Natura morta es 'naturaleza muerta' en italiano. No es casual por tanto que esta novela corta de Josef Winkler lleve por subtítulo 'Una Novela romana'. Naturaleza muerta es otra manera de referirse a los bodegones, y podríamos decir que efectivamente estamos ante la versión literaria de un gran bodegón, animal y humano, cuyo lienzo nos muestra un poco del tiempo y espacio recorrido por un atractivo adolescente romano de apenas 18 años. El joven protagonista, apodado Piccoletto por sus compañeros de trabajo, es el vendedor más bisoño de una pescadería en el popular mercado de la Piazza Vittorio Emanuele, e hijo a la vez de una vendedora de higos que ofrece estas frutas a los turistas en la entrada a la Ciudad del Vaticano. De la pescadería al Vaticano y vuelta al puesto de pescado, la narración detalla pormenorizadamente personajes de las clases más marginales que pululan por los alrededores de ambas localizaciones: gitanos, inmigrantes, drogadictos, chaperos, pordioseros y mendigos exudando miseria y pobreza (¿muerte?) por los cuatro costados se contraponen al atractivo juvenil y la picardía sexual de Piccoletto (¿vida?), que en sus andanzas por la ciudad no para de atraer las miradas y coquetear con jovenes y mayores de ambos sexos.
Además de este cuadro humano, Winkler narra también con una brutalidad descarnada la actividad del mercado, desapasionada y fríamente sí, pero sin ahorrarnos el espanto y la crueldad que rodean al comercio de animales como alimento. Craneos de terneras luciendo el agujero del tiro recibido en el matadero, testas de cordero partidas en dos para vaciarles los sesos, montones de cabezas de gallinas decapitadas tan solo unos segundos atrás con sus cuerpos aún convulsionándose, salmones abiertos en canal cuyas tripas son pasto de brillantes moscas tornasoladas, pulpos que en un último intento de huir lo manchan todo de tinta. No contento con ello nos muestra la misera exclusiva del ser humano: carniceros y pescaderos ofrecen género en mal estado, el lumpen sin recursos recoge de la basura restos putrefactos para sobrevivir, las vendedoras gitanas descuidan sus bebés, ya en estado calamitoso. Ni unos ni otros parecen tener problemas de conciencia. El hiperrealismo de estas escenas consigue que la lectura vaya acompañada de un gesto de asco, pero aun así creo que el autor austriaco es muy honesto al no ocultar la repugnancia física y la corrupción moral inherente al uso de animales como alimento. Que no se nos olvide que los filetes de pollo que tan asépticamente se apilan en bandejas de polipropileno en el expositor refrigerado del supermercado son trozos de un ave que ha sido sacrificada violentamente.
Si mal no recuerdo, esta particular atracción de Winkler por los animales muertos, ya sean palomas aplastadas en plena calle, gatos torturados por algún desalmado o ganado usado como alimento, ya parecía en Cementerio de las Naranjas amargas, parte del cual también transcurría en Italia, donde residió en los 1970s y 1980s. Sin embargo a diferencia de áquel, éste se caracteriza porque el escritor consigue imprimir al texto cierto ritmo apoyándose en la repetición de algunas ideas a modo de mantra. Sin llegar a los anidamientos de frases de Bernhard, hay algo del estilo de su compatriota en esta novela. Por ejemplo, casi todas las menciones a Piccoletto van acompañadas, a modo de epíteto, de una referencia a sus largas pestañas, que casi le tocan las mejillas, hay además constantes descripciones del motivo impreso en la camiseta que lleva cualquier persona, incluso la entrepierna del protagonista aparece repetidamente, quizás como reclamo del deseo. Tengo que reconocer que a pesar de lo desagradable que es el contenido de la narración, esa extraña cadencia consigue curiosamente imprimirle un toque poético que lo hace mucho más llevadero, de hecho me ha resultado hasta hermoso por momentos. Tenéis más reseñas en La Ficción Gramatical, donde están encantados, y en El Cultural, donde no pueden estár más decepcionados.
Trilogia de la Terra Fragmentada - N.K. Jemisin
Hace 8 horas
2 comentarios:
Hola. Hace tiempo leo tu blog y, aunque no tenga que ver con esta entrada, me veo en la necesidad de preguntarte sobre los mejores cuentistas/libros de cuentos que hayas leído, con énfasis en la sci-fi y fantastica (que me está conquistando).
Ya vienen en camino los cuentos de Fredric Brown, de Ballard. También he leído algunos de los tomos de Dick y Bradbury. Qué joyas me estoy perdiendo?
Pd: tu blog me ha servido mucho como guía de lecturas. Sigue así.
@Kirilov Myshkin: Bueno desde mi gusto personal Ballard y Philip K. Dick son de los pocos valores seguros que me atrevería a recomendar, aunque ya se sabe que para gustos los colores. Ursula K. LeGuin tiene muy buena prensa, pero lo poco que he leído a mí no ha terminado de convencerme. En narrativa realista, la premio Nobel de 2013 Alice Munro, cuya producción se centra casi al 100% en relatos cortos, ha sido un descubrimiento reciente que me dejó un excelente sabor de boca. Y Kjell Askildsen es amargura en estado puro, pero maravilloso tb, lástima que apenas publique nada nuevo. Espero que sea de ayuda, muchas gracias por pasarte por aquí.
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