Foe es una novela que ficciona y reinventa el mito del náufrago que Daniel Defoe narró en 'Robinson Crusoe'. Para ello, el Nobel sudafricano John Maxwell Coetzee introduce una tercera persona en la historia. Se trata de Susan Barton, quien tras un motín en el barco que la devolvía a Europa después de pasar dos años en Bahía (Brasil) buscando a su hija desaparecida, es abandonada en una barca en las proximidades de una desolada isla que resulta estar habitada por dos naúfragos: Cruso y Viernes, su esclavo negro. Susan es artífice y narradora de una versión completamente diferente del clásico: la isla donde ha ido dar con sus huesos es prácticamente un páramo sin vida azotado constantenmente por el viento. Su alimentación se basa en leguchas, huevos de pájaros y pescado. Unos pequeños primates parecen ser la única amenaza real, pues de los caníbales que tanto habla Cruso no hay rastro alguno. Durante un año de convivencia las esperanzas de la protagonista y su ganas de mejorar las condiciones de existencia en su nuevo hogar entran en conflicto con el desinterés y la apatía que Cruso experimenta por cambiar la espartana vida a que se ha acostumbrado con los años. Transcurridos esos doce meses y con Cruso en grave estado de salud por unas fiebres intermitentes, los tres son rescatados por un buque mercante que los devuelve a Inglaterra, aunque el enfermo morirá en la travesía.
Una vez en Inglaterra, la trama cambia completamente y somos conocedores del proyecto de Susan por novelar su historia, algo para lo que ella no se considera capaz, de forma que recurre a la ayuda de un afamado escritor, el Sr. Foe. El trasfondo de la novela a partir de aquí se vuelve muy filosófico. Según mi parecer, el autor trata de hacernos ver lo complicado que resulta la comunicación entre las personas, que a veces se plantea como una imposibilidad absoluta. Para ello se centra principalmente en la relación entre Susan y Viernes. El esclavo negro tiene una doble dificultad, pues por un lado, su antiguo amo no se molestó más que en enseñarle un inglés muy básico. Pero es que por el otro, los tratantes de esclavos que lo capturaron le mutilaron la lengua, probablemente cuando era todavía un niño, así que no puede hablar. Gran parte de esta segunda parte se centra en el interés de Susan por conseguir comunicarse con él, para así obtener más información de interés que volcar en el libro. Lamentablente, le resultará imposible hacerlo, dado que Viernes tiene sus propios intereses y además, las barreras culturales entre ambos no facilitan la labor. También por momentos Coetzee teoriza sobre el arte de escribir, haciendo que el Sr. Foe y la protagonista discutan sobre técnicas, habilidades, motivaciones y en última instancia, sobre la esencia del oficio.
Al contrario que con el resto de novelas de Coetzee que llevo en mi haber, ésta no me ha resultado particularmente interesante, y ni siquiera las ideas vertidas sobre la incomunicación, tema que siempre me ha atraído, me parecen destacables. En mi opinión Houellebecq ha sabido expresarse al respecto con muchísimo más acierto en sus primeras obras. El tono a todo lo largo del texto es bastante pesimista y opresivo, claustrofóbico incluso. Los personajes pasan por mil dificultades durante toda la narración, así que podría decirse que desde luego trasmite con bastante fidelidad cómo deberían transcurrir los días de los menos afortunados a principios del siglo XVIII. En resumen, yo diría que hay otros Coetzees mejores para leer. Tenéis un acertado y erudito análisis en la revista de estudios literarios de la UCM Espéculo y otro mucho más breve -con cuyo contenido no coincido tanto- en El Lamento de Portnoy.
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