23 sept 2021

Canto yo y la montaña baila - Irene Solà

No acabo de decidir quién es en realidad el protagonista de Canto yo y la montaña baila. Es verdad que toda la trama gira en torno a la familia compuesta por el campesino poeta Domènec, su esposa Sió y sus hijos Mia e Hilari, que viven en una casa de montaña que se llama Matavaques. Pero tampoco se puede negar la importancia que adquieren en la misma los Pirineos y las historias que han vivido sus habitantes.  

Irene Solà ha escrito una novela cuyos capítulos pueden leerse como relatos cortos interrelacionados, ya sea por la conexión entre personajes o por compartir el lugar en que transcurren. En cada uno de ellos se cede la voz narradora bien a alguno de los componentes de la familia mencionada anteriormente, bien a alguien vinculado con ellos o con los sucesos que les van ocurriendo a lo largo del tiempo en que se desarrolla. No se menciona expresamente pero por los detalles que pueblan el texto me atrevería a decir que abarca desde mediados de los 1960s hasta finales de los 2010s. A la saga familiar se añaden historias en que los Pirineos son la estrella por diferentes motivos, desde el exilio de los combatientes de la II República al final de la Guerra Civil Española, a elementos del folclore y mitología catalana, pasando por jucios a brujas.

Solo se me ocurre una palabra para definir este mosaico en forma de libro que compone Solà: magnífico. La urdimbre que ha tejido es maravillosa y nos la relata haciendonos partícipes de ella, mostrándonos sus efectos sobre los personajes con una habilidad prodigiosa para que así nos enredemos en la misma junto a ellos. Las emociones pueblan las páginas y abarcan todo el rango del espectro humano. La joven autora catalana es particulamente diestra contraponiéndolas, para así evitar caer en el sentimentalismo fácil. De esta forma el amor se enfrenta al egoísmo. El miedo a las demostraciones de valor y de carácter. La alegría a la pena y el dolor. La desesperación a la paz interior. Y su prosa es sencilla, límpia, amable. Como el ideal de la vida humilde y austera en la montaña. Rebosa un lirismo repleto de elementos bucólicos que consigue levantar el espíritu a pesar de que por momentos se narran acontecimientos terribles. El resultado final es tan compacto y todas las piezas encajan con un orden tan natural y bien orquestado que no podemos sino admirarlo. El único pero que le puedo poner es que me ha parecido detectar una sutil glorificación del mundo rural, aunque astutamente cubierta de varias capas de negación y glorificación de la vida rural superpuestas alternativamente. Pero es que hasta en eso hay que reconocerle el mérito a Solà. Como he dicho nada mas empezar este último párrafo, una obra magnífica.

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