Si eliminamos la introducción, las casi 100 páginas de notas y glosario (no creo que los haya consultado más de tres veces), y 'Los sermones de Mr. Yorick', los nueve volúmenes que en rigor componen Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy resultan ser un libro muy entrentenido y divertido de algo más de 500 páginas, que sorprende por la modernidad de su técnica narrativa y porque se lee con una facilidad pasmosa.
Resultaría muy complicado hacer un resumen exhaustivo de la trama. Poco más o menos se trata de una desbordante colección de historias de todo tipo que giran en torno a un reducidísimo grupo de personajes sacados del entorno familiar del protagonista. Su padre Walter Shandy; su tío el capitán retirado Toby Shandy, y el criado de éste último, el cabo Trim. Hay una serie de secundarios fijos que los complementan. Su madre, Elizabeth Mollineux; el doctor Slop; el párroco Mr. Yorick, y algunos sirvientes de Shandy Hall, la residencia campestre donde trascurre casi toda la acción. El narrador es el propio Tristram Shandy, quien comienza contando su nacimiento, pero con tal lujo de detalles que hasta el volumen III no asistimos al parto. El texto crece en detalles, se enreda con pormenores que dan para varios capítulos, se ramifica haciendonos saltar en el tiempo y en el espacio. Un relato enlaza con otro, se ve interrumpido por uno nuevo con el que se relaciona, sigue expandiendose, extendiéndose, pero curiosamente nunca perdemos el curso de la narración. Laurence Sterne es muy hábil y consigue guiar el desarrollo de los acontecimientos exactamente por donde quiere, sin que en ningún momento tengamos la sensación de habernos perdido entre tanto follaje. Por tanto, por más que parezca que a base disgresiones nos alejemos del objetivo planteado, el autor mantiene el control en todo momento y todos los flecos que hemos ido dejando sueltos en ese aparente irnos por las ramas se cierran impecablemente.
El trasfondo de la novela es humorístico, pero no encontraremos golpes fáciles, sino un ingenio desbordante plagado de sátiras, muchas veces disparatadas, que alcanzan por momentos niveles de absurdo significativos, más aún si nos paramos a pensar que está escrito en torno a la década de los 1760s. A esto se suman las incursiones metaliterarias del narrador/autor, dirigiéndose directamente al lector de su libro de cuando en cuando o referenciando a sus escritores preferidos (Cervantes a la cabeza). Lo mismo se detiene a explicarnos por qué ha preferido posponer un capítulo o cambiar el orden de un par de ellos, que nos recuerda que prometió contarnos ciertas anécdotas y que a pesar de que todavía no ha tenido tiempo para hacerlo, no lo ha olvidado y aparecerán en breve.
No esperaba algo así, la verdad. Antes de empezar a leerlo, me he mantenido alejado de cualquier referencia, crítica o resumen para no condicionarme. De hecho solo sabía que está considerado como uno de los clásicos universales de la literatura de todos los tiempos, pero por lo demás ni idea. Ha sido una experiencia muy gratificante y reconfortante, la etiqueta de clásico universal no se da a cualquier obra y creo que en este caso está más que justificada. La novela resulta muy fresca y actual, super divertida. Quizás he ido retrasando su lectura por un hecho tan simple como que la edición en papel es muy poco manejable, tan terriblemente ladrillo que nunca veía el momento de ponerme con ella. No me suele pasar muy habitualmente, pero me apetece volver a leermelo y eso que no he hecho más que terminarlo. Tenéis más reseñas en El lamento de Portnoy (os la recomiendo, me ha parecido excelente) y La antigua Biblos.
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