En su carrera expansionista por conquistar el Sistema Solar, la Unión Soviética se ha decidido por terraformar Venus y EEUU quiere hacer lo propio con Marte. No obstante, para dejar clara su posición dominante, los rusos han sido los primeros en enviar una nave no tripulada al planeta rojo. El centro de seguimiento soviético pierde el control de la Zayits cuando está regresando y entrando en la atmósfera terrestre, así que en lugar de aterrizar en cualquiera de las repúblicas que componen la URSS, acaba en el Altiplano boliviano. La sonda espacial se estrella junto a un pueblín andino donde Julio Capac, un joven y ambicioso lugareño, celebraba una fiesta a la que había invitado a todos sus conciudadanos. Ni que decir tiene, todos van rápidamente a ver qué es ese objeto que ha caído junto al cementerio. Los que entran en contacto directo con él y con los restos de arena roja que traía caen rápidamente enfermos. Tras avisar a las autoridades locales, el ejército monta un hospital de campaña, pero excepto dos personas, todos fallecen de lo que parece ser algún tipo de meningitis de origen desconocido. Uno de los supervivientes es Julio, que huye a las montañas y se oculta en una cueva antes de perder el conocimiento. La otra es Angelina Sonco, una joven de quien nuestro hombre está enamorado, que ha permanecido escondida en su casa protegida por sus padres y un curandero. Pasados unos días, saldrán del coma con una conciencia aumentada que les permitirá evaluar el mundo y sus condiciones cambiantes con unas habilidades sobrehumanas. Julio se autoeregirá como Rey Inca e intentará restablecer el poderoso imperio que diezmaron los conquistadores españoles en el S. XVI, poniendo así punto final a la inestabilidad política de su país. Mientras todo esto ocurre, la nave norteamericana Pionero, tripulada por tres hombres, se dirige a Marte con intención de modificar su clima y terraformar el planeta en un tiempo record. Lo ocurrido en Bolivia no escapa a los servicios de inteligencia estadounidenses, que ante el miedo a que sus astronautas sufran esa extraña enfermedad al llegar a Marte, iniciarán una carrera desesperada por descubrir las razones por que Julio y Angelina no se han visto afectados por la infección extraterrestre.
Me ha dado fuerte con Ian Watson. Difícil será que a final de año no reciba el galardón especial al mejor autor que he descubierto en 2018. El británico se lo está poniendo muy, pero que muy complicado al resto de autores que caen en mis manos. Para empezar, las tramas que ingenia son súper originales, hiladas a la perfección y con una prosa nítida, impecable, lo cual hace que la lectura sea un placer y los capítulos se ventilen a una velocidad de vértigo. En El Inca de Marte aparecen de nuevo tres hilos argumentales, al igual que ocurría en las dos anteriores que he leído este año. Sin embargo, en esta ocasión me ha quedado la sensación de que los límites no están tan marcados, por tanto no resulta descabellado agrupar en uno solo tanto la acción que transcurre en la Pionero, como las implicaciones del equipo de seguimiento e inteligencia de EEUU en relación a los sucesos de Bolivia. En cualquier caso, ya sean dos o tres, el resultado final no se ve afectado y sigue siendo tan adictivo como en aquellas.
Aunque estemos ante una obra de ciencia ficción, los aspectos especulativos relacionados con Marte se basan en información fidedigna, o al menos fidedigna en el momento en que se consultó, pues las teorías sobre la naturaleza de los planetas cambian a medida que hay medios más adecuados para su estudio. Tanto es así que Watson se vio obligado a reescribir parte de la novela con las galeradas ya impresas debido a un descubrimiento que echaba por tierra los fundamentos de lo que había escrito. En el prólogo que precede a la novela, el autor nos habla del proceso de documentación que llevó a cabo a mediados de los 1970s para poder escribirla y en sus dificultades para informarse sobre el Imperio Inca. La seriedad y rigurosidad con que este escritor abordó esta tarea en un mundo sin World Wide Web ni Wikipedia, da idea de su inigualable profesionalidad, por si con el talento no nos bastaba.
Ian Watson siempre ha tenido inquietudes políticas (socialistas más concretamente, ver la entrevista de JotDown), así que no es de extrañar que la historia contenga muchos elementos que reflejan la realidad político-social del momento. Para empezar, la tensión que existía entre los dos grandes bloques durante la Guerra Fría se deja notar en todo momento. Igualmente, la violencia estructural endémica en América del Sur hace acto de presencia a lo largo del texto, aumentando de esta manera los visos de verosimilitud de la novela. También a través de los tripulantes de la nave norteamericana se dejan notar críticas veladas al imperialismo yanqui y a la hipocresía que destila el estilo de vida americano. En resumen una novela estupenda que vuelve a convencerme de la calidad de este escritor. Tengo más esperando en casa, pero por no repetirme y así reservarme las próximas para cuando necesite recurrir a un valor seguro (cruzo los dedos), me daré unos meses de margen hasta la siguiente. En esta ocasión no puedo recomendaros otras reseñas porque o no las hay, o no he podido encontrarlas.
Pedro Juan Gutiérrez: Anclado en tierra de nadie
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