Ya avisé cuando leí De la Cabeza a los Pies hace unos meses: Joe Orton fue todo un personaje durante los efervescentes años del Swinging London, así que la lectura de sus Diarios parecía obligada para cualquier aficionado a la cultura sixties (como es mi caso, claro está). Si la novela que reseñé en diciembre pasado no había por dónde cogerla, sus diarios, que abarcan el periodo comprendido entre diciembre de 1966 y agosto de 1967, se han revelado como un documento increíblemente interesante por varios motivos.
Por un lado tenemos los aspectos culturales: para cuando comienza la redacción de los mismos, Orton ya era un autor de éxito, considerado uno de los grandes renovadores del teatro en UK junto con Harold Pinter. Recibe premios y reconocimiento de crítica y público, escribe un guión para una nueva película con los Beatles que no llegará a rodarse, trabaja en adaptaciones televisivas de sus obras, se codea con lo mejor del mundo del espectáculo y la cultura de Londres. Por otro, y centrándonos en las relaciones personales, Orton se ve lastrado por su amante Kenneth Halliwell, ambos envueltos en una enfermiza relación de codependencia. Se ve incapaz de dejarle porque es Kenneth, mucho más cultivado, quien a modo de mentor ha hecho de Orton el gran dramaturgo que ha llegado a ser. De hecho Orton le admira y defiende públicamente cuando sus amigos le critican, le considera terriblemente inteligente y una influencia irrenunciable en su obra. Sin embargo Halliwell tiene un carácter muy desagradable e insoportable, que empeora cada día más al percibir que se está quedando al margen de la nueva vida del gran autor. También a nivel sexual parecen bastante incompatibles: Orton es promiscuo a más no poder y realiza constantes incursiones en los lavabos públicos en busca de sexo rápido, mientras que Halliwell alardea de buscar un ideal de relación amorosa estable copia del modelo heterosexual (fidelidad, exclusividad sexual, etc.). Paradójicamente durante sus vacaciones en Tánger ninguno de los dos tiene el menor conflicto a la hora de montarselo a diestro y siniestro con jovencitos que se ligan en la ciudad, en fin... Este enfrentamiento constante de éxito y fracaso, talento y mediocridad, envidia e indiferencia, promiscuidad y represión sexual, termina como bien es sabido: Halliwell, que arrastraba una depresión grave y ya había manifestado comportamiento errático y violento, mató a Orton a martillazos el 9 de agosto de 1967, para a continuación suicidarse mediante una sobredosis de barbitúricos. Resulta inquietante leer ciertas entradas en el diario en las que el autor albergaba sospechas de que iba a dejar un bonito y joven cadáver.
Aunque el relato de las vacaciones de la pareja en la ciudad del norte de Marruecos llega a hacerse algo pesado por momentos (dos meses en los que se limitan a acostarse con chicos adolescentes, comer pasteles de hachís y relacionarse con la colonia autoexiliada de homosexuales británicos en busca de aventuras sexuales), los diarios son una lectura muy atractiva, pues nos permite contemplar la sociedad británica de los sesenta a través de los ojos de un famoso dramaturgo marica de orígenes humildes. Ahí es nada la combinación. Más reseñas sobre los diarios de Orton en Qué Leer, Bendito Atraso y Libros y Literatura.
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Hace 2 horas
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