30 nov 2020

Su cuerpo y otras fiestas - Carmen Maria Machado

Hay un total de ocho relatos cortos de terror en Su cuerpo y otras fiestas. Bueno alguno podría casi encajar en la categoría de novela corta por su extensión. Pero como no me dedico a clasificar objetos narrativos para ganarme el pan, dejémoslo simplemente en relatos cortos. Incluyo los títulos a continuación:

  • El punto de más
  • Inventario
  • Madres
  • Especialmente perversos
  • Las mujeres de verdad tienen cuerpo
  • Ocho bocados
  • La residente
  • Problemática en las fiestas
Yo diría que hay dos elementos que caracterizan a estos cuentos. El primero es que Carmen Maria Machado introduce el terror en escenarios cotidianos y actuales, muy contemporáneos. Para ello recurre a elementos inexplicables, inquietantes, espeluznantes. En ese sentido resulta una escritora tremendamente versátil, capaz regalarnos historias que partiendo del terror, se desarrollan sin ningún complejo sobre marcos de referencia de lo más variopinto (misterio, ciencia-ficción, fantástico).

El segundo elemento a destacar es la gran presencia del sexo en los cuentos. En todos ellos hay una componente sexual explícita. En algunos, con un grado de detalle tal que yo situaría a medio camino entre la pornografía y un libro de fisiología humana para estudiantes de medicina. A mi personalmente estas referencias tan pormenorizadas y frecuentes a coitos, felaciones, cunnilingus y otras actividades recreacionales entre adultos me han parecido bastante innecesarias. Y no por mojigatería o envidia, a pesar de que en algunos cuentos de pocas páginas sus protagonistas han follado más que yo en toda mi vida. Cosas como una novia que nota cómo el semen de su prometido le chorrea por la pierna cuando va camino del altar ('El punto de más'), no es algo que me llame la atención a nivel literario. Al contrario, según lo veo yo le resta empaque a las posibles excelencias de la historia, que tenerlas las tiene.

En todo caso me ha sorprendido gratamente que el enfoque sea siempre femenino, porque si mal no recuerdo, las protagonistas son mujeres en todos los casos (algún relato tiene co-protagonista masculino). Con un gran procentaje de lesbianas y bisexuales, además. Algo que es de agradecer porque proporciona diversidad y visibildad al colectivo LGTB dentro de un género que ha sido tradicionalmente masculino y heterosexual. De todas formas, aunque las tramas tienen gancho y son originales, la sensación final está manchada por tanta zafiedad sexual. Lo que viene a significar que no creo que vuelva a preocuparme por leer nada que publique Machado. Para reseñas elogiosas y llenas de admiración incondicional tenéis el resto de la blogosfera y medios digitales.

27 nov 2020

¿Acaso no matan a los caballos? - Horace McCoy

Hollywood en los años de la Gran Depresión. Gloria Beatty y Robert Syverten son dos jóvenes que intentan triunfar en la meca del cine. Ella como actriz y él como director. Pero no les va muy bien. Ni siquiera consiguen papeles de extras para ir tirando porque no han podido inscribirse en la Oficina Central de Repartos. Así que deciden participar en un Maratón de Baile, que tiene un premio de mil dólares para la pareja ganadora. El concurso es muy duro a nivel físico y psicológico, pero saben que atrae a muchos espectadores, entre ellos estrellas del cine. Lo cual podría suponer una oportunidad extra más allá del dinero que reciban los ganadores.

He llegado a esta novela corta de Horace McCoy a través de La conspiración contra la especie humana, de Thomas Ligotti. En este ensayo en que se desarrolla el pesimismo filosófico, se cita ¿Acaso no matan a los caballos? como una obra que encajaba a la perfección en dicho pensamiento. Y es que a la dureza de las condiciones económicas por que atravesaba Estados Unidos en el momento en que se desarrolla la acción, se suman las terribles experiencias personales por que ha pasado Gloria. Así que la mujer ha perdido las ganas de vivir, pero se encuentra en la paradoja de no tener las fuerzas necesarias para poner fin a su existencia.

A través de Robert nos acercaremos a la pareja durante el desalmado concurso en el que toman parte. Un ejemplo más del grado de abyección a que puede llegar el ser humano, pero al que recurren porque al menos podrán llenar el estómago mientras tomen parte en él. El objetivo es bailar de manera casi ininterrumpida, de forma que la última pareja que quede en la pista resulte ganadora. Aquellos que no renuncien por puro agotamiento podrían ser también eliminados en deleznables carreras con que los organizadores pretenden animar el espectáculo. El joven tratará de insuflar ánimos a Gloria, pero la desesperación de ésta viene de muy atrás. Y el agotamiento físico al que se está sometiendo no va ayudar nada de nada. Además estos maratones atraen a los bajos fondos: hampones, criminales, delincuentes. Un cóctel de desesperación y marginación que a pesar de las promesas, no augura nada bueno.

La narración es terrible, pero de resulta hermosísisma de una manera retorcida. Algo que nos será más fácil admitir cuanto más próximos estemos al pesimismo existencial. McCoy pone en boca de Gloria algunas reflexiones sobre el sinsentido de la vida que pueden resultar demoledoras y deprimentes, pero también muy difíciles de rebatir. Los protagonistas están caracterizados a la perfección. Resultan veraces en su desesperación, algo que no resulta fácil lograr con el poco margen de maniobra que da la extensión de este título. Sorprende también que la novela resulte tan llevadera a pesar del tema que trata. El maratón de baile es abominable, sí, pero el autor norteamericano saca muy buen partido de la situaciones que un acontecimiento de ese tipo genera, haciendo que la trama sea tremendamente adictiva y entretenida. Me ha parecido un libro asombroso, pero claro, para mí siempre ha sido garantía de éxito que una historia acabe mal si con ello logra poner en evidencia las mentiras que la sociedad nos quiere hacer creer.

24 nov 2020

Proletkult - Wu Ming

Estamos a tan solo unos días del décimo aniversario de la Revolución rusa de 1917. Alexandr Bodgánov es director de un instituto médico de Moscú que emplea las transfusiones de sangre como una terapia novedosa para curar del agotamiento -y de paso rejuvenecer-, a los líderes de la cúpula comunista. Denni, una joven de unos veinte años, se presenta de improviso en su despacho afirmando ser la hija de Leonid Voloch, un antiguo camarada revolucionario suyo con quien perdió el contacto hace dos décadas. Voloch inspiró a Bodgánov una novela de ciencia-ficción en que Marte es un planeta socialista: 'Estrella roja'. Su supuesta hija ha construído un delirio basado en la historia narrada en dicha libro, lo cual remueve muchos recuerdos en Bodgánov, quien no podrá negarse a la petición de ayuda de la joven para encontrar a su antiguo compañero.

Proletkult es una novela que mezcla ficción y hechos históricos con la habilidad que todos los fans de Wu Ming ya conocemos del resto de sus obras. Aunque en mi opinión en ésta han rizado el rizo. El protagonista, Alexandr Bodgánov, fue efectivamente médico especializado en tratamientos con transfusiones de sangre, fundador del movimiento artístico-proletario Proletkult, pionero de la teoría de sistemas y autor de ciencia-ficción, entre otras muchas cosas. Partiendo de esto, que ya resulta asombro por sí mismo, el colectivo de autores italianos sin nombre logra hilar un prodigioso relato en el que además de ciencia-ficción y elementos propios de novela histórica, aparecen muchas reflexiones filosóficas que encajan a la perfección con el sentir actual de la sociedad. Para mi gusto destacan sin duda los alegatos ecologistas y animalistas de Denni, a quien todos consideran loca y que paradójicamente es la única que tiene un discurso coherente.

Por lo demás, estamos ante un texto que muy ligero y fácil de leer. Las páginas y capítulos caen a un ritmo vertiginoso. La acción alterna la trama principal en 1927 con flashbacks al pasado, en los que nos cuentan interesantísimos hechos pre-revolucionarios que sirven de aclaración al hilo argumental. Hay bastantes diálogos, acción y misterio. Todas las piezas, ya sean relaes o ficcionadas, encajan a la perfección en un puzzle que me ha parecido entretenidísimo. Ojalá mis profesores hubieran sabido hacer así de apasionante la asignatura de historia en mis años mozos. Porque mira que se me atragantó años y años.

20 nov 2020

Quedan los huesos - Jesmyn Ward

Esch es una adolescente que vive con su padre y sus tres hermanos en una casa destartalada en Bois Sauvage, un pueblo ficticio en la costa del estado de Mississippi. Malviven y malcomen con el poco dinero que su padre, alcohólico, consigue haciendo algunas chapuzas. Estamos en plena temporada de tormentas tropicales, que azotan el golfo de México. Pero los chavales no se las toman demasiado en serio. Tienen sus propias preocupaciones. El primer gran amor en el caso de Esch y un posible embarazo. Y si hablamos de sus dos hermanos mayores, sacar adelante una camada de pitbulls y conseguir una beca para un campamento de verano de baloncesto, respectivamente. Sin embargo su padre empieza a prepararse de manera obsesiva para hacer frente al próximo huracán, al que servicios de meteorología han bautizado con el nombre de Katrina.

Quedan los huesos es una novela con un lenguaje muy simple y accesible, muy directo. Usa casi exclusivamente el presente de indicativo. Solo recurre al tiempos verbales en pasado para explicar, a modo de flashback, el origen de aquellos temas que afectan al discurso de la joven narradora protagonista. El texto se elabora en casi su totalidad a base de frases simples, muy cortas además. Una  estructura muy sencilla de sujeto, verbo y algúnos complementos. Hay yuxtaposiciones, aunque con poco elementos. También frases coordinadas copulativas. Los verbos en presente y las frases cortas consiguen imprimir a la narración un ritmo de avance que reproduce una manera asombrosa el tiempo real. Casi podemos notar cómo transcurren los segundos a medida que se desarrolla la acción. Jesmyn Ward ha conseguido dotar al texto de un tempo muy cercano a la velocidad e intensidad con que un adolescente ve pasar la vida. Todo es nuevo, todo está por hacer y descubrir. Aunque también es verdad que al menos yo he terminado un poco cansado de ese constante ir y venir. Es como si estuvieramos acompañando a los personajes en sus correrías por los bosques de Bois Sauvage. Y al menos en mi opinión la trama se estira más de lo necesario y nos cuenta decenas de cosas que no aportan mucho al tema de fondo.

Los protagonistas son afroamericanos y pobres de solemnidad. A pesar de la terribles condiciones en las que viven, tanto ellos como la mayoría de personas en su entorno se caracterizan por un gran corazón. Se preocupan los unos por los otros con un interés verdadero que nace del cariño auténtico. Actúan con una dignidad, una humildad y una honradez tan devastadora, que uno no puede evitar preguntarse por qué aceptan con mansedumbre las adversidades que padecen. Por qué los golpes que reciben (y reciben muchos), ni siquiera parecen afectarles. Sin embargo saben que sus vecinos más acomodados, casi todos blancos, evidentemente, tienen acceso a un montón de recursos y posibilidades que les están vedados. Han interiorizado esa diferencia social/de clase desde su nacimiento y se resignan. Aceptan un destino tan terrible como si fuesen monjes budistas que han alcanzado el nirvana. Al fin y al cabo de la pobreza y la marginalidad es muy difícil salir. Es verdad que Ward procede de un entorno rural y de una familia muy humilde, lo cual hace pensar que hay mucho de autobiográfico en esta historia. Esta autora sería por tanto un ejemplo de que es posible romper ese círculo vicioso de nacido pobre-muerto pobre. Pero no nos engañemos, los telediarios están llenos de casos que nos muestran que lo habitual, con diferencia, es contrario. En este sentido la obra resulta conmovedora y brutal, pues expone las miserias de la sociedad humana sin miramientos. Quema la sangre pensar que es así. Pero peor aún es ser consciente de que nada va a cambiar.

17 nov 2020

La ciudad - Mario Levrero

Un hombre recién llegado a una ciudad entra en una casa que no es suya para instalarse. La vivienda ha estado cerrada durante mucho tiempo y nada más dejar las maletas, se da cuenta de que le faltan algunas cosas imprescindibles para poder hacerla mínimamente habitable. Como ya es última hora de la tarde decide no entretenerse más y salir a comprarlas en un almacen que recuerda de algunas visitas anteriores a dicha urbe. No quiere encontrarlo cerrado, pero no está muy seguro de hacia donde cae. Además llueve a cántaros, lo que le complica la búsqueda. Tras deambular un buen rato por zonas semiabandonadas decide pedir ayuda a un camionero. Al principio el conductor duda, pero termina por dejarle subir a la cabina, donde le sorprende encontrar también a una mujer. El extraño comportamiento de sus dos compañeros de viaje será la antesala de una serie de situaciones totalmente fuera de lo habitual a las que tendrá que hacer frente sin apenas medios ni información.

La ciudad es una novela kafkiana a la que el lector se enfrentará en primera persona. Como si fuera el protagonista, cuyo nombre no llegamos a conocer. Ya sean las situaciones que experimenta, los personajes a quienes se enfrenta, o los escenarios por los que se mueve, todos nos resultarán extraños, imprevistos, inquietantes. A pesar de la más que evidente indefensión ante los acontecimientos, la sensación que destaca es la de irrealidad, no la de peligro. Una clara falta de control sobre todo lo que ocurre a su alrededor disparará los mecanismos de alarma en nuestro hombre. Sin embargo en muchas ocasiones no tendrá opción a enfrentarse a los hechos que se desarrollan a su alrededor. Ni a huir de ellos, ya que hablamos de mecanismos de defensa. Se dejará arrastrar y vapulear. Por pereza, por indefensión, por cansancio. Por no saber a qué se enfrenta. Porque una respuesta biológica se impone desde nuestro lado más primitivo.

Hay dos personajes secundarios que sin quererlo dirigen la acción. Ana, la voluble mujer del camión. Ambos serán expulsados del mismo tras un súbito arrebato del camionero. Abandonados en la carretera en medio de ningún sitio, tomarán rumbo hacia un pueblo próximo al lugar de residencia de la mujer. El pueblo resulta estar dominado por una enorme gasolinera, una construcción totalmente fuera de lugar en un villorio al que solo se llega por caminos de tierra. De allí surgirá Giménez, un empleado de la estación de servicio que al verlo tan desubicado hará por ayudarle. Aunque a su propia y peculiar manera.

Ni que decir tiene, la novela me ha encantado. Desde la primera página. Según lo veo yo, gran parte del atractivo reside los escenarios en que transcurre. Cercanos y parecidos a los que conocemos pero inasibles, irreales. Como si sólo pudieras verlos forzando la visión periférica. La arquitectura, el urbanismo y los paisajes son hostiles y llamativos a la vez, pero de manera sutil, misteriosa. Ocultan un secreto que sabemos bien que no llegaremos a conocer. Como si de un sueño se tratara, pasamos de la ciudad a la periferia. De la periferia al campo. Y terminar en un lugar que nos resulta familiar en la forma pero sin lógica en su expresión. Difícil de encuadrar en el mundo real (por cierto que la elección de ese imponente y desalmado edificio brutalista para la portada de este volumen triple no podria ser más adecuada).

Una pátina onírica sobrevuela toda la acción, no solo los decorados. Las interpretaciones que se pueden dar al texto son muchas, pero Mario Levrero ya deja entrever algunas de su propia pluma. La falacia del control que creemos tener sobre sobre nuestras vidas se expone sin tapujos. También las mentiras y los engaños a que nos sometemos como mecanismo de defensa para resistir día a día todas las dificultades que conlleva estar vivo. El sinsentido de la existencia y la sociedad humana. Leer este libro me ha proporcionado sensaciones que solo puedo comparar con experimentar un sueño lúcido. Caótico e inofensivo, pero que revela nuestras angustias más ocultas. Una joya, no voy a engañaros. A estas alturas no me voy a andar con tonterías a la hora de decir lo que pienso de un libro.

14 nov 2020

Como la vida misma - Gwyneth Jones

Cuando conocemos a Anna Sedoz es una estudiante de Biología de primer curso. Desde que se incoporó a la universidad ha destacado entre los primeros de clase por su inteligencia, esfuerzo y dedicación, que van más allá incluso de las lecturas recomendadas para ampliar conocimientos. Pasan los años y se gradúa. Entra como becaria en una empresa dedicada a problemas de fertilidad y esterilidad en humanos, donde con el beneplácito de su jefe, aprovecha para también realizar investigaciones al margen de dicha actividad. Es entonces cuando logra hacer un descubrimiento que resulta inquietante, algo que denomina el «cromosoma Y transferido» y que a mí, a pesar de la más que evidente transcedencia que tiene en la trama, se me ha escapado en qué consiste. No sé si ha debido a mi falta de atención, a la poca claridad de las explicaciones, a fallos en la traducción o a la carencia de conocimientos en genética de mi persona. Lo mismo da, porque el resto de la historia, que por lo que he podido aguantar giraba en torno a la incorporación de la protagonista en el mundo adulto y laboral, me ha resultado insoportable a más no poder. Tanto que cuando llevaba más de un tercio del libro pero me faltaba todavía un trecho para llegar a la mitad, he dejado de leer tremendamente frustrado por el tiempo perdido. Para liberarme de un poco de esa frustración he murmurado algunos improperios entre dientes, aunque no sabría decir si el destinatario de los mismos era quien escribe estas líneas, la autora o más probablemente, la industria editorial por considerar que semejante bazofia merecía publicarse.

Una vez más, el reclamo de un premio con que Como la vida misma fue galardonada en 2005 (el Premio Philip K. Dick nada menos, detalle éste que se refleja discretamente en la portada), ha tenido mucho que ver en que me decidiera a leerla. A intentar leerla más bien. Para empezar y hasta donde he aguantado, yo no he visto ningún elemento de ciencia-ficción. Quiero creer que se trata del «cromosoma Y transferido» mencionado más arriba, pero en serio que no hay nada que lo haga sospechar. Al menos hasta el punto en que he abandonado la lectura. Lo qué sí hay son adultos jóvenes haciendo cosas estúpidas de adultos jóvenes, y otorgándose a ellos y sus acciones una importancia inexistente y patética, tal y como solo los adultos jóvenes pueden hacer. Estoy hablando aquí de primeras relaciones sexuales, consumo de drogas, la incorporación al mercado laboral, relaciones de pareja y un largo etcétera de actos a los cuales la presión social nos empuja. Es posible que a lectores en un rango de edad más próximo al de la protagonista y sus fascinantes amigos esta narración les resulte todo lo contrario que a mí. Esto es: cautivadora, atractiva, reflejo de sus inquietudes. No lo descarto porque yo también he pasado por ahí y las novelas de Frédéric Beigbeder me gustaban precisamente porque se limitaban a poco más que repetir una y otra vez me voy de fiesta, me meto una raya, me follo a una top model. Pero como en Das Bücherregal quien escribe es el yo de ahora, que hace mucho tiempo que dejó la universidad y también de gustarle lo que escribe el fantoche de Beigbeder, solo puedo decir que todo lo que he leído en este libro hasta donde he podido resistir me ha resultado una pamplina. En la forma, en el fondo. Pam-pli-na.

Me da la sensación de que estamos ante un texto en la que Gwyneth Jones ha incoporporado vivencias propias de cuando tenía veintipocos años. Luego las ha aderezado con "cosas técnicas y científicas" de mucho empaque en el momento de su escritura (genética y clonación, todo muy final-de-milenio-post-oveja Dolly), así como con elementos de ciencia-ficción, que a sabér cuáles son, y ahí lo tenemos. Un truño más dispuesto a comerse el mercado editorial y a engañar a incautos como yo. Por cierto que la traducción tiene algunos términos que resultan hirientes. 'Mascota del profesor' en lugar de 'enchufado' por 'teacher's pet'. 'Planta araña' en lugar de 'cinta/malamadre' por 'spider plant'. 'Trenza francesa' en lugar de 'trenza de raíz' por 'French plait/braid'. En fin, para qué seguir. Si es que no hay nada, absolutamente nada que me haya gustado en esta novela.

11 nov 2020

Siempre hemos vivido en el castillo - Shirley Jackson

Casi todos los Blackwood murieron envenenados hace seis años. Se acusó del crimen a la hija mayor, Constance, pero en el jucio no se pudo probar su culpabilidad. Desde entonces los tres supervivientes viven semiencerrados en la casona familiar de su pequeña ciudad. Constance, su hermana menor Mary Katherine y el tío Julian, viejo y enfermo. Merricat es la única que se aventura al exterior para hacer la compra un par de veces por semana. A través de ella conoceremos el odio que los lugareños profesan a esa familia, considerada por todos ellos altiva y arrogante mucho antes incluso de aquella desgracia.

Siempre hemos vivido en el castillo es la versión oscura de un cuento de hadas. Un cuento de brujas, un cuento perverso donde la maldad y la locura campan a sus anchas dentro y fuera de esa mansión donde los protagonistas se han visto abocados a vivir. La mente retorcida de la ínclita Shirley Jackson compone una historia enfermiza pero absorbente en la que el odio, la maldad y el miedo se enfrentan al amor, el cariño y la culpa o el arrepentimiento. Ganan los primeros por goleada, claro.

Merricat es sin duda uno de los mejores psicópatas descritos en la literatura. Una psicópata adolescente, que resulta todavía más espantoso. Desde la primera página asistimos sin descanso a un odio incontenible, unas fantasías tenebrosas y unos rituales retorcidos cuyas ceremonias resultan aún más siniestras por los elementos infantiles con que se revisten. Pero no es solo la protagonista el personaje que Jackson logra perfilar a la perfección. También Constance y el tío Julian resultan admirables en su patetismo, en su dolor, en el amor que se entregan y que los daña a todo por igual. Y por su puesto los habitantes del pueblo. Una masa abominable que proyecta sus miserias hacia los Blackwood en un odio que se realimenta con el desprecio que ellos les devuelven. La historia es fascinante y repulsiva a la vez. Los rasgos más infames del ser humano expuestos a la luz del día para su propia vergüenza, para vergüenza de todos nosotros. Es la génesis perfecta de una leyenda urbana sobre mujeres dementes que habitan casas destrozadas por el fuego. Y bastan un par de sentadas para terminarla. ¿Qué más se puede pedir?

8 nov 2020

Ángel y el troll - Johanna Sinisalo

Una tarde Mikael vuelve a casa con unas cervezas de más y frustrado porque Martti, gerente de cuenta en una agencia de publicidad para la que trabaja como fotógrafo freelance, insiste en dárselas de hetero y no responde a sus insinuaciones, a pesar de una noche de borrachera se estuvieron dando el lote. En el portal se encuentra con unos gamberros maltratando a un animal. Con ayuda de una vecina consiguen ahuyentarlos y una vez se libra de ella, decide subirse a casa a ese pobre cachorro que, pronto descubrirá, es la cría de un troll.

En una fecha tan tardía como 1907, el mítico troll, que tanto floclore había ocupado en todas las regiones de Escadinavia, fue clasificado como mamífero: Felipithecus Trollius. Se trata de una especie de la familia de los primategatos (Felipithecidae), que a pesar de su descubrimiento y catalogación por la ciencia, siguió tan esquivo y lleno de misterio como hasta entonces. Partiendo de estos elementos fantásticos, Johanna Sinisalo compone un asombroso teatro del mundo en donde lo humano y lo animal se entremezclan para exponer las vergüenzas de los hombres por un lado, y la honestidad de la naturaleza salvaje por otro. En Ángel y el troll asistimos a un drama que es reflejo de la vida real. Son los inocentes quienen sufren las consecuencias de su ingenuidad en una sociedad poblada de personas mucho más despiadadas que cualquier animal salvaje. Y paradójicamente la vuelta a la naturaleza es la única vía de escape para encontrar sentido a nuestros actos perversos.

Estamos ante un texto multivocal, compuesto de párrafos bastate cortos en que cada uno de los personajes toman la voz para componer el relato global. Sinisalo resulta particularmente habilidosa al incorporar textos de diferente formato (científico, canciones y poemas tradicionales, leyendas, etc.), de tal forma que crea un mundo alternativo que dota de verosimilitud a la narración. Con esto logra momentos brillantes en que te hace dudar de la realidad que conoces. ¡Cuánto me gusta esa sensación! Por otro lado, el protagonista es conocido en el ambiente homosexual de Tampere con el sobrenombre de Ángel por la perfección de sus rasgos nórdicos. Sin embago detrás de ese aspecto celestial hay un ser humano con todos sus defectos. La autora finlandesa nos demuestra en esta obra que la maldad y la bondad son transversales al género humano y que vamos a encontrarlas en cualquier categoría que queramos establecer para clasificar a las personas: étnia, clase social, orientación sexual, etc. Y no voy a dejar de mencionar que el final es uno de los mejores ideados que he leído últimamente. Es verdad que vernos reflejados en tanta miseria humana duele en nuestras conciencias. No obstante también es capaz de fascinar por lo bien que se han manejado el misterio y los elementos fantásticos para cerrar la historia de manera tan inusual, inesperada y sensacional. Muy fan de Johanna Sinisalo desde ya.

4 nov 2020

En la cima del mundo - James Tiptree Jr.

El planeta Tyree se enfrenta a su aniquilación, causada por El Destructor. Se trata de un ser cuasi omnipontente que vaga solitario por el espacio,  separado del resto de sus compañeros. En su desesperación va dejando tras de sí un rastro de destrucción que afecta a estrellas, sistemas planetarios y los seres que los habitan. La especie inteligente que puebla este mundo, unos seres voladores que viven flotando en vientos eternos, utilizará sus avanzadas técnicas mentales para intentar ponerse a salvo en algún otro planeta mediante una fuga psíquica. Y ocurre que en la Tierra el ejército de los Estados Unidos está realizando un estudio sobre capacidades psi a un equipo de voluntarios civiles y militares cuyo alto número de aciertos en los tests previos podría indicar que son especialmente sensitivos a la percepción extrasensorial.

En la cima del mundo es una novela muy ambiciosa que partiendo de elementos de space-opera y misterio, trasciende estos aspectos de entretenimiento puro y duro para elaborar una teoría de funcionamiento del universo. El objetivo de James Tiptree Jr./Alice Bradley Sheldon no es científico ni filosófico. En absoluto. Lo que busca es la diversión y provocar admiración a través todas las ideas que surgen de su imaginación desbordante. 

Desmadrada, incontrolable, imparable. 

Febril. 

Diarréica. 

Porque yo creo que se ha pasado de frenada. Ese ansia por fascinar y maravillar con mundos y seres fantásticos provoca reserva en el mejor de los casos y rechazo en los demás. Humanos y Tyrenni yendo telepáticamente de un lado para otro por el cosmos infinito. Mentes cabalgando sobre haces de pensamiento generados por conciencias elevadas, atravesando millones de años luz en un abrir y cerrar de ojos. Entidades de tamaño inconmensurable y eternos que siempre han vagado por el espacio. Interfaces hombre-máquina establecidos sobre energía de pensamiento. Mundos virtuales creados por mentes incorpóreas. A mí tanto estupor me ha agotado. Me ha puesto e la defensiva, pensando qué nueva sorpresa me depararía el siguiente capítulo, la siguiente página. ¿Reivindicaciones feministas de las hembras Tirenni para mostrar el absurdo de la desigualdad entre sexos? ¿Por qué no?

Me cuesta creer que esta novela la ha escrito la misma autora que Cantos estelares de un viejo primate, una colección de cuentos que me dejó impresionado y que es el motivo por que he seguido leyendo a Sheldon. Según he podido comprobar tiene sólo cuatro libros traducidos al castellano. El último que me queda por leer también es una colección de cuentos: A diez mil años luz. Después de esta experiencia, me temo que no me voy a dar prisa en hacerlo.

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