22 ago 2018

Todo lo que tengo lo llevo conmigo - Herta Müller

Rumanía participó en la II Guerra Mundial alineándose con los nazis. Hubo algunos movimientos políticos internos durante la contienda que provocaron un cambio de bando, y tras la victoria aliada, el país cayó en la órbita de supervisión de la URSS. Los soviéticos exigieron entonces la deportación de todos los rumanos de origen alemán para que ayudasen a la «reconstrucción» del estado comunista. El escritor y poeta Oskar Pastior fue confinado durante cinco años en un campo de trabajo en Ucrania. Todo lo que tengo lo llevo conmigo se basa en las experiencias que acumuló en ese trágico periodo de su vida, entre los 17 y los 22 años.

Herta Müller no es una desconocida en Das Bücherregal, aunque han tenido que pasar más de cuatro años para volver a animarme a leer otra de sus novelas. La premio Nobel de 2009 vuelve a ofrecernos en este libro una historia capaz de destrozar anímicamente al más optimista. No se trata de una lectura agradable, pero me parece que es completamente necesaria para que no se nos olviden las infamias que forman parte indisoluble de la esencia del ser humano. Porque si algo demuestra este libro es que la crueldad es probablemente el rasgo que mejor nos caracteriza como especie. Eso no quita que a nivel individual se den muestras de bondad, solidaridad y empatía. Pero se trata de actos singulares, que solo hablan bien de quien los realiza. Hambre, frío, enfermedad, muerte, vejaciones y humillaciones componen el día a día tanto de Leopold Auberg, protagonista y alter ego de Pastior, como del resto de trabajadores forzosos. Un trozo de pan por la mañana y un plato de sopa de col por la noche. Tareas de gran exigencia física en entornos insálubres, peligrosos y tóxicos. Condiciones climatológicas adversas todo el año. Turnos de 12 horas o más. Así día tras día durante cuatro años. El último año, probablemente con la vista puesta en su próxima liberación, empezaron a recibir un sueldo por su trabajo, lo cual les permitió comprar comida y ropa para de esa manera, resultar más presentables al volver con sus familias. La desvastación física, y sobre todo, psicológica, acompañó a los supervivientes el resto de su vida. Su forma de relacionarse y experimentar la realidad quedó por tanto herida de muerte, y actos tan simples como comer en familia se transformaron en torturas para todos los comensales.

Esta escritora se caracteriza por frases simples y breves que dispara como dardos. Sujeto, verbo y un par de complementos le bastan. Si hay subordinadas de relativo yo no las recuerdo. Enumeraciones y yuxtaposiciones le bastan para ir componiendo los capítulos, que por lo general y quizas para hacerlos medianamente soportables, también son bastante cortos. El texto gira y gira en torno a ideas obsesivas que se apoderan de Leopold debido a la brutalidad a que se ve sometido. Un Ángel del hambre que sobrevuela a todos los deportados y los persigue noche y día. La presencia constante de la muerte en los rostros de los internos a causa de la degradación física que provoca la enfermedad. Los actos ruines que los más desalmados llevan a cabo para sobrevivir a costa de los individuos más débiles. Las patéticas muestras de dignidad o actos puntuales de venganza con que intentan mantener la cordura ante las constantes abusos a que se ven sometidos. Y quizás lo que más doloroso me ha parecido: la indiferencia ante lo que sucede, bien del personal soviético que controla el campo, bien la que deben adquirir los propios internos para poder resistir.

Solo se me ocurre agradecer a esta autora que haya escrito este libro, imprescindible para que no olvidemos el grado de vileza que es capaz de alcanzar el hombre. Debido a su dureza he sido incapaz de leer poco más que unas cuantas páginas en cada sentada. Aun así estoy encantado de haberlo hecho. Más reseñas en Solo de libros, que suscribo de cabo a rabo, El placer de la lectura y Literatura Alemana. Curiosamente toda la blogosfera y medios digitales insisten en el carácter poético de la prosa de Frau Müller que, a decir verdad, yo no he visto por ninguna parte. Aunque tampoco hace falta para reconocer el mérito que tiene esta obra.

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