Unos marginados que malviven en los arrabales de un Buenos Aires distópico en el futuro, rescatan una caja de lo que piensan que es un envío de ayuda lanzado desde un avión. Sin embargo dentro no hay más que dos bebés mellizos. Solo uno ha sobrevivido al impacto de la caída, así que deciden llamarlo Caín y venderlo a El Gitano por unos gramos de droga. Con apenas diez años y tras haber sido utilizado de todas la formas posibles para obtener dinero, Caín acaba en el reformatorio. Allí sufrirá los abusos de El Capo, un delicuente juvenil que controla el tráfico de sintecoca en el interior del recinto, y el propio director del centro, el Dr. Guardaportal. Durante un motín es apaleado por un policía, quien le destroza la mitad del cerebro. Los médicos forenses lo venden a un oscuro instituto de medicina experimental que le implanta medio cerebro electrónico, pero es dado por muerto tras la operación y de nuevo arrojado fuera de la ciudad. Allí recobra el sentido y tras deambular sin memoria durante años como un paria, por azar se topa con un periódico donde ve las fotos de El Capo, el Dr. Guardaportal y una misteriosa joven que tiene exactamente sus mismos rasgos. La noticia aclara que se trata de la hija de Bunge de Hoz, el fundador de uno de los entramados empresariales más poderosos de todo BB.AA. Las imágenes le harán recobrar la memoria y emprenderá una carrera en pos de la venganza y el descubrimiento de sus orígenes familiares.
El guión de Caín corre a cargo de Ricardo Barreiro. Como habéis podido comprobar por el resumen de la trama, no se ha molestado demasiado en salirse fuera de los clichés del género. La población y la ciudad dividida en dos. Los ricos dentro, protegidos por la policía militarizada. Un gobierno totalitario disfrazado de democrático. Los pobres fuera de la zona segura, malviviendo y/o delinquiendo y/o ambas. Crisis medioambiental y contaminación que han provocado que apenas se produzcan embarazos y menos aún nacimientos. Los mass-media como herramienta de control de la opinión. Existencia de grupos de resistencia. Población idiotizada por la televisión. Venganza, violencia, sexo. Pero tampoco nos pongamos tiquismiquis. Estamos ante un cómic que apenas pasa de las noventa páginas y no hay necesidad de hacerse el ofendido. La idea es desconectar con una trama simple y mucha acción. El apartado gráfico es cosa de Eduardo Risso, quien emplea exclusivamente tinta negra y dibujos muy próximos a la línea clara pero con ciertas libertades formales (encuadres imposibles, onomatopeyas de aire pop, etc.). A mi personalmente me ha encantado y creo que sobresale muy por encima del argumento, previsible a más no poder. Como dato curioso, yo destacaría el aire descaradamente ochentero que lucen los atuendos de todos los personajes, que te retrotraen automáticamente a la estética de la Movida Madrileña.
A ver, que yo he pasado un rato revivalero entretenido, pero que el volumen no da para mucho más. Tenéis más reseñas en Xonx World, El lector impaciente y el Blog de Ricardo Bosque. Son tan breves como la mía, pero bastante más entusiastas.
Pedro Juan Gutiérrez: Anclado en tierra de nadie
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