Desorden moral es mi toma de contacto con la obra de Margaret Atwood. A pesar de los múltiples premios que tiene a nivel mundial (Príncipe de Asturias de las Letras de 2008, sin ir más lejos), yo la he conocido hace apenas un par de años a través de la adaptación que HBO ha hecho de su novela distópica El cuento de la criada. Me encontré con este libro en La Casquería del Mercado de San Fernando de Madrid y como en la contraportada se indicaba que era una novela que podia verse también como una colección de relatos cortos, no me lo pensé demasiado ya que la narrativa breve es mi manera preferida de abordar a un autor que desconozco. Una vez terminada la lectura no me queda más opción que rendirme al increíble talento de la escritora canadiense y admitir que ésta es una de las ocasiones en que los premios literarios son un justo reconocimiento a una gran capacidad artística.
Efectivamente estamos ante una colección de relatos que tienen como protagonista a Nell. En las once piezas que la componen iremos adentrándos en la vida de esta mujer desde que es una niña pequeña a finales de los 1940s/principios de los 1950s, hasta cuando ya anda por los sesenta y muchos. Atwood obliga al lector a prestar atención a lo que lee si quiere hacerse una idea global de la narración entendida como novela. Para empezar, la secuencia cronológica que siguen los cuentos/capítulos no es lineal. Sin ir más lejos empezamos conociendo a Nell siendo una anciana para toparnos en el segundo relato con una cria de nueve años que se ve conmocionada por el embarazo de su madre y la próxima llegada de un hermanito (que será hermanita). A partir de ahí sí hay cierta linealidad aunque bastante difusa. Llega un momento cuando ella es una mujer joven en que el contexto temporal se difumina y no siempre es posible precisar en qué instante de su vida están ocurriendo los acontecimientos. Pensándolo bien podría decirse que la madurez es ese estado en que los sucesos se acumulan y entremezclan año tras año, haciendo que la fecha exacta en que tienen lugar pierda importancia. La escritora canadiense tampoco nos da mascado el contexto familiar, lo que nos exige ir atando cabos a medida que van cayendo las páginas. Hasta el capítulo tres yo no he empezado a tener la impresión de que estábamos ante una histora centrada en un único personaje. Incluso hay ciertos factores que me han hecho dudar, como la aparición casi testimonial de un hermano mayor en tan solo un par de menciones, que me invitaba a pensar también en un posible narrador no fiable.
Las historias que Atwood nos cuenta sobre Nell son de una cotidianeidad abrumadora y tienen validez universal. Celos infantiles por un lado, rebeldía y actos desconsiderados propios de la adolescencia por otro. Inseguridades en adultos jóvenes y conflictos en la madurez, ya sea con amigos, parejas o familia; problemas con parientes enfermos o padres ya ancianos. En los once relatos se asiste a una colección de situaciones en las que todos nos vamos a ver reconocidos en mayor o menor medida. Y en el caso poco probable de que no sea así, es solo cuestión de tiempo que nos toque la papeleta. En ese sentido me ha recordado a su compatriota Alice Munro en títulos que tienen un planteamiento muy parecido: La vida de las mujeres y en menor medida, La vista desde Castle Rock. Por otro lado la prosa de esta autora es directa, sencilla y totalmente accesible. El texto se asimila con tal naturalidad que la sensación es la de estar asistendo a un relato oral. Atwood consigue transmitir las ideas e imágenes con una habilidad pasmosa. Por ejemplo en el cuento que da título al volumen, se muestran las contradicciones a que se enfrenta el ser humano por críar animales para usarlos como alimento. La protagonista se ve vapuleada por el espanto que le supone tener que llevar un cordero al matadero y contemplar personalmente el horror que supone la mera existencia de unas instalaciones concebidas con ese fin tan abyecto. Sin embargo poco después y tras un magistral ejercicio de cinismo que se lleva a cabo a diario por casi toda la humanidad, termina disfrutando de unas deliciosas chuletillas junto con su familia. ¿Qué se puede hacer ante algo así, sino admirar su tino? Tenéis más reseñas en Lecturas errantes, La tormenta en un vaso y Cuentos pendientes. Por una vez y sin que sirva de precedente, la opinión respecto a este volumen es unánime.
Trilogia de la Terra Fragmentada - N.K. Jemisin
Hace 2 horas
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