El protagonista de Los Nombres, James Axton, es un analista de riesgos estadounidense que trabaja en la sucursal de Atenas de una oscura consultora. Separado de su mujer y con un hijo, ella colabora como voluntaria en una excavación arqueológica en una isla griega. La acción transcurre a finales de los 1970s, durante una época especialmente complicada para la expansión de los intereses norteamericanos en Oriente Medio, Asia y África: Siria, Irak, Afganistán, Zaire, Líbano, Sudán y mucho otros países de esas zonas cuya estabilidad política y económica Axton debe evaluar, empiezan a mostrarse opuestos cuando no claramente hostiles a los EEUU. El círculo de conocidos y amigos del protagonista lo componen principalmente altos cargos de la banca internacional y profesionales de la energía, todos los cuales operan también en las zonas mencionadas. Mientras James está pasando unos días visitando a su mujer y su hijo nos enteramos de que se ha producido un asesinato de tintes rituales en dicha isla. Todo parece apuntar a que lo ha perpetrado una extraña secta compuesta por unos pocos europeos que habitan en unas cuevas aisladas y que están extrañamente obsesionados por las palabras, los alfabetos y las lenguas. Este dato es revelado por Owen Brademas, jefe de la excavación y erudito políglota interesado en el análisis y estudio epigráfico de inscripciones en idiomas antiguos. Tanto Jim como Owen establecen un extraño e intenso vínculo tanto con los asesinatos rituales (se han documentado varios en los últimos años), como con esta misteriosa secta. Se dedican a viajar persiguiéndolos y tratando de dar con ellos, el primero aprovechando sus viajes de negocios y el segundo buscando nuevos proyectos de investigación que ofrecer a las universidades americanas.
Don DeLillo trae distintos temas a consideración en esta historia pero en mi opinión, ninguno se trata con suficiente intensidad y/o profundidad, con lo que no consigue despertar verdadero interés. La trama se construye sobre las relaciones personales, la intriga política (desde una perspectiva de historia contemporánea que me resulta muy atractiva porque mantengo vagos recuerdos de la actualidad de esos años) y aspectos filosóficos relacionados con el lenguaje como ente que moldea la realidad en que vivimos. Sin embargo la narración da tumbos de un lado a otro todo el rato. Los elementos de thriller político se incorporan tan sutilmente que cuando los expone a las claras dan la impresión de estar metidos con calzador. Quizás lo que mejor se toca son las relaciones de Axton con su entorno familiar y de amigos, pero cuando parece que va a ir más allá las deja de lado y empieza a divagar con el lenguaje, exponiendo teorías con bastante vaguedad que por otro lado, no dicen gran cosa. Dispersión, falta de cohesión, ir de aquí para allá como un pollo sin cabeza. La sensación final que me ha dejado el libro se resume a la perfección tirando de refranero: quien mucho abarca poco aprieta. En definitiva, una novela para olvidar que no se parece en nada a Ruído de Fondo.
En el apartado de otras reseñas, tengo a mi lado en el cuadrilátero a Estandarte ('lean a DeLillo. [...] Pero no empiecen por aquí') y en la otra esquina a Lectura y Locura, a quien no va a costar gran esfuerzo derrotar a juzgar por cómo su crítica se va por los cerros de Úbeda para evitar decir algo negativo del autor. Lo cierto es que casi todas las reseñas que he curioseado por la blogosfera son un poco así.
Poe. Cuentos completos. Edición comentada
Hace 22 minutos