Pearl es una joven de poco más de veinte años que conoce a Walker, un hombre maduro muy rico que se enamora de ella. Como nuestra chica está bastante perdida (su madre acaba de morir y no tiene más familia, lleva apenas una semana casada con un joven sin futuro), Walter se la lleva a su isla privada, donde vivirá en el caserón construido por su abuelo, el fundador de la dinastía. Allí compartirá vivienda con Thomas, el hermano de Walter, cuyo carácter altruista le lleva a acoger niños con problemas de adaptación y a darles toda la libertad y el cariño que necesitan. Pearl empezará a sentirse asfixiada desde el primer momento por el entorno tan reducido en que se ve obligada a vivir. Cuando comienza la historia acaba de tener un bebé y ha huído con él a Miami. Alcohólica y deprimida, su pareja pronto dará con ella y la hará volver a la isla de Hart, donde las cosas no mejorarán demasiado que digamos.
El hijo cambiado es la segunda novela de Joy Williams, que por lo que podemos leer en la ficha editorial y el prefacio, ha sido considerada su obra maldita durante mucho tiempo. No me extraña, la verdad. Sin ser mala novela, hay que reconocer que no es precisamente unas castañuelas. Para empezar la protagonista y narradora es alcohólica y está deprimida, desorientada, perdida. No sabe qué hacer con su vida, pero no soporta dejarse conducir ni la posición tan aparentemente cómoda a la que ha llegado. Su familia política es muy desafecta y prácticamente la ignoran. Los niños que pululan descontrolados por la isla y se van renovando a medida que entran en la adolescencia establecen un vínculo especial con Pearl, pero ella apenas los aguanta. Y tampoco hay mucho más que contar, no hay una evolución significativa en los personajes. Solo un gran nubarrón negro que cubre toda la acción debido al estado psicológico de la protagonista. La visión que nos da de lo que ocurre es borrosa y está empañada por efecto del vodka, el vino o la ginebra que bebe desde primera hora del día.
Se podría decir que la narración se divide en dos grandes bloques. El primero hasta el nacimiento de Sam, su hijo, que se usa para ponernos en contexto y se cierra con un golpe de efecto de intención mágico-catártica. El segundo transcurre siete años después y entra de lleno en el vórtice destructivo que es la vida de Pearl. Sinceramente me resulta difícil de creer que en ese periodo tan largo no haya habido más que alcohol y depresión en la vida de la protagonista. No digo que algo así no pueda darse, pero para dar credibildad a la trama yo habría necesitado algunos contrapuntos. Estamos hablando de una persona que se pasa siete años deprimida y emborrachándose a diario. Es que ya solo a nivel físco y de salud me hace falta un ingreso en un hospital o un intento de suicidio. Pero no, ella se limita a coger cogorzas todos los días y a quejarse de su existencia. Luego tenemos la presencia de esos críos difíciles y pseudoasilvestrados. La constante idealización de la infancia que se quiere transmitir se me ha hecho muy cansina. Todo el potencial que pueden desarrollar, el ansia de saber, la curiosidad, bla, bla. Lugares comunes bienintencionados. ¿Y la crueldad, la desubicación o la dependencia propia de los niños? ¿Eso no cuenta? Su participación en la acción y los diálogos aporta la incoherencia propia de quienes no pueden alcanzar a comprender la mezquindad adulta. En ese sentido Williams se muestra especialmente habilidosa y verosímil, pero en cualquier caso no me ha resulta de interés. Sin duda se debe a que la psique infantil nunca me ha atraido lo más mínimo y siempre he tenido una opinión bastante pobre de los niños como personajes de novelas. Los últimos dos o tres capítulos son un desbarajuste lisérgico y experimental donde no se sabe si los pequeños están sacados de El señor de las moscas del William Golding o ¿Quién puede matar a un niño? de Narciso Ibáñez Serrador. En definitiva, la idea general es la de despropósito, un despropósito extraño y muy bien contado, pero despropósito al fin y al cabo. Sea cual fuera la intención de esta autora al escribir la novela, a mí se me ha escapado. Con todo me lo he terminado sin demasiados problemas, pero puesto que no sé muy bien qué he leído, no me atrevería a recomendar esta novela a nadie. Tenéis más reseñas en El momento de Raquel, Je dis ce que j'en sens y Página 12.
Trilogia de la Terra Fragmentada - N.K. Jemisin
Hace 5 horas
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