2 ene 2022

Vozdevieja - Elisa Victoria

Dos capítulos me han bastado para descartar Vozdevieja. Ya lo tenía claro con el primero y lo vi venir con una breve introducción que a modo de prefacio da voz a la protagonista cuando tiene tan solo cuatro años. Ahí podemos leer perlas del tipo «Yo tengo mi propia habitación. Eso me hace sentir culpable. Un lujo desagradable». Algo así, antes incluso de empezar la novela, ya adelanta la nula credibilidad de la narradora en primera persona. Cuatro años, no lo olvidemos. Cuando Elisa Victoria da por comenzado el libro, la narradora tiene ya nueve años y como era de esperar, continúa haciendo uso de unas capacidades cognitivas y del lenguaje totalmente inverosímiles para la edad que tiene. «Cuando estoy sola siento que soy yo misma, pero tengo que luchar contra el abismo de libertad y terror que se abre sobre el suelo que piso», dice nuestra querida Marina, que así se llama esta niña tan culta y tan sabihonda. Visto ese derroche intelectual a tan joven edad, supongo que hacia el final del libro será capaz incluso de continuar el trabajo de Ludwig Wittgenstein donde él lo dejó.

La total falta de verosimilitud de la narradora ha sido más que suficiente para que pierda el interés desde el principio. Pero es que aun así hay más características que me han provocado rechazo. Para empezar, la accion transcurre en Sevilla en el verano de 1993, así que Victoria inunda el texto de refencias culturales ancladas en ese momento del tiempo con una clara intención nostálgica. Por lo menos ha tenido la coherencia de centrarse en juguetes, series infantiles de TV y dibujos animados, que sería lo de esperar en una protagonista que no tiene ni diez años. Esto cabe la posibilidad de que cree un vínculo emocional con aquellos lectores que fueron niños en esos años, pero en el resto de nosotros tiene muy poco o nulo interés. Y para continuar, ya como último incoveniente que me ha hecho torcer el gesto antes de terminar el segundo capítulo, tenemos otro caso de vanidad desmedida, tan frecuente en escritores en la treintena: ocurre que Marina, con nueve añitos, no solo sabe que Jesús (Jess) Franco hace películas de bajo presupuesto sobre vampiras lesbianas, sino que además lee a escondidas comics underground para adultos, de ahí que sus autores favoritos son (lista incompleta): Liberatore, Tamburini, Manara, Nazario, Charles Burns, Robert Crumb, Horacio Altuna, Max, Silvio Cadelo, Moebius, Crepax, Toshio Saeki, Richard Corben y Otomo (el de Akira, como nos aclara convenientemente por si no lo sabíamos). ¿Tienen lo uno o lo otro interés para la trama, o son meras exhibiciones de conocimiento para (supuesta) mayor gloria de la autora? Mi opinión es que algo así no tienen ningún sentido en una narración. Es paja. Sobra. Es prescindible y no debería aparecer. Quizás sea un poco atrevido por mi parte hacer esta afirmación habiendo leído apenas unas páginas y podría estar equivocado. Pero me da que no.

En resumen un despropósito que a nivel narrativo se encuentra a miles de años luz de lo que yo considero que merece mi tiempo y atención. La siguiente novela de Victoria, El evangelio, aparece en la lista que en Esquire han hecho con lo mejores libros de 2021. Desde ahí llegué yo hasta la que me ocupa hoy, pero después de semejante descalabro y con todo lo que hay por descubrir, veo prácticamente imposible darle otra oportunidad a esta escritora.

2 comentarios:

Varado en la llanura dijo...

Coincido contigo al cien por cien, no la pude acabar. Una narración no se puede sostener solo con nostalgia. Aunque tuvo mucho menos éxito, por entonces salió "Ramona" de Rosario Villajos y me pareció una lectura más provechosa. Pero en fin, a veces no sabe uno cómo acertar.
Saludos.

Cities: Moving dijo...

@Varado en la llanura: Me quedo más tranquilo sabiendo que no soy el único que no ve la 8ª maravilla del mundo en este libro, gracias por comentarlo. En realidad me ha pasado igual que hace un año con Nefando de Mónica Ojeda, solo que por suerte esta vez lo he tenido más claro y he pasado de terminarlo. No lo he dejado a la segunda frase per sí al segundo capítulo, ¡todo un logro!

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