Tengo buenas tragaderas para terminar libros, así que por lo general acabo casi todo lo que empiezo. Me cueste más o me cueste menos, suelo llegar hasta el final porque una novela que no he ha gustado me da mucho juego a la hora de soltar improperios en la reseña correspondiente. Me relaja, incluso me puede llegar a compensar cuando el autor es admirado por el público (me viene Vargas Llosa a la cabeza sin tener que pensar demasiado). Pero ocurre que desde mediados de marzo estoy viviendo un momento bastante convulso en lo personal, con varios frentes abiertos que me tienen los nervios desquiciados. Asi que llevo varios abandonos acumulados desde hace algo más de un mes, sin haber pasado más allá del capítulo dos en todos los casos. Ahí va la lista:
Andaba yo buscando en la biblioteca Sorgo rojo del Nobel chino Mo Yang y como en aquel momento no recordaba su nombre, hice una búsqueda por título en el catálogo. Un artículo determinado de más al que no presté atención provocaron que me llevara a casa El sorgo rojo de Ya Ding. Antes de empezar a leerlo ya había detectado el error, pero pensé, ¡bah, qué más da! Así que me puse con él solo para dejarlo a las pocas páginas. Una familia campesina que se traslada a un pueblo donde el padre va a ejercer de enlace con el partido comunista chino. Todo ello relatado por el hijo pequeño. No sé si el libro será bueno o malo, pero no me apetecía nada meterme en esa historia. Por cierto que en las últimas ediciones, el libro del Nobel de 2012 se titula El clan del sorgo rojo, algo que puede ayudar a evitar confusiones como la que sufrí yo.
Clarice Lispector es otra autora con excelentes referencias que descubrí cuando buscaba información sobre Lucia Berlin. Me dije, venga, voy a leer algo suyo, pero como siempre en mis tomas de contacto, que no sea muy voluminoso. El título (des)afortunado fue La pasión según G. H. Insoportable, un constante reflexionar sobre algo intangible, inasible, inconcebible. Renuncié antes de la página 30. ¿Volveré a intentarlo de nuevo? En lo que queda de 2018 no creo.
En una de mis habituales incursiones en La casquería del mercado de San Fernando me hice con La hora de la cerveza, primer volumen de la Trilogía malaya de Anthony Burgess. Ambientado en alguna colonia del imperio cuando ya le quedaban pocos años por mantener dicho estatus, está repleta de términos en diferentes idiomas locales que obligan a consultar el glosario a cada poco. Supongo que al escritor le parecería que algo así aportaría veracidad y originalidad al crisol de razas y lenguas que bla, bla, bla. A mí me saturó desde el capítulo uno. En el dos la cosa seguía igual y puesto que mi retentiva para recordar los significados era nula, lo devolví a la estantería donde estaba y allí sigue a día de hoy.
Empiezo a leer Hozuki. La libreria de Mitsuko de Aki Shimazaki y tras dos capítulos no encuentro nada que me despierte mínimamente el interés. La protagonista es una madre soltera que vive con su madre e hija pequeña (¿o era hijo?) en la planta superior de la librería que regenta. Añade una reflexión completísima sobre la elección y el significado del nombre del comercio, sin olvidar mencionar las razones por que escogió escribirlo en caracteres kanji frente a la escritura silábica del japonés (o al revés, no me acuerdo), y para mí fue suficiente para decir: hasta aquí hemos llegado.
Complaining
Hace 5 horas
5 comentarios:
No sé si te das cuenta que con esta entrada tiras por tierra el motivo que tienes para seguir con un libro: el ponerle a caldo en la reseña posterior. Mejor así, te tragas solo el primer capítulo y luego haces un "mix" de lecturas indigeribles :-)
Por cierto, a Burgess parece que le gustaba el tema de los argots, en "La naranja mecánica" también utilizaba uno (lo leí en el instituto hace 30 años pero al leer tu reseña me he acordado). Coincido en que poco o nada aporta a la novela salvo el trastorno que supone estar continuamente consultando el glosario. Saludos!
Usted lo compra, lo paga, lo lee y dice del libro lo que a usted le parece y a su manera. Así tiene que ser.
Bastante horrible es ya que no pueda pasar del segundo capítulo, después de haber gastado su dinero, como para no pudiese compartir sus impresiones al respecto.
Me encanta.
Para mí es igual de útil saber qué opinas sobre un libro que te has terminado como saber qué opinas sobre otro que has dejado a medias. Clarice Lispector, por ejemplo. Siempre lo he sospechado, pero ahora sé con seguridad que no debo darle prioridad en mi lista de autores pendientes.
Mucho ánimo con todo, Cities. Si necesitas unas vacaciones de Das Bücherregal están más que justificadas. No tienes tampoco que matarte a leer con la obsesión de reseñar un libro cada tres días si no te encuentras en perfectas condiciones para disfrutarlo. Por lo general, sabes que soy muy fan de tus reseñas, las cuales considero de las más críticas y sinceras de toda la blogosfera y que suelo leer casi todas las que aparecen, a pesar de no comentarlas siempre. Sin embargo, si tienes problemas personales, si no encuentras el libro adecuado, si no quieres publicar algo que no te convence, te pido que no te atosigues. Tus lectores estaremos encantados de esperarte. Aquí estamos y aquí seguiremos.
@joguart: Se ve que la cuestión lingüística apasionó a Burgess. A decir verdad el prólogo ya comenta las particularidades del libro, así que yo esperaba encontrarlo tan entretenido como el Nadsat de La naranja mecánica. Pero o bien no es el caso, o bien no era el momento de leerlo. En un futuro indeterminado volveré a intentarlo.
@Olethros Gladius: A decir verdad tengo que agradecer a la red de bibliotecas de la Comunidad de Madrid el catálogo que tienen y lo bien que me están viniendo para ahorrarme unos eurillos. Porque gastarse el dinero en un libro bueno gusta, pero desembolsar 17€ de media en un libro que no te ha interesado lo más mínimo, pues no tanto.
@el convincente gon: Sin duda alguna, de los cuatro comentados el de Lispector es el que más insportable me ha resultado. Entre esta autora y yo de momento va ha haber mucho espacio y tiempo.
@Lucas Despadas: Gracias por los ánimos. Como se puede comprobar por los pocos posts de este mes, me estoy tomando esas vacaciones lectoras que me recomendabas.
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