Sir Giles Lynchwood, diputado por South Wordfordshire, se casó con Lady Maud Handyman por intereses puramente económicos. Ella también, pues la fortuna de Sir Giles le permitiría mantener la histórica residencia Handyman Hall. Pero como única desdenciente viva de una familia de más de cuatro siglos de tradición, tenía también en mente perpetuar la estirpe. Cosa que la noche de bodas ya se manifestó claramente imposible debido a la afición de su recién estrenado marido por la sumisión, el bondage y el role-playing. Tras años de no tener contacto conyugal y una relación que se reduce a habitar en la misma mansión, ambos emprenden un plan para conseguir el divorcio en las condiciones que les resulten más ventajosas indivudualmente. Lady Maud intentará descubrir el nombre de la amante de su esposo con ayuda de Blott, el jardinero de orígenes poco claros que vive con ellos desde que Handyman Hall se usó como campo de concentración para prisioneros de guerra italianos durante la II Guerra Mundial. Por su parte y gracias a su influencia en el gobierno de la nación, Sir Giles conseguirá que se apruebe un proyecto de autopista a Gales que pase por sus tierras, consiguiendo así una jugosa indemnización por la expropiación de los terrenos. Lady Maud se tomará la construcción de la autovía como un ataque personal contra todo su linaje. Para evitar esta catástrofe histórica, usará todas las tácticas a su alcance contra el delegado asignado por el Ministerio de Medio Ambiente, el anodino funcionario de carrera Dundridge.
Tom Sharpe es un valor seguro. Como ya he comentado en las otras dos novelas que he leído desde que tengo el blog (Los Grope y La gran pesquisa), todas sus obras comparten una serie de características que le han servido para crear un estilo personal muy fácil de identificar. Y El temible Blott no es una excepción. Para empezar los personajes son estereotipos extraídos de la sociedad británica y magnificados hasta la hipérbole. La nobleza rural tradicional, la clase alta, la clase obrera, los funcionarios del gobierno. Además, todos y cada uno de ellos destacan sobre la media de la población ya sea por sus rasgos físicos, un pasado turbulento o aficiones privadas que en muchas sociedades se considerían delito. Naturalmente las rarezas son un pozo inagotable para generar conflictos y provocar las carcajadas. No podemos olvidarnos tampoco del sexo, cuanto menos convencional mejor. Los fetichismos siempre han dado mucho juego al autor de Wilt, personaje al que resulta imposible evocar sin una muñeca hinchable entre sus brazos. Y por supuesto, un ritmo agotador y una acción imparable. Demoliciones descontroladas de villas declaradas monumento histórico, bombardeos con artillería de la II Guerra Mundial o muertes bajo las zarpas de una manada de leones se suceden en una trama que no da ni un segundo de descanso al lector.
No puedo decir que no me lo haya pasado bien con este libro. Siempre he sido muy fan de este escritor británico y he conectado muy bien con sus estrategias para hacer reír. No obstante tengo que reconocer que de tanto leerlo, ha dejado de sorprenderme. Lo que antes me generaba risotadas incontenibles con posible expulsión de saliva (y el consiguiente bochorno si ocurría en público), a estas alturas se ve reducido a sonrisas mordaces de apreciación, fácilmente reconocibles porque tuercen el lado izquierdo de la boca hacia abajo y dejan el derecho intacto. Todo lo cual viene a decir que es muy probable que mantenga el ritmo actual de una novela de Sharpe cada tres o cuatro años. Tenéis más reseñas en Literatura de humor y Crítica de libros.
Pedro Juan Gutiérrez: Anclado en tierra de nadie
Hace 7 horas
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