Resumamos rápidamente la trama de Hombre lento a modo de comienzo. Paul Rayment, un fotógrafo de sesenta y pocos años, cierto renombre y ya retirado, es atropellado cuando iba en bici a hacer la compra. Iba o volvía más probablemente, porque tras el topetazo recuerdo la imagen de un queso derretido bajo el sol que pega en Adelaida (AU). A resultas del golpe le tienen que amputar una pierna por encima de la rodilla. Así que su vida se ve sometida a un cambio no esperado y no deseado que hará que tenga que plantearse su existencia en este planeta hasta el momento.
¿Qué trae a la palestra John M. Coetzee a través de la voz del protagonista? Muchas cosas, pero casi ninguna es plato de buen gusto. En el puesto número uno tenemos a la soledad de la vejez y el súbito papel de dependiente que asigna a todos aquellos que la alcanzan. Cierto es que en el libro se fuerza debido a una experiencia terriblemente traumática, pero entre líneas se deja ver que aunque Paul era bastante autónomo hasta el momento del accidente, a la larga todos los seres humanos estamos abocados a depender de alguien en el tramo final de nuestras vidas. Para su desgracia, el protagonista está divorciado, sin hijos y sin familia cercana (tan solo unos parientes en Francia con quienes no mantiene contacto), por tanto, debe confiar en los servicios sociales y en una enfermera/asistente que le cuide. Y aquí es donde aparece el conflicto: en su desesperación y aislamiento interior, el enfermo se enamora loca y patéticamente de su enfermera, Marijana, una profesional como la copa de un pino que procedente de Croacia, se instaló hace unos años en esta ciudad del sur de Australia junto con su marido e hijos. La angustia y el miedo se mezclarán junto con la vergüenza y la determinación a hacer que esa mujer sea suya aunque tenga que pagar un precio indigno.
El nobel sudafricano tiene un talento impresionante para expresar la desolación y confusión del protagonista. Habrá a quien le parezca un cenizo, pero yo al contrario, le agradezco la franqueza de ponernos en sobreaviso de lo que se nos viene encima. Sin caer lo más mínimo en sensibilerías, los sentimientos más complejos aparecen redactados con una prosa cristalina y certera. El golpe que supone enfrentarnos a las penas de Paul es muy doloroso, una pedrada contundente e inesperada en la cabeza. Sin embargo, a pesar de que la situación sobre la que se crea la novela es totalmente verosímil, tengo que hacer una objeción de cierto peso. Aproximadamente en mitad de la novela y sin previo aviso se incorpora un personaje nuevo: Elizabeth Costello. Sí, sí, la popular escritora de ficción que se hiciera famosa por 'La Casa de Eccles Street' a finales de los 1960s. Aparece de la nada, llama al timbre del apartamento de Paul, quien solo la conoce vagamente por ser un personaje mediático, y para sorpresa del lector, tiene conocimiento de muchos de los intereses y debilidades de todos los implicados en la acción. Su cometido es el de narrador secundario y co-protagonista a partes iguales. La escritora se erige como un catalizador metaliterario, por un lado influyendo y por otro acelerando reacciones en el protagonista que de otra forma hubiesen quedado ocultas bajo el manto de miseria que le acompaña. El porqué de su aparición, las causas que explican su conocimiento de las intimidades de los personajes, su especial interés en la vida de Paul,... Nada de esto se justifica en ningún momento. Imagino que simplemente se trata de un recurso estilístico del que se vale Coetzee. En la vida real esa función la podría haber desempeñado un buen amigo, un familiar cercano, tal vez un psicólogo... Puesto que Paul no tiene a ninguno de ellos, ¿por qué no asignarselo a una famosa novelista de ficción? Vaya, al final resulta que tampoco tengo tanto que objetar.
Libro totalmente recomendado, habida cuenta del shock que supone asimilar a la Costello. Tenéis más reseñas en El Lamento de Portnoy, Un Libro al Día y la revista Letras Libres.
Trilogia de la Terra Fragmentada - N.K. Jemisin
Hace 4 horas
3 comentarios:
Me gusta mucho Coetzee, un autor que, como comentas, retrata muy bien a los personajes desolados y confusos, a los que perfila bien sus (nuestras) contradicciones y motivaciones. Este libro, menos mal, lo tengo.
Saludos!
Le tengo un poco de manía a la metaficción cuando no es un recurso humorístico (cosas mías) pero haces que lo de Costello no suene mal del todo.
@Ana Blasfuemia & @el convicente gon: Reconozco que me ha costado aceptar a Elizabeth Costello como personaje, pero analizando fríamente, mientras esté bien construído, ¿qué más da que el recurso sea metaliteraro o literario sin más? Ahora que estoy con un volumen de cuentos de Dick me viene a la cabeza la siguiente cuestión, ¿sus telépatas y precogs, no se podrían considerar también metaliterarios? ¿Los recursos fuera del espacio/tiempo convencional son válidos en scifi/fantasía pero no fuera de ella? Ahí lo dejo.
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