Erika Kohut es una pianista frustrada cuya carrera como solista no despuntó y tuvo que dedicarse a la enseñanza de este instrumento. A sus treinta y muchos años nunca ha tenido una relación sentimental porque su castrante, controladora y posesiva madre se ha cuidado siempre muy bien de mantenerla alejada del mundo y centrada exclusivamente en su profesión. Sin embargo uno de sus alumnos más aventajados, Walter Klemmer, de veintipocos años, se enamora perdida y obsesivamente de ella. El desinterés de Erika en ceder a su conquista no hace sino reforzar sus ánimos. Madre e hija son conscientes de las intenciones del joven universitario, las cuales es obvio que la protagonista no podrá resistir eternamente.
Elfriede Jelinek nos ofrece en La pianista el retrato de una de las relaciones madre-hija más insanas y tóxicas que se hayan podido escribir nunca. No cabe duda de que la dinámica interpersonal de las familias tiene tendencia a ser difícil y complicada, pero lo que leemos en esta novela es una hipérbole patológica de lo perversas que pueden llegar a ser. El desarrollo como persona de la protagonista ha sido cercenado por su progenitora desde que era una cría. Su obsesión en que ella triunfe en el mundo de la interpretación musical no es sino una mezquina táctica de compensación psicológica ante su propio fracaso. El férreo dominio que realiza sobre la vida de su hija, anulando toda posibilidad de expresión de su verdadero ser, crea un monstruo incapaz de ser feliz cuya existencia se reduce a mil formas inimaginables de sufrimiento.
El día a día de Erika consiste en chantajes emocionales, humillaciones y abusos verbales y físicos procedentes de quien la naturaleza y la sociedad afirman que debería ser la persona que más habría de querernos. La frustración (no solo sexual, que también) de la pianista se manifiesta a través de la violencia, no solo hacia lo demás (alumos, compañeros de conservatorio, simples desconocidos) sino también hacia sí misma mediante la autoagresión. A esto se suman parafilias sexuales y comportamientos límite en entornos sociales marginales. Incursiones nocturnas en el Prater para practicar el voyeurismo, visitas a peep-shows o cines porno en los peores barrios de Viena y prácticas sadomasoquistas o de bondage parecen ser la única vía de escape al dolor de una vida cuyo goce le ha sido negado. Y naturalmente para lograr rascar una hora al día y poder llevarlas a cabo sin que su madre lo descubra no le queda más opción que mentir, engañar y manipular a su reducido entorno personal, provocando de esta manera una espiral de depravación moral de la que no hay salida posible.
Tengo este libro pendiente de leer desde hace años, pero las referencias a la brutalidad de la adaptación a la gran pantalla que Michael Haneke realizó en 2001 no eran de mucha ayuda. Es cierto que la historia narrada por la premio Nobel de 2004 es extremadamente dura y desesperanzadora. No obstante, no creo que sorprenda a quien sea conocedor de su obra. Para empezar tenemos la abyección que rodea a los Kohut: por si no fuera bastante con la dinámica enfermiza entre madre e hija, recluyeron al padre en un centro psiquiátrico para pacientes incurables. Sin duda este panorama atroz no es sino una crítica contumaz a la familia y a la hipocresía que existe en torno a la institución que se considera pilar básico de la sociedad contemporánea. Pero es que el matrimonio y en general todos los estamentos sociales, que consideran que el papel de la mujer ha de ser el de sumisión al hombre, no salen mucho mejor paradas, para qué nos vamos a engañar.
A pesar del estómago y buenas tragaderas que la trama exige al lector, la prosa de Jelinek es arrebatadora. Con frases cortas de una precisión intachable el texto va desgranando las miserias, desgracias y vilezas de Erika. El lenguaje es tremendamente crudo y soez cuando trata temas sexuales, algo a lo que ya nos debería tener acostumbrados. Sin embargo la redacción aséptica nos indica que la intención no es molestar o desagradar, sino más bien deslumbrarnos al mostrar la realidad de la protagonista sin eufemismos ni medias tintas. De todas formas, lo que sin duda alguna más me ha soprendido es que entre tanto horror aparecen con mucha frecuencia elementos humorísticos desde una desvergüenza incontestable. Enfrentando puntos de vista diametralmente opuestos, la autora austriaca combina reflexiones de alto nivel estético e intelectual con actos y deseos prosaicos y egoistas. El efecto final es como una bofetada que aturde al lector: por un lado resulta imposible no reconocer la belleza e inteligencia que destilan los primeros; por otro, sería deshonesto con nosotros mismos no admitir lo humanos y cercanos que nos resultan los segundos. En definitiva, una novela extraordinaria, muy arriesgada pero muy necesaria a la vez. Hará las delicias de todos aquellos aficionados a las vidas extremas y a la crítica social más descarnada. Lo que viene siendo marca de la casa, vaya. Podría seguir cantando más alabanzas de este libro, pero prefiero cerrar la reseña recomendándolo sin reservas. Tenéis más reseñas en Crítica de libros, Voz de mujer y El blog del cresta.
Trilogia de la Terra Fragmentada - N.K. Jemisin
Hace 7 horas
4 comentarios:
Pues resulta que la adaptación la vi hace años y no tenía idea de que se tratara de una. Me lo apunto, suena bastante bien.
@Mente Lectora: Pues yo lo que tengo pendiente es ver la peli. Supongo que una vez leído el libro ya me espantaré tanto como amenazaban las reseñas. Espero que te guste, a mi me ha parecido impresionante.
La peli era famosa por provocar desmayos y abandonos, en especial por una escena con bañera y cuchilla. Recuerdo que a mí la acumulación de parafilias, humillaciones y atrocidades me acabó pareciendo un poco cómica (¿no dice Haneke que hace comedias, o me lo estoy inventando?). Isabelle Huppert debio de ser tan feliz haciéndola como tú leyendo el libro.
@el convincente gon: Conozco a la perfección ese momento límite en que la acumulación de drama es tal que deja de parecer creíble y te provoca la risa. Recuerdo estar viendo la Las colinas tienen ojos (el remake de 2006) y estallar en carcajadas en una de las escenas más supuestamente terribles: la violación de una de las protagonistas por parte de los psicópatas mutantes inbreeds en la autocaravana. Hay que ser muy buen director para poder mantener momento dramático durante casi cinco minutos sin que aburra o provoque el cachondeo.
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