Severine es joven, guapa y disfruta de una vida acomodada en París. Está completamente enamorada de su marido, Pierre Serizy, un joven cirujano de éxito. Son la pareja perfecta, la envidia de todos por su belleza y simpatía y por el profundo amor que se profesan. Sin embargo llevan ya dos años casados y Severine es incapaz de mantener relaciones sexuales con Pierre. El profundo afecto que se tienen no se complementa a nivel carnal porque el deseo sexual de ella solo se activa bajo situaciones en que se imagina dominada y sometida por hombres rudos, corpulentos, de aspecto amenazador. Un día una de sus amigas le hace llegar un cotilleo escabroso: se rumorea que una conocida de su entorno se prostituye en una casa de citas de las muchas que hay en la ciudad. De pronto el deseo que ha conseguido mantener a raya se apodera de sus actos, y en pocos días se encuentra entregando su cuerpo por dinero en casa de Madame Anaïs bajo el nombre de guerra de Belle de jour. Allí podrá dar rienda suelta a sus anhelos más oscuros y experimentará un placer que no podía ni imaginar. Sin embargo la doble vida que lleva le causa muchos conflictos, puesto que nunca ha dejado de amar a Pierre. Las cosas se complicarán lo indecible cuando entren en escena un par de hampones parisinos, Hippolyte y Marcel, y este último se enamore perdidamente de ella.
Belle de jour es una perturabadora novela que sorprende por lo atrevido de su trama, más aún si tenemos en cuenta que fue publicada en 1928. Joseph Kessel narra la lucha interior a que se ve sometida la protagonista, situada entre dos mundos totalmente antagónicos: el de unas convenciones sociales donde no puede expresarse libremente y el puro instinto animal al magen de las mismas que constituye una parte irrenunciable de su ser. Severine no quiere, o tal vez no puede tomar partido por ninguno de ellos, porque siente ambos como propios y satisfactorios en sus respectivos ámbitos. Por un lado, una vida cómoda y desahogada, el prestigio y una buena posición. Por otro un deseo y un placer desbordante y sin control, fruto de una incontrolable atracción por el peligro y lo prohibido. Los cierto es que resulta difícil saber qué dispara la lujuria de la protagonista. La sumisión y el sometimiento, sí, pero no de cualquiera. Belle de jour necesita creerse amenazada físicamente para gozar, de forma que el gesto amable de un tipo robusto y de aspecto brutal anula su líbido, de igual manera que la actitud chulesca y prepotente en un delincuente enjuto puede encenderla. También hay un más que evidente factor de clase implicado. Severine parece solo excitarse con hombres que considera de una clase socioeconómica inferior (trabajadores poco cualificados, delincuentes, etc.), el refinamiento de la burguesía a que pertenece no consigue estimularla lo más mínimo. En este aspecto parece coincidir con las refinadas mujeres de la Gauche Divine catalana de finales de los 1960s-principios de los 1970s, quienes no tuvieron tantos problemas para compatibilizar los dos mundos (otra cosa es que sus juegos fuesen aceptables éticamente, aunque ya se sabe que en el amor y la guerra todo está permitido).
El tratamiento que Kessel hace de los sentimientos de la protagonista es muy honesto y certero. A pesar de que el desarrollo de la trama es muy lineal y convencional, las tribulaciones por que pasa Severine están narradas con tanta objetividad y se ajustan tan bien al proceso de degeneración que va sufriendo, que logran mantener al lector en tensión durante toda la obra. Al margen del relato psicológico con elementos de novela negra, el texto contiene algunas reflexiones puntuales muy acertadas que cuestionan la libertad real del individuo dentro de la sociedad, especialmente en lo que al matrimonio se refiere. En realidad el único fallo que puedo señalar es un cierto tufo moralizante, pero no al final, como casi todo el mundo podría pensar, sino justo al principio. Y es que la narración se abre con un breve prólogo en donde el autor justificaría el comportamiento de adulta de la protagonista a raíz de unos tocamientos que con tan solo ocho sufrió a manos de un fontanero en su propia casa. A mí desde luego me parece innecesario, tal vez por reduccionista. Se me hace difícil de creer que una conducta afectiva y sexual tan disociada pueda venir provocada por un único episodio de abusos leves en la niñez. En todo caso, la novela no pierde fuerza por ello, y mucho menos porque termine con el único final coherente para una persona que se ha visto obligada a vivir una vida que no es acorde a su naturaleza. Por cierto que la adaptación a la gran pantalla de Luis Buñuel, una de mis películas favoritas de siempre, respeta escrupulosamente el libro y capta a la perfección su esencia. Si no la habéis visto aún, no sé qué estáis esperando. Tenéis otra reseña en Lecturas comentadas, no he podido encontrar más porque casi todas las referencias a esta obra en Internet van hacia la película.
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