15 ene 2014

Cementerio de las Naranjas amargas - Josef Winkler

Por lo que respecta a Josef Winkler, catolicismo, Austria y la vida rural en Carintia (Kärnten) suponen la manifestación verdadera de la maldad. El protagonista/narrador en primera persona de Cementerio de las Naranjas amargas se encarga de dejarnos bien claro a lo largo de casi 500 páginas el efecto aniquilador que las doctrinas de la iglesia católica tienen sobre el ser humano. Cómo lo destruyen, humillan y anulan, cómo lo torturan, vapulean y maltratan, física y psicológicamente.

El libro es difícil de clasificar. No es una novela desde luego y su componente autobiográfico es bastante evidente. Se divide en tres bloques, siendo el de mayor peso el central, donde el autor/protagonista, huído de ese país que tantísima repulsión le provoca, vive en Roma como huésped en casa de una joven divorciada. En la ciudad eterna se dedica a pasear, tomar notas en su inseparable cuaderno y escribir, que es su verdadera pasión. Durante la escritura nos revela tanto su vida en la gran ciudad como su pasado en Kamering, Carintia y Austria. Las secciones en torno a este núcleo principal se componen de breves relatos (apenas una página en la mayoría de los casos), en forma de crónica negra de sucesos aderazada siempre con una plegaria católica tomada de alguna de las estampitas de su abuela. El formato viene a ser algo así como:
Apertura: Descripción de cómo algún desgraciado habitante de Roma, Palermo o Nápoles se ha despeñado volviendo de una romería/ha sido atropellado por un borracho/su padre depresivo le ha pegado un tiro para volarse la tapa de los sesos después/es aplastado por una pared durante un terremoto/se ve abocado al suicidio por maricón/se ve abocada al suicidio por quedarse embarazada siendo soltera (muerte del recién nacido incluída)/etc. Cierre: Súplica copiada de alguna publicación católica cogida de la iglesia de Kamering, su pueblo natal. Por ejemplo: ¡Oh Jesuscristo señor nuestro que sufriste por nosotros y diste tu vida por nuestra salvación eterna! ¡Arráncame los ojos y desóllame a latigazos si ves que me dejo tentar o que mis manos no son dignas de limpiar tus excrementos, etc.!
El resultado de exponer la desgracia y la plegaria seguidamente es demoledor. Tanto es así que por triste y desagradable que nos pueda resultar el accidente o el crimen relatado, leer a continuación esas infames letanías resulta como un mazazo: ¿es ésta la solución que proporciona el catolicismo a la miserable vida que él mismo ha encargado de crear en la Tierra? Desde luego si la idea es transmitir un poco de la angustia que debió sufrir durante su infancia y juventud en Austria, creo que conmigo lo ha conseguido. Claro que el cuerpo del libro en la parte central no es que sea más agradable, porque sus aventuras en Roma se desarrollan en torno a los más marginados: mendigos, pordioseros, chaperos, travestis, inmigrantes ilegales, gitanos, etc. que malviven entre la estación Roma Termini y la Piazza del Cinquecento. Sus días transcurren entre escarceos sexuales con golfillos norteafricanos o guapos jóvenes italianos, una enfermiza obsesión por las carnicerías de los mercados romanos con repugnantes descripciones de su actividad y de crueldad con los animales, una patológica búsquedad del dolor y la muerte en las calles de Roma, ya sea de personas o animales. Si evoca su país de origen, es para hacer una restrospectiva de la vida en familia y en Kamering cuando era un crío, las miserias y ruindades extremas de los habituantes del pueblo, jóvenes que se quitan la vida porque no soportaban más esa existencia, la narración de malos tratos a niños y abusos a animales de granja o salvajes, etc. etc. Todo ello siempre con el catolicismo de fondo (un crucifijo en la pared preside la humillación a la criada, una oración antes de la paliza, una reproducción de alguna madonna famosa sobre la cama observa en silencio como blasfema al masturbarse, un rosario que cuelga de una silla mientras un vecino se ahorca) y puntuales menciones al pasado nazi de su país.

¿Y qué consigue con esto? Bueno imagino que para el autor liberarse de tantísma mierda al ponerla en negro sobre blanco habrá tenido un efecto catártico, ¡bien por él! Para el lector, incluso para aquellos como yo que estamos de su lado y pensamos que efectivamente el catolicismo es una de las más arteras manisfestaciones del mal, la verdad es que el efecto es agotador. Sí, sí, cansa, agota, empacha, debilita. Encontrarte página tras página con variaciones contextuales del mismo relato de dolor, sufrimiento y muerte se hace insoportable. Con un 30-40% menos de cada uno de ellos la idea hubiera calado por igual, pienso yo. Por tanto, en mi caso la impresión es que al final el mensaje pierde intensidad y efectividad. Hay momentos en que casi consigue el efecto contrario, esto es, que te entren ganas de decirle que quizás parte de la culpa de su situación se debe a su pasividad, a no haber sido capaz de reaccionar y plantar cara a la injusticia, ya venga de la sociedad embrutecida o la iglesia católica. Aunque quizás no es posible esta alternativa porque Austria es así de atroz. Lo cierto es que ni Thomas Bernhard ni Elfriede Jelinek tiene mejor concepto de su propio país que Winkler.

Resumiendo, si os animáis a leerlo, mi recomendación es que os lo toméis con calma. Otras reseñas en El hundimiento de Kovalski y en Espéculo. Revista de estudios literarios de la UCM.

3 comentarios:

MenteLectora dijo...

Si bien el tema de fondo me gusta, y sobre todo la crítica al catolicismo -aunque yo metería a todas las religiones en ella-, el caso es que no me convence el libro. Por todo lo que comentas. Creo que sería pesado para mí y que con medio libro estaría más que saciada. De todas formas si le ha servido al autor, escribir esto para desahogarse, bien por él.

el convincente gon dijo...

Una reseña excelente para hacerse una idea del contenido del libro, sí señor.

Cities: Moving dijo...

@Bea Mendes: Yo tb. creo que todas las religiones tienen lo suyo, no obstante como no soy ningún especialista en las demás, me considero capacitado para criticar con fundamento únicamente a la católica, que es la que me ha tocado padecer.

@el convincene gon: Me alegro de que te haya gustado. Muchas gracias!

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