La decisión de Kim Yeonghye de hacerse vegetariana supone un cambio radical en su vida, pero también en la de quienes la rodean. La evolución del proceso será narrada por su marido primero, a continuación por su cuñado -el marido de su hermana Inhye-, y por último por la propia Inhye.
Mi primera sorpresa al buscar información sobre La vegetariana es la insistencia de la mayoría de los medios on-line y blogs en destacar que el libro no es un tratado sobre vegetarianismo, veganismo, ni mucho menos animalismo (dado que la protagonista excluye los productos animales no solo de su dieta, sino también de su vestuario, podríamos calificarla de vegana sin errar mucho el tiro). Uno lee estas reseñas, digo, y parece que esta decisión, que Yeonghye toma para alejarse de la violencia implícita a la explotación de animales, no es más que un capricho de alguien que no está en sus cabales. Da la impresión de que para los redactores de estos artículos y en lo que afecta a la trama, el hecho de abrazar el vegetarianismo es poco más que circunstancial y Han Kang podría haber optado porque el personaje central hiciera cualquier otra cosa para mostrar sus rarezas. Porque por el enfoque de las críticas, ¿qué es el vegetarianismo sino una rareza? Vestir solo de verde. Repoblar un páramo de árboles. Plantar flores y arbustos en rotondas públicas sin permiso de la autoridad competente. La cosa es llamar la atención de alguna forma, parecen insinuar. A estos articulistas les da igual que sea la propia autora quien lo afirme tanto en esta obra de ficción como en entrevistas: hacerse vegetariana es una resolución que toma la protagonista para rechazar la violencia. Pero mencionar algo así incomoda a quienes no se ha hecho nunca una pregunta.
La segunda sorpresa en relación a este libro es el motivo por el cual Yeonghye se convence de la necesidad de dejar de comer y consumir productos animales. Porque se sale de las razones habituales esgrimidas por todos aquellos que hemos dejado de participar en el holocausto animal. Por una vez y sin que sirva de precedente no voy a dar más pistas, ya que son precisamente esas causas las que permiten a Kang crear una novela tremendamente original, pero muy inquientante y desasosegante. Y si no queréis que os la arruínen os recomiendo no consultar la blogosfera ni los medios.
Uno de los grandes aciertos de la escritora coreana ha sido el no dar voz a Yeonghye, y aquí sí que coincido con casi todo el mundo. El hecho de que sean sus familiares quienes lleven el peso de la historia ayuda a transmitir la profunda molestia que provoca en su círculo más próximo que ella deje de comer animales. El marido ve peligrar sus carrera profesional. El cuñado, que es (video) artista, la utiliza como catalizador y musa para resucitar su talento. A su hermana y su familia carnal les complica la vida lo indecible y los avergüenza. Podría decirse que el vegetarianismo es un elemento perturbador del orden social que se emplea como metáfora del rechazo a la diferencia por parte de una especie tan gregaria como la humana. Pero como metáfora ha sido elegida con mucho acierto, ya que su fuerza radica en evidenciar la pasividad de la masa ante un acto intrínsecamente perverso por innecesario: el sufrimiento y la masacre de animales para ser utilizados como alimento humano. Esta pasividad e innación se materializan en la protagonista, que incapaz de poner orden en su vida, resulta víctima de todos, incluso de ella misma. Resumiendo y por poner punto final a este alegato animalista en que se ha convertido la reseña: una obra interesantísima, perturbadora y completamente fuera de lo habitual. Es bastante infausta, eso también, pero no por ello deja de hermosa. Tenéis más reseñas en Un libro al día, Lo que leo lo cuento y Libros y literatura.
Y terminó por encantarme también el Onceavo Doctor.
Hace 2 horas
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