Tras la Guerra de los 200 años, ocurrida siglos atrás, la organización del mundo se transformó para poner punto final a todos los despropósitos que lo caracterizaban: desigualdades, consumo desmedido, crimen y violencia, etc. Trabajo y ocio pasaron a ser regulados por el Estado Único, que se encargaría de controlar el tiempo dedicado a cada uno. De esta forma quedaba garantizado que todas las actividades estuvieran al alcance de todos los integrantes de esa sociedad colectivizada, en que el nosotros sustituyó al yo. D-503 es el jefe de proyecto del INTEGRAL, una nave espacial cuyo objetivo es difundir las excelencias de esta sociedad a otras especies inteligentes del universo. Al margen de esta gran resposabilidad, su vida no difiere de los demás números: también tiene su pequeño apartamento en un edificio de cristal, se levanta cuando le corresponde, hace las pausas cuando está estipulado, tiene momentos de intimidad O-90 cuando lo marcan las tablas y dispone una hora antes de acostarse para dedicar a sus aficiones personales. Exactamente igual que todo el mundo. Durante el rato de ocio individual está redactando un texto que explica cómo se está desarrollando la construcción del vehículo espacial que ha creado. Sin embargo en uno de los paseos que corresponde hacer cada jornada, se cruza con I-330, una mujer misteriosa que despierta en él sensaciones desconocidas e incontrolables. Esta mujer empezará a tomar cada vez más importancia en su vida y su relato, que a modo de diario volcará todos los cambios que está sufirendo su vida.
Nosotros es una distopía en el sentido más clásico y ortodoxo de la palabra. El único sentido que debería tener, en mi opinión, y que por desgracia los medios han pervertido en los últimos años para considerar como tal cualquier novelucha post-apocalíptica que salga al mercado. Evgueni Zamiatin describe un modelo de sociedad jerarquizado y fuertemente regulado, separado de la naturaleza indómita, en donde el bien de la colectividad se antepone al del individuo. Bajo un barniz de felicidad global se ocultan en realidad métodos dictatoriales de control que al haber sido interiorizados por la población, se perciben como necesidades incuestionables. Pero no siempre, porque el Estado Único ha tenido disidentes durante toda su existencia, a los cuales ha sabido manejar adecuadamente por supuesto. Sin embargo tras conocer a I-330, nuestro protagonista empezará a abrir los ojos y a ser consciente de que la realidad que le rodea dista mucho de la perfección tan cacareada por el sistema.
Resulta asombroso que una novela escrita en 1921 pueda resultar tan moderna y atemporal a la vez. Muchas de las imágenes e ideas trabajadas por Zamiatin son sencillamente asombrosas. La ausencia de intimidad que suponen las viviendas y edificios transparentes (casi cien años antes de que Ray Loriga los incluyera en Rendición), la garantía universal de acceso a las relaciones sexuales, el procedimiento quirúrjico de extirpación de la fantasía, las ceremonias gubernamentales que perpetúan el sistema, la exclusión y alejamiento de la naturaleza en tanto que resulta contraproducente por la incapacidad para controlarla. Y evidentemente el contrapunto que ofrecen los instintos humanos más primarios para introducir el conflicto y crear una trama totalmente absorbente: deseo, egoismo, celos, venganza, etc.
Por si todo esto no fuera suficiente, la prosa del escritor ruso se adapta a la perfección al pensamiento que podríamos esperar de un protagonista sacado de ese contexto distópico. La voz de D-503 es insuficiente, parcial, incompleta; carece de la fluidez y claridad necesaria para explicar lo que está experimentando porque lo desconoce y su vocabulario no tiene términos capaces de describirlo. Se siente perdido y vapuleado entre tantas sensaciones cuya existencia nunca le ha sido revelada. El miedo y la aprensión por las reprimendas que las irregularidades de su comportamiento del puedan ocasionar le hacen titubear, ocultar detalles, dejar sus pensamientos en suspenso. Y las mentiras, las medias verdades y la manipulación que empieza a percibir son todavía peores, lo dejan más desubicado si cabe.
No voy a negar que el texto resulta difícil de seguir y que exige la atención total del lector, porque en realidad apenas hay explicaciones. Nos vemos obligados a dotar de sentido a la acción en base a las reacciones y comportamientos de cada uno de los personajes. Por supuesto la miseria humana campa a sus anchas por los párrafos, con lo cual a mí ya me tiene prácticamente conquistado. Y hay además marvillosas demostraciones de bondad dentro del horror y el espanto, que me provocan un sentimiento de culpabilidad delicioso por mostrarme siempre tan descreído. Pero lo mejor, sin duda, es tono desmoralizador y pesimista que sobrevuela la narración. Porque no nos engañemos, no estaríamos ante una distopía si cerraramos el libro con un final feliz. Y ya sabemos cuánto disfruto yo de una novela que acaba mal.
Bocas que se cierran - Berta Carmona Fernández
Hace 3 horas
2 comentarios:
Nuevamente comentando una de tus apreciaciones, y quedó extasiado al que ésta se trate de la tan buscada "Nosotros", de Zamiatin. Me he recorrido todos los lugares conocidos o por haber en mi ciudad; la he recomendado a amistades en otras partes del país, pero el resultado ha sido el mismo. Pero tras leer tu reseña, mis intenciones de buscarla han renacido. Optaré por via web. Saludos y felicitaciones por tan buen espacio.
@Escritor anubarrado: Otro ejemplo de novela de ciencia-ficción distópica. En esta ocasión sí que la recomiendo sin reservas. Y muchas gracias por tu elogios al blog, me alegro de te guste y te sirva para descubrir posibles lecturas.
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