24 mar 2019

Todos nuestros ayeres - Natalia Ginzburg

Estamos en una ciudad italiana de provincias próxima a Turín en los años previos a la II Guerra Mundial. Anna es una niña de unos diez años de edad cuando comienza Todos nuestros ayeres. Su padre es un antifascista obligado a vivir bajo la dictadura de Benito Mussolini. Trasmitirá su ideario progresista y de izquierdas a todos sus hijos, en especial al primogénito, Ippolito, quien pronto se interesará por la política junto con un par de muchachos de su edad: Emanuele, hijo de una familia burguesa vecina; Danilo, un ex-novio de su hermana Concettina. Las redes familiares y de amistad que se establecen entre unos y otros nos permitirán componer un cuadro de lo sucedido en Italia en aquellos tiempos tan convulsos y terribles. Y será Anna quien centrará toda la vision de los acontecimientos.

Hacía mucho que no leía una novela tan emotiva y tan bien escrita. En realidad, Natalia Ginzburg hace poco más que limitarse a narrar sin pausa, pero sin prisa, y con una habilidad pasmosa, unos serie de hechos que se van desplegando como una malla al involucrar a un buen número de personajes. Toda la narración tiene un aire a cuento clásico, yo diría que sin diálogos (no podría jurarlo, pero para mí que no hay), de tal forma que las pocas conversaciones que aparecen se integran en el texto como citas entrecomilladas en estilo directo. El hecho de que el narrador sea en tercera persona hace difícil advertir que en realidad, todo se desarrolla en torno a la figura de Anna. Esto es así hasta bien entrados en contexto, pues en los primeros capítulos se presentan tantos personajes que resulta complicado advertirlo.

El libro se divide en los partes, la primera transcurre en la casa familiar en el norte y en la segunda nos trasladamos a un pueblín del sur de Italia, de donde es natural Cenzo Rena, un antiguo amigo del padre de Anna con quien ella contraerá matrimonio con tan solo 16 años de edad. Si en la primera parte la autora italiana hace una denuncia demoledora del fascismo como concepto, en la segunda incluye además a una sociedad que imponía unas terribles condiciones al pueblo llano y los campesinos: pobreza extrema, enfermedad y muerte, incultura y analfabetismo. Los personajes están caracterizados con una sabiduría asombrosa. A pesar de la crítica frontal al totalitarismo fascista que realiza, Ginzburg nos deja muy claro que en cuestiones morales todos nos movemos en un rango de grises, excluyendo las visiones polarizadas de blanco o negro a las que es tan fácil llegar cuando se tratan estos temas. Que una mujer cuyo marido fue torturado hasta la muerte por antifascista tenga la entereza y el valor de afirmar algo así, nos habla de su grandeza como persona. Que de una manera u otra, es la que logra transmitir a todos los personajes del libro. En fin, una verdadera maravilla, no se me ocurre otra cosa que decir. Tenéis más reseñas en Devoradora de libros (excelente, completísima), El blog de fábula y El pájaro verde.

20 mar 2019

Sin City. Ese cobarde bastardo - Frank Miller

Debido a la exactitud, concreción y brevedad del resumen editorial que aparece en la web de Norma Editorial, hoy resulta más adecuado que nunca copiarla para dar una pincelada de la trama de Sin City. Ese cobarde bastardo y dedicar el tiempo que me ahorro a asuntos de otra índole.
Al detective John Hartigan le falta una hora para jubilarse cuando lo arriesga todo para cumplir con su deber: salvar a Nancy Callahan, una niña de once años, y detener a un loco homicida hijo del corrupto y poderoso senador Roark.
Esta es la tercera historia que leo de la serie Sin City y es la que más me ha gustado de todas. Frank Miller ha escrito un guión que a pesar de participar del maniqueísmo propio del género negro, resulta arrebatador por transmitir un mensaje de redención a través del sacrificio. Hartigan es el más honesto e incorruptible de los policías de Basin City, pero en un alarde de humildad provocado por el desamparo ante las fuerzas a que se enfrenta, no tendrá otra opción que la inmolación si quiere salvar a la chica. Lo habitual suele ser que al final el (anti)héroe protagonista resulte triunfante tras una serie de vicisitudes emocionales de menor o mayor calado y varios episodios de acción. Nunca me imaginaba que podía ser tan fácil conmover haciendo símplemente que el viejo detective aceptara su fracaso y su derrota. Porque eso sí, las vicisitudes emocionales (de menor o mayor calado) y los episodios de acción siguen apareciendo. Que por supuesto son parte del éxito de la narración.

Ahora bien, lo que ya no me ha gustado tanto son las graves inconsistencias del personaje principal. En efecto, más que un hombre, Hartigan es un semidiós. Yo estoy tan dispuesto como el que más a suspender la credulidad en una obra de ficción, pero cuando todos los personajes tiene un perfil realista excepto uno, la historia se vuelve frágil y no puedo terminar de disfrutar de la lectura. Una cosa es ser un tipo duro, otra muy distinta que te metan 6 balas de gran calibre (tres por las espalda, tres en el pecho) y sobrevivas. Sin chaleco antibalas y con un corazón delicado que acaba de provocarte un par de anginas de pecho. Y todo eso con 60 años de edad. Pero es que más de ocho años después, ya cerca de cumplir los 70, te cuelgan por el cuello de la lámpara de una habitación de motel y en lugar de desnucarte y asfixiarte, te balanceas como un péndulo, rompes una ventana con los pies, agarras con ellos un trozo de cristal que ha saltado y te las apañas para cortar la soga y escapar. Y la lámpara que resiste en el techo el bamboleo de una mole de ciento y pico kilos de peso. ¡Imposible, señores! ¡Acabados con esas calidades ya no se hacen! Frank, Frank, Frank, así no convences. No voy a negar que el resultado es entretenidísimo, de hecho ha sido lo primero que he dicho. Pero si pretendes crear un universo coherente, no puedes dotar al protagonista de características físicas humanas (vejez, enfermedad, decrepitud, etc.) y sin embargo hacer que se comporte como un superhombre. Y si lo hicieras, tendrías que enfrentarlo con un supervillano que le vaya a la par. Cosa que por supuesto, no has hecho.

En el apartado gráfico Miller sigue utilizando toneladas de tinta negra para dibujar las escenas en contraste. Aparece como novedad el uso de la tinta amarilla para caracterizar a uno de los personajes, consiguiendo un efecto de lo más repulsivo. Sigue mostrando una habilidad extraordinaria para delinear las escenas desde perspectivas imposibles, lo que le da mucho juego para coquetear con el op-art (alternancia blanco/negro, líneas, interferencias, repeticiones de elementos, etc.). Por cierto que los detalles de la ambientación de las viñetas también son dignos de mención: el motel mencionado en el párrafo anterior es un ejemplo perfecto de arquitectura retrofuturista de mediados del S. XX y decoración Mid-century modern. En definitiva, una obra totalmente recomendable a pesar de lo que para mí ha sido una clara inconsistencia en Hartigan. Tenéis más reseñas en Zona negativa (con un artículo completísimo y muy extenso), Los mejores cómics y Mis cómics.

17 mar 2019

Varias percepciones - Angela Carter

Joseph es un joven que trabaja en la morgue de un hospital. Vive en un cuarto alquilado con derecho a cocina. Hasta hace unos pocos meses lo compartía con su novia, pero ella lo dejó y lo lleva tan mal que decide suicidarse. No obstante el intento se ve frustrado por la intervención de una nueva inquilina de la casa, Anne, quien llama a una ambulancia tras oír una explosión de gas y encontrarlo muy maltrecho. Una vez salga del hospital lo acompañaremos mientras retoma su precaria existencia en el sur de Londres.

Varias percepciones es una novela extraña, con un argumento sin demasiada cohesión que se limita a deambular por las vidas de un puñado de personajes que bordean la marginalidad, cuando no caen de lleno en ella. Sin embargo las reflexiones que nos hacen llegar desde su desesperación son en la mayoría de las casos, incuestionables. Quizás por eso la impresión final que me queda es que éste, junto con La cámara sangrienta, es uno de los libros más me ha gustado de Angela Carter. Una gran parte del mérito se lo lleva esa atmósfera irreal, a veces gótica y otras onírica, que la británica logra imprimir al texto. Para conseguirlo no recurre a artificios lingüísticos, sino que un lenguaje muy simple e inmediato le permite construir imágenes muy poderosas. Ayudan también las abundantes y profusas descripciones del entorno en que se sucede la historia. No aportan nada, absolutamente nada a la acción, pero desde luego construyen una ambientación difícil de precisar.

Como ya he dicho un poco más arriba, no hay demasiada continuidad en los acontecimientos, antes al contrario. Sin embargo todos los personajes sufren, sufren porque parece no quedarles otra opción en la vida. Y claro, ¿quién se resiste a una exhibición de dolor y pena en la que puedes ver reflejados tus propios miedos y preocupaciones? Soledad, desamor, vejez, abandono, locura. Carter escoge a los protagonistas entre suicidas, prostitutas viejas, jóvenes criadas en orfanatos, vagabundos. Y aunque se vean forzados a vivir entre desgracias, de una manera u otra, mediante pequeños gestos, consiguen resistir día a día. A pesar de que hay algunas refencias temporales que permiten situar el marco temporal (la guerra de Vietnam, Lyndon B. Johnson), parece que los hechos que se cuentan suceden fuera del tiempo, algo que ya me pasó con La juguetería mágica. Ya es la segunda vez que me encuentro con algo así en su obra, empiezo a pensar que se trata de un talento propio porque francamente no es fácil de conseguir y sin duda favorece ese aire fantástico que tanto me ha gustado. En fin, he tenido mis más y mis menos con esta escritora, pero en esta ocasión la he disfrutado mucho. Me temo además que no os puedo sugerir opiniones alternativas. He fisgoneado en la red, incluso empleando Google, y no he encontrado ninguna reseña. Todo lo más algunos comentarios de los usuarios del foro Sedice en un hilo dedicado a esta autora.

12 mar 2019

La piel del cielo - Elena Poniatowska

Lorenzo de Tena vive con sus cuatro hermanos y su madre en una granja en el México rural en las primeras décadas del S. XX. Son hijos de Don Joaquín de Tena, perteneciente a la clase acomodada del D.F. aunque venida un poco a menos. Su padre no se ha casado con Florencia, la madre de sus hijos, por la diferencia social que existe entre ambos. Pero ella muere repentinamente y los niños se trasladan a vivir con su padre y la hermana de éste a la capital. Allí empezarán a demostrar una gran inteligencia, lo cual les hará destacar en el colegio y permitirá a Lorenzo grangearse la amistad de familias bien. Sin embargo debido a su carácter inconformista y al profundo rechazo que le provocan las injusticias y el desgobierno de su país, se negará a entrar en los engranajes del sistema, abandonando los estudios de Derecho. Su incansable ansia de conocimiento le llevarán a conocer a un famoso astrónomo, quien le permitirá profundizar en su interés en el espacio y el tiempo, dos de sus grandes obsesiones desde que era un crío.

El protagonista de La piel del cielo está inspirado en Guillermo Haro Barraza, un reconocido científico y astrónomo mexicano que siempre intentó promocionar la ciencia en su país, y que además fue cónyuge de Elena Poniatowska. Evidentemente estos trazos biográficos no los sé porque yo sea un gran conocedor de la historia reciente de México. Lo que ocurre es que ya desde desde los primeros capítulos resulta bastante evidente que los detalles que envuelven la vida de Lorenzo se entremezclan con personajes y acontecimientos que debido a su precisión histórica, no pueden sino ser reales. En mi caso fue la aparición del ilustre Luis Enrique Erro en el texto junto a la precisión de todas las notas que lo acompañaban lo que me decidió a consultar la Wikipedia para aclarar de una vez mis sospechas. La novela mezcla por tanto hechos reales y ficcionados, combinación que funciona a la perfección a la hora de dotar de interés a una narración que se vuelve más absorbente a medida que van cayendo las páginas.

Desde mi punto de vista el gran acierto de Poniatowska es desarrollar la novela en torno a Lorenzo, un tipo arrebatador, temperamental y muy peculiar. Con un ideario político de claro corte socialista, su compromiso vital pasa por solucionar los males propios de la sociedad mexicana de finales los 1930s/principios de los 1940s: el analfabetismo y la probreza de las clases populares, la profunda brecha entre las clases socioeconómicas, la discriminación de los pueblos nativos, la corrupción política, etc. Resulta muy difícil resistirse ante el idealismo y la ingenuidad que demuestra frente a las carencias intrínsecas al ser humano. Por otro lado, su gran pasión y vehemencia a la hora de fomentar la ciencia en su país, junto con la confianza que pone en sus posibilidades de brillar a nivel mundial, consiguen que te entusiasmes con él. Como contrapunto queda claro que el protagonista descuidará su vida afectiva durante toda su existencia, algo que también ya empezamos a ver en la relacion tan desafecta que tiene con sus hermanos, su padre y su tía.

El comienzo del libro no me auguró nada bueno, con un tono bucólico y laudatorio la vida sencilla y sin pretensiones en contacto con la naturaleza, la curiosidad, inocencia y afán de conocimiento de los niños, etc. Por suerte para mí la historia cambia rápidamente de orientación y las desgracias se empiezan a acumular en la vida de Lorenzo bien pronto, haciendo que las dificultades y los conflictos tomen el lugar que les corresponde en la literatura. El principal fallo que he encontrado es que cuesta concretar el momento en que trascurren los diferentes acontecimientos narrados. Quizás para un mexicano sea más fácil situar las referencias temporales que se incluyen, pero desde luego para mí no lo ha sido en absoluto. Tanto es así qe en los capítulos finales cuando aparecen ordenadores personales e Internet yo estaba completamente desubicado. No estoy diciendo que a cada poco tenga que aparecer una fecha como si se tratara de un diario, pero es que no recuerdo haber leído ni siquiera una referencia a una década en concreto. Por cierto que abundan los mexicanismos por toda la obra, algo que no puede ser más normal dada la nacionalidad de la escritora. Esto aporta frescura y originalidada la novela, pero a mí me complica la lectura. Se ve que tengo un problema congénito con esta variedad dialectal de español que no se me presenta con otras propias del cono sur. En cualquier caso no voy a dejar de recomendarla por esa nimiedad, ha sido una sorpresa muy agradable y como tal, muy bien recibida. Tenéis más reseñas en Cine y literatura y Perdida en un mundo desconocido, y ya aviso que en el último blog no sale demasiado bien parada.

8 mar 2019

Crímenes imaginarios - Patricia Highsmith

Sidney y Alicia Bartlebly son un joven matrimonio de norteamericano y británica que no lleva ni dos años casado. Él es escritor y tiene un par de novelas publicadas en EE.UU. Ahora está intentando vender la tercera, terminar la cuarta y coescribiendo guiones de televisión con Alex Polk-Faraday, un amigo suyo que trabaja en el mundo editorial. No hace más que recibir rechazos y tiene los nervios crispados. Ella tiene una asignación mensual que le permite vivir sin trabajar aunque no se puede permitir ningún capricho. Así que dedica su tiempo a la pintura abstracta. Residen en una casa de campo aislada en el condado de Suffolk. Ya han tenido algunas peleas importantes, tanto que en esas ocasiones Alicia se ha marchado unos días sola a Londres o Brighton para darse un poco de espacio. La tensión por los contínuos fracasos de Sidney provocan otra disputa que se resuelve con Alicia marchándose otra vez por un tiempo indefinido. Ella propone irse con sus padres y no mantener ningún tipo de contacto hasta que haya aclarado sus ideas, algo con lo que Syd está de acuerdo. Pero pasa casi un mes y descubren que ella nunca ha aparecido por casa de sus suegros, de hecho ellos ni siquiera sabían que se había marchado. Sidney fantasea con que la ha asesinado y enterrado en el bosque. Quiere aprovechar la situación como material para una posible novela. Bromea al respecto con Alex, pero los días pasan y Alicia sigue sin dar señales de vida. Sus padres involucran a la policía y las sospechas se centran en su marido, quien no puede evitar mostrarse equívoco debido a todos los pensamientos maliciosos que bullen en su mente febril.

Llevaba casi dos años sin leer a Patricia Highsmith, sin duda mi autora preferida de género negro en su faceta más psicológica. Me he decido a volver a su obra con una novela, ya que como he ido comentando a medida que daba cuenta de ellos, he tenido sus más y sus menos con sus relatos cortos. La verdad es que no podía haber elegido mejor, porque Crímenes imaginarios es una obra que contiene todas las características que le dieron una merecidísima fama internacional. En primer lugar tenemos al protagonista, un individuo aparentemente normal pero con ciertas facetas de su comportamiento que en seguida nos harán desconfiar de él. La inseguridad que le provocan los reveses profesionales le vuelven irascible y agresivo. El hecho de haberse trasladado al Reino Unido desde USA le ha puesto en contacto con el clasismo británico, lo cual ha generado en él cierto sentimiento de inferioridad frente a la familia de su esposa. Vivir solos en el campo y sin otro contacto que su cónyuge convierte a su residencia en una olla a presión que le hacen desvariar y conducen a estallidos de violencia. Alicia por otro lado tiene el perfil clásico de víctima. Ha recibido todo el amor y cariño de una hija única y siempre ha vivido sin preocupaciones, disfrutando al máximo de la vida sin demasiadas pretensiones. La actitud de Syd la supera y aunque tiene la suficiente enterza como para alejarse temporalmente de él, siempre termina volviendo. Estamos ante un cóctel de malostratos sutiles (y no tanto) que desde el primer momento nos hacen ver que de las cosas no van a salir bien. Y conociendo a Highsmith, probablemente sean los más inocentes quienes acaben malparados.

La escritora norteamericana introduce además unos cuentos elementos de suspense que van elevando la tensión poco a poco de una manera ejemplar. Por un lado tenemos a una anciana con problemas del corazón que se instala en un cottage muy próximo a la vivienda de la pareja y de quien se hacen amigos. La Señora Lylibanks, que así se llama, está caracterizada con maestría y se diría un personaje secundario sacado de una película de Alfred Hitchcock. Su proximidad física al teatro de operaciones hará de ella un elemento crucial en la investigación de la supuesta desaparición de la joven. Por otro lado, cuando las cosas empiezen a ponerse complicadas para el protagonista, su amigo y colaborador Alex se revelará como un tipo mezquino y rastrero interesado únicamente en sacar beneficio económico de las dificultades de Syd, que irá notando como la presión de las circunstancias y su carácter inestable toman control de sus decisiones.

La novela data de 1965 y presenta muchos elementos culturales propios de la sociedad de aquellos años. En concreto las acciones que conducen al fatal desenlace pueden resultar un poco forzadas si no tenemos en cuenta el machismo de hace cincuenta y tantos años y clasismo propio Inglaterra. Si somos conscientes de ellos, una vez desencadenadas podremos de nuevo disfrutar del increíble talento que tiene esta autora para mostrarnos el lado más perverso y maligno del ser humano. La angustia y el pánico que me ha provocado el final del libro me han evocado exactamente las mismas sensaciones que El talento de Mr. Ripley hace veintitantos años. Sin duda estamos ante otra fantástica novela negra que se sale de los parámetros habituales de las historias de detectives, y cuya calidad pueden reconciliar a cualquiera con un género que se ha convertido en un cliché de sí mismo. Tenéis más reseñas en L.B.Confidential, Cicutadry y Un libro al día.

4 mar 2019

La política sexual de la carne - Carol J. Adams

En 2011 se publicaba la edición revisada por el vigésimo aniversario de The sexual politics of meat, que vió la luz por primera vez en 1990. Ésa es la que he me leído (ya va por la edición del 25 aniversario), porque para mi desgracia en aquel momento no existía la traducción al castellano de Ochodoscuatro Ediciones que enlazo en esta reseña. A mí no me gusta leer en inglés, hace mil años que no leía voluntariamente un libro en inglés. Puedo hacerlo si me veo obligado a ello, cosa que ocurre principalmente por razones laborales. Pero como sé que tengo mis carencias, si se trata de leer por placer, mi única opción a considerar es el español. Por este motivo he tardado ocho años en dar cuenta de él, porque me daba una pereza insoportable. Y desde luego una vez terminado me reafirmo en mis convicciones: ¿Libros en inglés? ¡Nunca más!

Y ahora que me he desahogado un poco, vayamos a por este ensayo que ya se ha convertido en clásico tanto del movimiento feminista como del animalista. No en vano, Carol J. Adams lo subtituló 'Una teoría crítica feminista vegetariana'. A lo largo del mismo se exponen los vínculos entre el patriarcado y el consumo de carne como expresión de todo lo que este sistema de valores considera positivo (virilidad, vigor, coraje, etc.). Dada la discriminación que el patriarcado ha ejercido y sigue ejerciendo sobre las mujeres, en cuanto éstas plantan cara al mismo resulta coherente que establezcan un paralelismo entre la dominación a que se han visto sometidas y la que se practica sobre los animales criados como alimento humano. Esto supone rechazar el consumo de carne y adoptar el vegetarianismo como mecanismo que extiende a los animales la igualdad que busca el feminismo. Como la propia Adams indica en un momento que para mí ha constituído toda una epifanía, no hacerlo sería participar de la misma injusticia que precisamente se está rechazando.

Toda la teoría de la activista y filósofa norteamericana se basa en la idea del "referente ausente", esto es, la separación y desvinculación entre el trozo de carne que sirve en un plato y el animal del cual procede, cosificándolo y sacando al ser vivo de la ecuación. Hay mucho de lingüística en dicho análisis. Al ser el inglés el idioma de refencia del ensayo, lógicamente se tienen en cuenta unas particularidades sintácticas y semánticas que lo diferencian del castellano. La más evidente es la existencia de un pronombre neutro (it) para referirse tanto a animales como cosas en contraposición a los empleados con seres humanos (he/she). Hay más, por supuesto, como la diferenciación entre el nombre que recibe el animal (pig/hog para cerdo) y la carne que produce (pork). La verdad es que tengo curiosidad por saber cómo se ha enfocado esta cuestión en la traducción, pero al haber leído la edición original no ha supuesto conflicto para mí.

Adams aborda en las tres partes que componen el tomo todas las estrategias que emplea la corriente dominante de pensamiento para debilitar los argumentos que justifican el vegetarianismo. Por no aburrir, de entre todas esas estrategias voy a indicar solo una par de ellas. La primera que recupero es el debilitamiento del ideario del vegetarianismo, que abarca desde acciones tan toscas como la burla o el cuestionamiento del mismo sin base científica (sorprende ver que hay ejemplos documentados de finales del S. XVIII en que una de las justificaciones que se arguyen para comer carne es que 'si no nos comemos a los animales, ellos nos comerán a nosotros', todo un clásico que se sigue repitiendo más de doscientos años después), a otras más sutiles, como empobrecer el concepto desgastándolo al difuminar sus límites (vegetarianos que comen pollo, pescado o los canelones que su madre prepara por Sant Esteve). Precisamente por este motivo fue necesario acuñar el término "veganismo", que desde su concepción no acepta fisuras en el significado. La otra estratagema es mucho más elaborada, se trata de la ocultación de todo el corpus literario que pretende transmitir el ideario vegetariano. Para ello la crítica se encarga de ignorar, frivolizar y/o minusvalorar hábilmente todos los aspectos relacionados en estas ideas que puedan existir en un libro. Adams da un montón de ejemplos de autoras sobre las cuales se ha aplicado esta artimaña, tanto clásicas como contemporáneas (hay algún autor, pero lógicamente el enfoque feminista de este problema hace que las mujeres sean mayoría). Sin embargo no tengo necesidad de repetir aquí ninguna de las que ella destaca, en este mismo blog he señalado en un par de ocasiones cómo otras bitácoras y medios culturales han ninguneado sistemáticamente el contenido animalista de algunos textos que yo he reseñado: véase si no La vegetariana de Han Kang o el mucho más reciente Siete cuentos morales de J. M. Coetzee.

Si quitamos prefacios, el apéndice con las notas, bibliografía, índice y demás, la teoría de Carol J. Adams se despliega en apenas doscientas páginas. Retomando el tema con el que abría el post, he de admitir que a pesar de lo tremendamente interesante que me ha resultado el libro, leerlo en inglés ha sido una auténtica tortura. Como no podía ser de otra manera al tratarse de un ensayo, el registro empleado es bastante culto, con muchísimos verbos y sustantivos necesarios para construir un texto filosófico. Por si esto no fuera suficiente, uno de los principales campos semánticos que se manejan cae bastante fuera de mis intereses: la carne. Así que me he visto obligado a consultar WordReference(1) en el móvil a cada poco para tratar de sacar algo de sentido a lo que iba leyendo. De hecho hay dos o tres palabras en concreto que he consultado una y otra vez a medida que se repetían, porque tal cual las encajaba en mi traducción mental olvidaba su significado. Os diría cuáles son si las volviera a ver, pero como os decía, no tengo rastro de ellas en mi memoria. Como ya comenté al principio, no tengo intención de volver a leer nada que no esté en castellano. No he encontrado apenas reseñas de este libro en la blogosfera, solo la de La vie en vert, que por cierto me ha parecido estupenda.





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(1) Adjunto el historial de búsquedas: wilt, laden, charcoal, overthrow, victor, fleet, attend, empower, reify, hedge, coot, bedraggled, wren, temperance, aigrette, ostrich, unflinching, rebuke, disease, unravel, shudder, dissent, pail, endure, shroud, enact, deem, latch, meager, nursemaid, gross, arbiter, quirky, espy, dissenting, bequeath, romp, sulkily, husbandry, usher, tract, ripping, stiffen, asunder, hinge, subside, cast, berserk, poised, slope, moose, assess, enactment, abiding, err, chasm, insight, inside, decry, ameliorative, trope, acorn, pace, outpace, cipher, positing, scarce, indebtedness, weave, heartily, tantalizing, toehold, upbraid, overtone, rebuff, fold, thwarted, rendering, spur, quarrel, askew, undercut, pheasant, quarry, vexed, forswear, demurral, demur, gist, embattled, prevail, forbear, forces, partook, unbiased, bias, avenge, hare, strain, vanquish, offal, misnomer, retort, entrench, convey, render, cast out, heed, about-face, dagger, defile, embody, realm, snuff, hunk, stud, suffuse, dwell, conceit, summon, debase, wombat, womb, implement, hog, butchered, garb, undergarment, posit, absent, kipper, warring, tenet, coarse, carve, London broil, partridge, game bird, fowl
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