Diario del Ladrón es la primera parte de una autobiografía inconclusa(1) en donde Jean Genet nos relata su agitada vida al margen del sociedad. La narración empieza por sus días de vagabundeo por Barcelona y otras localidades de España a pricipios de los 1930s, cuando es un joven de apenas 20 años. Desde ahí traslada sus recuerdos a lo largo y ancho de toda Europa, sin demasiado orden ni concierto: Alemania, Polonia, Bélgica, Holanda, Francia. No hay fechas aunque sí ocasionales referencias temporales (el Berlín de los nazis, el París ocupado). En las páginas finales y de manera anecdótica, nos hace saber que ya ha escrito varias novelas y que ha dejado de tener problemas económicos, así que es de suponer que el periodo cubierto por las mismas abarca más o menos hasta finales de los 1940s.
Si algo transmiten estas memorias es que el autor es plenamente consciente de ser un paria por partida doble: no solo se mueve fuera de las convenciones sociales, malviviendo como un pordiosero, ya sea mendigando limosnas o bien deliquiendo, sino que además su homosexualidad le posiciona en el último escalón de la débil e inestable jerarquía del lumpen. Pero que no haya lugar a engaño, tanto la deslumbrante atracción que siente por mundo del crimen como la exultante intensidad de su sexualidad/afectividad prohibida son partes esenciales de su ser, y sobre ambas establece los principios que rigen su mundo. Sin ir más lejos, la descorazonadora honestidad de sus sentimientos le permiten establecer relaciones muy profundas con los malhechores que forman parte de su entorno más íntimo. Genet no les oculta la pasión y amor que siente por ellos, por su poderosa masculinidad y por sus peligrosos hábitos criminales: robos con intimidación, contrabando de drogas, asaltos a joyerías, prostitución, extorsión a viejas maricas ricas, etc. Los maleantes aceptan al autor sin poner reparos a su orientación sexual, incluso algunos se convierten en sus amantes. No obstante, la durísimas condiciones que impone la vida al margen de la legalidad hacen que nunca se pueda estar seguro de si a la más minima dificultad la traición o la delación va a hacer acto de presencia. Stilitano, Armand, Roger,... cualquiera de sus amigos/amantes/amados y más que ninguno el propio autor se saben protagonistas de un drama en el cual pueden ser víctimas de un golpe perpetrado por sus compinches más cercanos. No es extraño por tanto que en su retorcida escala de valores, Genet considere la traición gratuita como el acto más abyecto y simultáneamente, también el más loable y puro.
Enfrentarse a un libro de Jean Genet es siempre un reto porque este autor es cualquier cosa menos convencional. Por un lado, en cuanto a la forma, tenemos un lirismo desbordado que paradójicamente se emplea en embellecer hechos por lo general muy crudos: la pobreza más terrible, la soledad más angustiosa, el delito más vil. Por otro, respecto al fondo, el marco de referencia de este autor es completamente marginal: sus convicciones, su ética y su lógica subvierten los principios de la sociedad biempensante para transformar en grandiosos todos los actos que aquella considera despreciables. Genet, plenamente consciente de sus orígenes en el arroyo y de sus tendencias perversas opta por la automarginación, sitúandose voluntariamente fuera de un modo de vida que le asquea: el del lector (el 'vuestro'), entendido como el que cumple los preceptos de la ley y el orden, ya sea la escrita o la que mandan los hipócritas dictados morales mayoritarios. La libertad con que ha elegido su forma de vida le permite echarnos en cara nuestras miserias a cada pocos párrafos. Y claro, tener que vérselas con algo así incomoda bastante.
Tenéis otras reseñas en Un libro al día y El placer de la lectura. Al margen de estas dos entradas de la blogosfera, hoy os recomiendo echar un vistazo tanto al artículo La santidad de Genet que Juan Goytisolo publicó en Babelia (sí, sí, ya lo sé, un gran medio y no me gusta enlazar a los grandes medios pero esta vez merece la pena hacer una excepción), como al blog Cosas de Absenta, donde hace un interesantísimo recorrido geográfico urbano por la Barcelona que conoció Genet.
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(1) El propio Genet indica que segunda parte iba a denominarse 'Atentado a las buenas costumbres'
Pedro Juan Gutiérrez: Anclado en tierra de nadie
Hace 2 minutos
3 comentarios:
Gracias por ponerme al nivel de Goytisolo!
@Srabsenta: No hay de qué, la entrada de tu blog lo merece ;)
Lo que mas me gusta de ese libro es cuando describe su vida en la playa de Cortadura entre Cadíz y San Fernando, me hace gracia imaginarme a Bukowski leyendo sobre este pedazo de tierra tan chico que es Cádiz.
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