Saul y Diane Cobbett viven con sus dos pequeños (Tim y Josh) en un caserío de Woodburn, en la Inglaterra rural de las East Midlands. Él es profesor de Geografía en un instituto de secundaria y ella se dedica a cuidar de los críos. Un día conduciendo de vuelta a casa encuentran un conejo que está siendo atacado por una comadreja, así que paran el vehículo y recogen al roedor, espantando al voraz carnívoro, que les mira desde el arcén con un recelo fuera de lo común. Este supuesto acto de bondad encaja en su ideario personal, pues los dos son vegetarianos convencidos y están muy motivados en la defensa de los derechos de los animales. Este movimiento experimentó un gran auge en el Reino Unido a finales de los 1980s, que es cuando transcurre la acción, de hecho Diane quiere ir un paso más allá en el activismo y está empeñada en entrar en contacto con el Frente de Liberación Animal. Lo que no sospechan es que al robarle la cena al mustélido han provocado que una fuerza sobrenatural totalmente opuesta a sus ideas se desate en la comarca. Tanto es así que buscará a sus víctimas precisamente entre quienes defienden a los animales.
Carne es una novela de terror repleta de buenas ideas que además describe con una gran veracidad la dinámica de los grupos que defienden los derechos de los animales mediante la acción directa. Excepto por alguna pifiada más propia de alguien que nunca se ha preocupado en informarse por el vegetarianismo (no, los vegetarianos no comen pescado), Ian Watson ha sabido recoger a la perfección el Zeitgeist del activismo antiespecista en la Inglaterra en los últimos años del thatcherismo. El sabotaje de instalaciones y los actos vandálicos contra las empresas que explotan a los animales se combinan con una trama de horror que incorpora apariciones, posesiones, antiguos ritos paganos y un serie de crímemes cometidos en el pasado cuyos efectos siguen vivos un siglo después. La acción no da un respiro al lector, que se verá vapuleado por los terribles acontecimientos que experimentarán los Cobbett y la célula local del FLA con que entrarán en contacto. Desde los enfrentamientos con sus entrometidos vecinos, altos directivos en una cárnica, a los problemas con la policía por supuestos abusos sobre sus hijos, pasando por la suspensión de empleo de Saul por las acusaciones de tener sexo con una alumna, lo cierto es que resulta difícil de creer que la pareja no tengan una crisis de nervios que los lleve al hospital. Súmale las experiencias sobrenaturales provocadas por las entidades malignas que los acosan y el ingreso en un sanatorio se presentaría como la única solución posible a todo lo que les ocurre.
A pesar de este ritmo tan acelerado, Watson se las apaña para transmitir verdadero miedo y pánico en un par de ocasiones. Creedme, he visto mucho cine de terror a lo largo de mi vida y hay dos escenas que están a la altura de lo más espeluznante que recuerdo. De todas formas y aunque a principios del año me declaré fan incondicional suyo, hay que reconocer que el cierre flojea un poco. Quizás se deba a que la velocidad que había adquirido el texto no daba otra opción que acabar a las bravas para evitar seguir metiéndose en un berenjenal aún más grande. No es lo mejor que he leído de este escritor pero tampoco está tan mal. Tiene mucha menos profundidad y está menos elaborada que otras obras suyas que ya he reseñado. pero es que la mayoría de los comentarios en la ficha de la Tercera Fundación la ponen a la altura del betún, cosa que tampoco parece del todo justa. Sin embargo en Memorias de un friki sale bastante bien parada.
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