Retomo hoy el formato que estrené hace un mes con
Nefando de
Mónica Ojeda. Como en aquella ocasión, se debe a las sensaciones que se me iban generando incontroladamente a medida que leía este libro y que para mi desgracia, se vieron materializadas en cuanto lo hube terminado y pude curiosear qué se decía al respecto por Internet. Empecemos pues.
I. La tramaIsserley es una mujer de aspecto muy, muy raro. Es bajita, de piernas cortas, brazos delgados y cubiertos de cicatrices. Da la impresión de tener algún problema de columna por sus extraños movimientos. Tiene el pelo muy mal cuidado, ocultando una cara que sin embargo resulta dulce y coqueta. Ahora bien, tiene unos pechos espectaculares que luce sin recato alguno mientras conduce por las carreteras de Escocia. Porque si su aspecto es extraño, más extraña es su afición a recoger autoestopistas. Y no cualquier autoestopista. No le interesan ni las mujeres ni los hombres delgados o de aspecto enquencle. Solo ofrece su vehículo a hombres de constitución fuerte, corpulentos, con aspecto de sanos. Cuando se decide a recoger a alguien así, inicia una conversación aparentemente intrascendente con la intención de recabar una serie de datos sobre su pasajero. ¿Tiene trabajo o está en paro? ¿Tiene pareja y/o hijos o está soltero y sin familia? ¿Qué va a hacer en la ciudad a la que se dirige? ¿Lo esperan allí? Los hombres intentan corresponder a la amabilidad de la mujer contestando a sus preguntas. Ella observa además si se están fijando en sus pechos. Si dedice que el autoestopista en un ser solitario sin vínculos con sus congéneres, pulsa una palanca del salpicadero y unas agujas ocultas en el asiento del copiloto le inyectan
icpathua, un sedante muy potente. Una vez el acompañante está fuera de combate,
Isserley pone rumbo a la granja donde vive y una vez allí, entrega a la víctima a sus compañeros, que lo procesarán para obtener su carne.
II. La premoniciónQue nadie piense que he destripado el argumento. Los cuatro primeros capítulos se limitan a repetir la dinámica de los secuestros que lleva a cabo la protagonista con apenas algunas variaciones menores. Pero el hecho de que los autoestopistas son tratados como animales de granja se deja entrever bien pronto, en el capítulo dos. No se trata en absoluto de una revelación final de tintes dramáticos ni catastrofistas.
Bajo la piel es una fábula de ciencia-ficción que pone de manifiesto las perversas contradicciones de la sociedad humana. Son muchos los aspectos que reciben un buen repaso. Capitalismo, consumismo, agotamiento de recursos, brecha social y económica, machismo, discriminación. Eso es innegable, desde luego. Pero también es innegable que todas ellas se articulan sobre la explotación de los animales de granja, cuya carne empleamos para alimentarnos, así como del trato infame, cruel, y despiadado a que los sometemos.
Michel Faber recurre a una especie extraterrestre que, afincada secretamente en nuestro planena, hace con los humanos exactamente lo mismo que los humanos hacemos con los animales de granja. Esclavizarlos, mutilarlos, aislarlos, cebarlos, matarlos y transformarlos en un objeto de consumo disociado de la realidad de que procede. Todo ello para satisfacer un placer que curiosamente, también resulta perjudicial para ellos en tanto en cuanto afecta a su salud. No sé si el autor de origen holandés simpatizará con el veganismo, pero de lo que no cabe duda es de que estamos ante una obra de ficción que solo se puede entender como una herramienta de denuncia. De denuncia de muchas cosas, sí, pero principalmente de la injusticia que supone la ganadería industrial y el consumo de carne. Y quienes no somos nuevos en el activismo pro derechos de los animales sabemos que este enfoque no es muy bien recibido por el público general. Para comprobar si tenía razón o estaba equivocado, nada más terminar de leerlo exploré un poco Internet. Pero sobre eso hablaré un poco más adelante.
III. La obraDesde el punto de vista narrativo la novela es bastante simple. El desarrollo es bastante lineal, con solo algunos
flashbacks para mostrarnos cuál era la realidad de
Isserley en su planeta de origen. Como ya he comentado algo más arriba, en mi opinión no habría sido necesario relatar tantos secuestros, pero tampoco resultan pesados. Los mensajes y los paralelismos que
Faber establece son muy claros y no dejan lugar a interpretaciones rebuscadas. Se critica el antropocentrismo o el capitalismo y sus vergüenzas sin más que mostrarnos una sociedad extraterrestre que ha diezmado su propio planeta y arruinado la vida en él. Existe una sociedad de clases que replica la nuestra, exagerando las diferencias y la brecha entre élites y lumpen. Tanto es así que para escapar a su miserable destino como esclava en las profundidades de su planeta,
Isserley ha aceptado una cirugía que la ha mutilado para parecerse a una mujer, y así poder emigrar al planeta Tierra. Resumiendo, los mensajes no pueden ser más obvios, más innegables. Pero precisamente esa es una de las características más interesantes de la ciencia-ficción especulativa, que es capaz de mostrarnos lo que somos jugando con elementos que están más allá de la realidad física que conocemos del universo.
IV. Las reseñas En
La política sexual de la carne,
Carol J. Adams nos advertía de las estrategias que usa el sistema para debilitar los argumentos que justifican la existencia del movimiento animalista. Una de las más elaboradas consiste en ocultar el corpus literario que difunde sus ideas. La blogosfera y los medios culturales me han dado casos más que suficientes que corroboran dicha afirmación
(1), así pues y por desgracia, no me ha sorprendido ni un ápice haberme encontrado con lo mismo al buscar otras opiniones sobre la que me ocupa hoy. La reseña que hiceran en
El País allá por 2002 solo habla de 'exclusión', 'diferencia', 'jerarquías' y 'capitalismo'. En
Papel en blanco,
Entre montones de libros y
Literatura en los talones no aportan gran cosa en ningún sentido, supuestamente con la noble intención de no destripar la trama. En
Los tipos duros también leen se menciona 'consumo', 'explotación de los recursos', 'vida', 'soledad', 'búsqueda de la identidad'. Ninguna mención a las granjas industriales, donde los animales no ven la luz hasta el momento del transporte al matadero. Sólo en
Por un puñado de libros se indica a las claras el mensaje animalista del libro. Y también en
C, el hijo de Cyberdark, aunque requiere un análisis extra por lo perversa que resulta. En ella se indica que las analogías que se quieren establecer al hablar de derechos de los animales o la crueldad con que los tratamos son, nada más y nada menos que pueriles. En base a qué argumentos se demuestran que son pueriles no lo llegamos a saber, pero supongo que al reseñista no le ha parecido necesario justificarlo con argumentos lógicos, sino que con sus prejuicios debe bastarnos. Ojo, aun así han tenido la honradez de reconocerlas y mencionarlas. De visibilizarlas. Algo que como he podido comprobar casi nadie se ha atrevido a hacer. Pero despachar la que a todas luces es la cuestión principal de la novela con esa condescendencia no habla demasiado bien de la perspicacia del articulista.
Curisamente, el malogrado
Mark Fisher analizaba la película
Under the skin (
Jonathan Glazer, 2013) en su ensayo
Lo raro y lo espeluznante. En realidad la novela de
Faber se emplea como una mera inspiración para el guión del filme. Comparten ciertos elementos clave (el secuestro de autoestopistas por las carreteras de Escocia, una protagonista extraterrestre que se enfrenta a un cuerpo que no reconoce como suyo), pero el mensaje tan frontal y directo del libro se pierde. En su lugar, el director recurre a imágenes inquietantes, elipsis brutales y una abrumadora escasez de diálogos para crear una película espeluznante cuyo significado el espectador deberá deducir. Pero lo que me interesa ahora mismo es el resumen que
Fisher hace de la novela en su ensayo. Lo que otros blogs y medios ignoran, descartan o ningunean (no sé si por incompetencia, malicia o disonancia cognitiva), para él se revela como la esencia de la misma, así que lo indica sin ambages:
«Al poco podemos reconocerla como una sátira de ciencia ficción sobre el consumo de carne y la industria cárnica; así, se exponen y se ridiculizan las incongruencias de la ética carnívora humana cuando los humanos se convierten en presa de comerciantes alienígenas de carne.»
V. CorolarioLa novela fue publicada en el año 2000. Por aquel entonces el veganismo y el movimiento animalista eran muchísimo más minoritarios que ahora. No es que haya habido muchos avances para los animales en estos 21 años, pero al menos el mensaje se está difundiendo, y el hecho de que existan alternativas a la carne de origen vegetal es una clara señal del progeso de estas ideas. Sin embargo
Faber sabía muy bien lo que hacía y empleó las estrategias cognitivas y lógicas de uso habitual cuando se trata de polemizar sobre carne, animales y mataderos. Para empezar, los extraterrestres se refieren a sí mismos como seres humanos y al homo sapiens lo consideran un animal inferior al que denominan
vodsel. Pues bien, hay un personaje que defiende a los
vodsels y denuncia la crueldad del trato que reciben, además de señalar los riesgos que implica el consumo de su carne al no estar adaptada a su fisiología. Ante estas denuncias,
Isserley reflexiona:
«[...] en realidad, los vodsels no sabían hacer ninguna de las cosas que definían realmente a un ser humano. No sabían siuwilar, no sabían mesnistilar, no poseían el concepto de slan. Estaban en un estadio tan primitivo, que no habían alcanzado el desarrollo necesario para usar utilizar el hunsur. Sus comunidades eran tan rudimentarias, que no existían los hississins y parecía que aquellas criaturas no veían la necesidad del chail ni siquiera la del chailsin.»
Pues bien, en 2011
Frédéric Beigbeder escribía en Le Figaro un artículo que tituló
16 raisons de manger les animaux, que ya traje a colación cuando reseñé
Comer animales de
Jonathan Safron Foer. El texto del francés viene a ser un calco de la cita sin más que cambiar algunos verbos y sustantivos para que encajen en conceptos antropocentristas. No se trata de burlarse de
Beigbeder, aunque parece que es lo que está buscando. La intención al referirme a él otra vez es destacar que existen escritores tan lúcidos como
Faber.
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(1) Ver Siete cuentos morales de J. M. Coetzee o La vegetariana de Han Kang