante que nos parezca, no queda otra opción que maravillarse ante una instantánea tan certera de una realidad tan nauseabunda. Más aún porque proviene de un escritor de su misma nacionalidad.
La primera parte es una sátira social en la que Waugh no deja títere con cabeza. El autor se limita a exponer las bajezas de los personajes y sus comportamientos despreciables con la intención de que seamos nosotros mismos quienes extraigamos conclusiones. Abundan aquí los ejemplos de un humor negro que llega a asombrar por su falta de consideración hacia el objeto de las burlas, pero que sin embargo encajan a la perfección en el perfil de los personajes por cuya boca se expresan. A raíz de un acontecimiento trágico que sucede muy cerca del ecuador del texto, las caretas se caen y la novela se transforma en un drama que hacia el final solo cabe calificar de perverso. No voy a negar que me ha sorprendido la crueldad con que Waugh ha sido capaz de tratar a algunos personajes. La guinda del pastel es un soberbio acto de indiferencia cósmica por el cual el dios/autor lleva a concluir la narración de forma terriblemente amarga, ignorando cualquier posibilidad de redención o justicia. La novela es magnífica, una joya de cabo a rabo, con una prosa sin tacha que consigue que la lectura sea un placer. Pero si este título va de cabeza a mi top ten de 2021 es por haber optado por un cierre tan doloroso y enfermizo.
Fuera de temporada
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