Aunque se suele clasificar Erewhon como utopía (sin ir más lejos, yo he leído una edición antigua del Círculo de Lectores incluida en una colección denominada Utopías), creo que es mucho más adecuado situarla en el terreno de la sátira y el ensayo. La novela comienza como la aventura de exploración del interior de una colonia británica hasta entonces solo habitada en las zonas costeras. El narrador protagonista nos oculta deliberadamente el nombre con el ánimo de poder realizar en el futuro una campaña que le permita apropiarse de los descubrimientos que ha realizado, modo de operación habitual de los colonizadores británicos del S. XIX. Nuestro hombre, cuyo nombre tampoco se llega a conocer, por más que Gabriel Jackson diga en el prólogo que se llama Higgs, descubrirá un país habitado denominado Erewhon, del cual la sociedad occidental no tenía conocimiento.
Este libro de Samuel Butler está desarrollado siguiendo el modelo de Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift. Tomando elementos propios de las novelas de viajes y aventuras, el lector asiste perplejo a la descripción de una sociedad que difiere completamente de la suya, y sobre estas diferencias se pone de manifiesto las carencias, injusticias y flaquezas de la propia. Pero claro, el libro se publicó en 1872, así que uno de los principales problemas a que un lector contemporáneo se enfrenta es la incomprensión y/o desconocimiento que pueda tener precisamente de la sociedad criticada: la victoriana.
En general los planteamientos de Butler para abordar las problemáticas sociales son muy originales, a pesar del choque que supone enfrentamos a ellos desde a casi 150 años de distancia en el futuro. Ojo, no quiero decir con ello que hayan sido resueltos, sino más bien que el contexto en que se exponen nos resulta lejano y extraño, con lo que no podemos sentirlo como propio. Así por ejemplo el vertiginoso desarrollo de la tecnología que se expermientó en el S. XIX se contrapone al rechazo al progreso y la prohibición de las máquinas en Erewhon, en unos capítulos brillantes en que se elucubra sobre la posibilidad de que los ingenios mecánicos inventados por el hombre lleguen a someterlo y dominarlo. La censura al sistema educativo británico por anular la creatividad y moldear la conducta de los ciudadanos a los intereses de la clase dominante se manifiesta mediante la descripción del erewhoniano, estructurado igualmente sobre asignaturas absurdas (Hipotética, Contradicción y evasiva, etc.) que se imponen a los estudiantes durante largos años en los llamados Colegios del Desatino. Para mi sopresa hay un par de capítulos dedicados a los derechos de los animales, algo que en realidad no debería haberme extrañado, pues el Reino Unido ha sido pionero en el movimiento de defensa del bienestar animal y la promoción del vegetarianismo (la Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals se fundó en 1824 y la Vegetarian Society of the United Kingdom en 1847). Pero que nadie se llame a engaño, por si los dos capítulos dedicados a ironizar sobre los derechos de los animales no fueran suficientes, hay uno más a continuación que reclama derechos para las plantas. No sé por tanto si será casualidad que sea precisamente Fernando Savater quien presente esta novela en una breve introducción de dos páginas. ¿Quién mejor que él para hacerlo si no, tan conocido como es por hacer pasar sus perversas ideas especistas como obra filosófica?
A pesar del atractivo que puedan despertar las cuestiones abordadas por Butler (antiantropocentrismo, ludismo, educación, derechos de los animales, etc.), el principal problema que he encontrado es que no hay ánimo de proponer soluciones, sino solo hacer escarnio de los temas que preocupan al autor. Por supuesto el formato adoptado es perfectamente válido para un objetivo mayor, no en vano exponer sin más las vilezas de una sociedad puede ser un primer paso para que empiece a cambiar. Sin embargo su decisión de presentarlo como textos de índole filosófico pierde empaque al no recoger alternativas que puedan resolver o mejorar aquello que critica. Al margen de esto hay algunos tics bastante insoportables, como ese supremacismo racial que otorga al protagonista, la superioridad colonialista bendecida por el cristianismo que le permite considerar a los erewhonianos como trabajadores forzados en situación de semiesclavitud, etc.
Por resumir, una novela interesante desde el punto de vista histórico, original en las ideas que baraja y que sin duda habría disfrutado mucho más de haberla leído a finales del diecinueve. Porque en el S. XXI se ha llegado a hacer pesada a ratos. Tenéis más reseñas en el Sitio de Ciencia-Ficción, muy en mi línea, y en Culturamas, mucho más entusiasta.
Trilogia de la Terra Fragmentada - N.K. Jemisin
Hace 1 hora
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