El escucha Bassenknack va a realizar su primera misión pero debido a las estrictas medidas de seguridad existentes en el Tercer Pentágono, no logra conocer las instrucciones exactas del cometido que le ha sido asignado. El espionaje, el contraespionaje, el secretismo, la burocracia y el escrupuloso respeto a las jerarquías le obligan a recorrer el Edificio una y otra vez, saltando de un despacho en despacho, de un negociado a otro, de departamento en departamento, para de esta forma tener acceso a la esquiva documentación que recoge el objetivo de su misión.
Memorias encontradas en una bañera es un texto de inequívoca inspiración kafkiana cuya finalidad no es sino mostrar ciertas características de la sociedad que son contrarias a la lógica. La existencia humana convertida en un infierno debido a la propia estupidez humana y las limitaciones de nuestra forma de ser. Por supuesto en este tipo de obra alegórica las interpretaciones pueden ser múltiples. Para empezar, sabiendo que Polonia era un país en la órbita de la URSS en el momento en que Stanisław Lem escribió este libro (1961), no resultaría extraño pensar en que detrás hay también una crítica a la Nomenklatura, el Apparátchik y su vicios: burocracia estatal, inmovilismo, secretismo, subordinación, servilismo, terror institucional, etc. Hacer que la historia transcurra en el emblema de los servicios de inteligencia estadounidenses pudo tratarse de un golpe de efecto necesario para no llamar demasiado la atención a la censura.
El contexto en que se sitúa la acción tiene mucho de distópico. Lem abre la novela con una introducción situada unos cuantos miles de años en el futuro. Toda la narración posterior en torno al espía bisoño se nos presenta como un descubrimiento arqueológico: en el año 3146 se hallaron los restos de un edificio heredero funcional del actual Pentágono. Estas memorias impresas resultaron ser el único material escrito que sobrevivió la papyrólisis asociada a la Gran Desintegración. Este terrible acontecimiento consistió en la destrucción de todo el papel existente en el planeta Tierra debido a un catalizador extraterrestre traído por una expedición espacial desde la tercera una luna de Urano: el factor Harcius. La desaparición de todo el material escrito existente arrasó con la cultura, la ciencia, la tecnología y la historia humana. Ello conllevó una serie de involuciones socioculturales y una modificación sustancial de la organización geopolítica mundial. Este Último Pentágono era una gigantesca estructura subterránea totalmente aislada del exterior que quedó al margen de la papyrólisis, de ahí que pudieran encontrarse estas Notas.
La introducción es, en mi opinión, lo mejor de toda la novela. Tremendamente ocurrente y divertida, está repleta de elementos humorísticos muy agudos e inteligentes. ¿El propósito? Yo diría que dar algo de sentido a lo que viene después, pero no estoy muy seguro de que lo consiga. Y es que en sí, la historia del desdichado espía civil que no logra saber cuál es el objeto de su misión, está repleta de sinsentidos y absurdos cuyo único ánimo es reprobatorio. No he podido encontrar otro empeño que no sea éste. Aunque la edición de Edhasa no llega a las 250 páginas, tanta desventura irracional para satirizar una sociedad deshumanizada termina haciéndose pesada. Eso sí, el autor polaco nos demuestra de nuevo su gran inventiva a la hora de acuñar neologismos, algo que se le daba especialmente bien y que encaja perfectamente en el contexto kafkiano y distópico de la obra: desemantización, demenística, agenturalia, invigilancia, cifromática, edificiología y un larguísimo etcétera. Evidentemete estos elementos hacen que la lectura sea más amena, aunque yo personalmente no le he encontrado chispa a la obra en su totalidad. Tenéis más reseñas en el Sitio de Ciencia-ficción, Revista de letras y Revista Otra parte. Por cierto que todos insisten en que el nombre del protagonista no se llega a conocer. Basta leer atentamente el capítulo II para desmentirlo.
Pedro Juan Gutiérrez: Anclado en tierra de nadie
Hace 7 horas
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