2 ago 2018

El otoño en Pekín - Boris Vian

Amadis Dudu sale a trabajar como todas las mañanas. Cuando depués de muchos intentos frustrados consigue coger el 975, no se puede bajar en su parada porque el autobús sigue circulando por la carretera sin parar hasta llegar al desierto de Exopotamia. Ana (que es un hombre) y su novia Rochelle salen a bailar y se pasan en su coche a recoger a Ángel, amigo íntimo del primero y enamorado perdidamente de la segunda. Cuando vuelven de la sala de fiestas atropellan a Cornelius Onte, que iba ser el ingeniero jefe encargado de la construcción de un ferrocarril en Exopotamia. Tras el accidente le será imposible hacerlo, así que convence a Ana, que también es ingeniero, para que ocupe su lugar. Con él se marcharán a trabajar al desierto su novia y su amigo como secretaria e ingeniero ayudante. Claude Léon es un oficinista insignificante que en un arrebato comete un crimen con la pistola que había adquirido en el mercado negro para su jefe. Como el ciclista a quien ha matado era un opositor al sistema, el abad Petitjean le ofrece un puesto vacante de anacoreta en el desierto de Exopotamia para evitar la prisión. Unos, otros y muchos otros personajes más terminarán juntos en ese extraño país, donde conocerán a Atanágoras Pórfirogeneta, arqueólogo jefe de una excavación que tiene lugar en aquellos lares.

De nuevo ocurre que no tengo ni idea de dónde cogí yo la referencia de Boris Vian. La cosa es que tenía pendiente acercarme a alguna de sus novelas porque en algún lado había leído maravillas de él, así que hete aquí que hoy estoy comentando El otoño en Pekín. Se trata de una novela coral, con una trama disparatada y sinsentido repleta de imágenes imposibles y actos irreverentes y absurdos. La narración tiene mucho de escritura automática, con desarrollos que van enlazando ideas relacionadas entre sí pero que se van dispersando del objetivo inicial. Súmale a esto los paisajes oníricos y la absoluta libertad moral de los temas tratados, y tenemos un texto que se encuadra perfectamente dentro de los parámetros literarios del Surrealismo.

Hay muchas características del libro dignas de mención. El humor es sin duda es una de las más importantes. Un humor muy poco convencional que utiliza enfoques alejados de la lógica y que provoca la risa por al extrañeza que causa en el lector. Vian hace un uso extraordinario de los dobles sentidos y los juegos de palabras para hacernos reír (lo cual me hace pensar en el excelente trabajo de traducción que lleva detrás). Por otro lado, el contenido es muy crudo y violento. Los insultos, las agresiones y los crímenes se suceden uno tras otro y son causados por accidentes, la pasión o como reacción a los abusos de los poderosos. ¿Y qué decir de total libertad y falta de tapujos con que se tratan temas sexuales? El malogrado escritor francés no se reprime lo más mínimo e incluye coitos, tocamientos a menores, exhibicionimo y homosexualidad en la trama. Con un lenguaje muy explícito, nada de sugerencias veladas o insinuaciones. Si mal no recuerdo hay al menos tres personajes homosexuales. El de mayor peso en la acción es despreciado constantemente por su condición, pero en uno de los últimos capítulos es merecedor de unas reflexiones estremecedoras por lo acertadas, progresistas y comprensivas que son con este colectivo marginado históricamente. Precisamente este sería uno de los ejemplos de otro de los rasgos a destacar en esta novela: la crítica descarnada que hace a las convenciones sociales. El efecto alienante del trabajo, la lacra que suponen las religiones, los abusos del capitalismo o la estupidez de la burocracia, todos reciben certeros comentarios que apuntan a su nefasta influencia a la hora de configurar la sociedad actual, que anula la posibilidad de ser feliz al ser humano.

En resumen, me ha resultado una lectura tremendamente original. Aunque hay partes algo más densas, ganan los diálogos por mayoría, lo que hace que se dé cuenta de ella con rapidez. Admito eso sí que la sobreabundancia de personajes hace que por momentos cueste saber quién es quién. Factor éste último que de ninguna manera afecta a la impresión final, que es positiva al cien por cien. Y un apunte final, ¿Pekín? ¿Por qué Pekín si yo juraría que esta ciudad no se menciona ni una sola vez? Y lo mismo pasa con el otoño... Bueno, no importa, sin duda volveré a su obra. Ya veremos si resiste. Tenéis más reseñas en Párrafos perturbados y Me encanta leer.

2 comentarios:

Palimp dijo...

Me declaro fan absoluto de Boris Vian, su surrealismo lleno de humor. Te recomiendo 'Piscina Molitor', un cómic sobre su vida.

Cities: Moving dijo...

@Palimp: Muchas gracias por la recomendación, la pondré en busca y captura. Estuve hace unos días en mi biblioteca habitual y ya le eché el ojo a 'La espuma de los días', en mi próxima incursión buscaré este cómic porque tiene pinta de que voy a hacerme tb. muy fan suyo.

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