5 may 2021

La pesquisa - Juan José Saer

Hay dos hilos argumentales en La pesquisa, que van entrelazándose a medida que van cayendo páginas. En el primero, el comisario Morvan está al frente de una unidad especial de la policía creada expresamente para detener a un asesino en serie que ya ha matado a veintitantas ancianas de París. En el segundo, conocemos a Pichón, un argentino que vive en París y acaba de volver a Buenos Aires después de veinte años de ausencia para resolver algunos asuntos personales. Allí se reune con sus antiguos amigos, que cuentan con él para tratar de determinar la autoría de una novela anónima encontrada entre los papeles de un escritor ya fallecido, y que también formaba parte del grupo de amigos de entonces.

Llego a Juan José Saer a través de las entusiastas reseñas de su obra en Un libro al día. Me pongo a curiosear un poco por Internet y vía Wikipedia me entero de que «tres de sus novelas —El entenado, La grande y Glosa— figuran en la lista confeccionada en 2007 por 81 escritores y críticos latinoamericanos y españoles de los mejores 100 libros en lengua castellana de los últimos 25 años». Así que me decido a poner remedio a esta carencia mía rápidamente con la novela que me ocupa hoy, que es la que he podido conseguir en la biblioteca. Y vaya decepción. No sé las tres mencionadas un poco más arriba, pero desde luego ésta me ha parecido insustancial y prescindible a más no poder.

Para empezar ninguna de las historias tiene apenas interés. No van a ningún sitio, no aportan nada. No son ni originales, ni atractivas ni nada. Son anodinas. La trama criminal está llena de clichés, es insulsa, aburre y es predecible. Y la literaria no tiene ni contenido ni cuerpo. Y la forma en que convergen las dos es simple y ramplona a más no poder. Pero no es en esta tibieza temática donde he encontrado el principal problema, aunque resulte difícil de creer después de la sarta de adjetivos negativos que le he dedicado. En absoluto.

El gran obstáculo que he encontrado es el estilo de Saer, insoportable para mi gusto. Frases larguísimas llenas de yuxtaposiciones y subordinadas de relativo que describen el entorno y dan detalles sobre cosas o ideas sin ninguna relación con la trama. Párrafos enteros con cero información de interés para la acción y en los cuales el autor se va por las ramas a nivel bosque milenario de secuoyas. Hay algunos temas recurrentes que a pesar de su absoluta falta de relación con las historias, se repiten una y otra vez a lo largo de todo el texto. El invierno en París, por ejemplo. La nieve, el frío, la falta de luz habitual en esta estación. Detalles triviales que se incrustan decenas de veces y después de los cuales se revela algún ínfimo detalle del asesino psicópata. Y en Buenos Aires la descripción de la terraza de un bar donde se han reunido los amigos a charlar rellena páginas y páginas en las que no hay nada que merezca la pena saber. Una vez he detectado estas características tan molestas me he dedicado a saltar párrafos casi enteros. Más que leer, parecía que estaba haciendo un análisis sintáctico exprés, buscando la esencia en el sujeto, verbo y complementos de la oración principal y eliminado silos enteros de paja sobre la cerveza (sabor, temperatura idónea, la cantidad de espuma tolerable para considerar que se ha tirado bien), las tapas y raciones que se han pedido para cenar, el color de las camisas que llevan puestas los personajes y cómo el sudor lo altera, o unos insectos nocturnos que revolotean en el cielo nocturno del final del verano. Y como éstas, decenas más.

Por si todo esto fuera poco (tres cuartas partes del total, tirando por lo bajo), Saer emplea con profusión dos de los virtuosismos estilísticos que más detesto. Por un lado las frases comparativas de inferioridad: «le producía menos inquietud que una repulsión vaga y persistente»; «apreciaban menos la justicia que las jerarquías»; «menos escandalizado que alerta»; «le parece adivinar menos hipocresía o interés que la búsqueda (...) de una razón». Por otro las frases en las que elementos gramaticales negativos (adverbios, preposiciones) modifican un verbo de significado negativo. «Sin estar enteramente en desacuerdo»; «no se abstenía de emplear la tortura»; «no carecía ni de perspicacia ni de exactitud». Que conste que a mi estas construcciones me parecen alternativas perfectamente válidas para otorgar  variedad al discurso, pero para mi gusto abusar de ellas vuelve el texto retorcido y denso.

¿Y qué hago yo ahora con este escritor? ¿Me atreveré con alguna de las tres novelas que en 2007 los críticos consideraron entre las cien mejores escritas en castellano en los veinticinco años inmediatamente anteriores? No lo tengo del todo claro, la verdad. El libro incluye al final una pequeña semblanza del autor en la que se comenta que junto con Onetti, Saer es el escritor rioplatense más influído por Faulkner tanto en los espacios ficcionales (personajes y localizaciones recurrentes), como en «la prosa trabajada, de oraciones largas, (...) combinandola con detalladas descripciones de los espacios y acción narrativa». De Faulkner solo he leído Santuario y no recuerdo una prosa cargante ni frases largas. De hecho me gustó bastante así que dudo mucho que tuviera ninguna de esas características. En todo caso es probable que no tenga suficiente base para opinar. Pero los Cuentos de Santa María de Onetti me resultaron insoportables justo por las razones mencionadas. El panorama no me invita a repetir, las cosas como son. Aun así no descarto volver a intentarlo a medio plazo, pero cuando eso ocurra no pienso darle tregua.

7 comentarios:

Palimp dijo...

Cuidado donde aterrizas porque Saer tiene algunas novelas que son puro experimento y todo eso que odias. Yo he leído dos y no leo más. Me gustó su prosa pero su lectura se me hizo larguísima.

ToniLV dijo...

De Saer sólo leí "La ocasión", premio Nadal del ochentayalgo, y de la que guardo un buen recuerdo.

elsa martinez bermudez dijo...

Yo leí este que usted reseña y tampoco me gustó.

Dr. Fabián dijo...

Es que es muy difícil llegar a Saer sin saber que escribe esas frases, así, largas y por momentos geniales, a mi entender, pero que te hacen ardua la lectura. No leí esta novela, pero el autor es así. No insistas. Hay cosas de las que uno simplemente se queda afuera.

Cities: Moving dijo...

Gracias a todos por vuestro comentarios. La verdad es que me fio del NO mayoritario a Saer. De momento ni me planteo repetir con su obra, pero a saber qué pasará a medida que pasen los meses. Habiendo tanto por leer, muy probablemente seguirá la estela de Onetti, con quien nunca me he planeado volver a intentarlo.

Marcelo Zuccotti dijo...

He leído varios títulos de Saer: 'Nadie, nada, nunca', 'Glosa' y a mi parecer el mejor, 'El entenado' -que sugeriría por si deseas reincidir-.
Hay algo que debieras saber. Ninguna de las historias que narra importa demasiado, aunque a veces alude a ciertos detalles del entorno que intentar situar al lector respecto de la época. Pero en general, describe la misma escena desde distintos puntos de vista, según los personajes que participan, con lo cual construye el relato desde ellos y no desde un narrador.
Por otra parte, lo importante en Saer es la utilización del lenguaje y la sintaxis -probablemente eso que tanto te molesta-.
En esta Argentina en la que vivo -o padezco, como quieras- es un autor de culto, aunque no popular. Es el penúltimo de los más reconocidos; el que le siguió fue Piglia. Saludos.

Cities: Moving dijo...

@Marcelo Zuccotti: Gracias por tus recomendaciones pero como bien apuntas, el problema que tengo con Saer es su estilo. Sin duda doy más importancia al mensaje/ideas/imágenes/trama que a la exquisitez de la prosa. Lo ideal desde luego sería una mezcla de ambas, pero en Saer desde luego no hay más que barroquismo y gongorismo para el goce masturbatorio del autor y todos aquellos a quienes les guste esta forma de escribir. Así que no creo que lo vuelva a intentar con él (véase si no el caso Onetti).

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