Es abril de 2046 y estamos en la República Comunal de los Ciudadanos de América, un estado totalitario socialista que rige una sociedad distópica cuyos habitantes son sometidos a un control y supervisión constante.
Joe Fernwright vive del subsidio estatal de veterano de guerra. Nuestro protagonista lleva más de seis meses sin recibir un encargo para restaurar objetos de cerámica, que es su oficio real. Los días transcurren entre el aburrimiento y la inutilidad, sensación que se ver reforzada por los juegos absurdos en los que participa mediante llamadas telefónicas vía satélite a otros trabadores repartidos por cubículos de todo el mundo, tan aburridos e inútiles como el mismo. Sin embargo un día recibe un mensaje de Glimmung, una entidad con atributos semidivinos que lleva conduciendo el destino del Planeta Labrador varios siglos. Este ser cuasi todopoderoso se propone rescatar del fondo del mar Gestarescala, la vieja catedral de un antiguo culto, para lo cual necesitará ayuda de especialistas de cientos de tecnologías, bellas artes y artes aplicadas de toda la galaxia. Así pues, sin pensarselo mucho vista su escasa proyección profesional en la Tierra, donde no queda ninguna pieza de alfarería por recomponer y hace décadas que todos los objetos son de plástico, Fernwright partirá hacia aquel planeta de Sirio 5 junto con la última hornada de profesionales contratados para tan megalómano proyecto
Cátedra publica esta novela de mi admirado Philip K. Dick en una nueva edición a cargo de Julián Díez (hay una anterior argentina de 1975), con nueva traducción y un interesantísimo ensayo prologándola. El prefacio, que ocupa más de un tercio de las 328 páginas del libro, es un derroche de erudición y conocimiento del autor americano. En el mismo, Díez nos aproxima a toda su obra (características, fases, opiniones de críticos y estudiosos, etc.), pero en particular realiza un análisis de la que tenemos entre manos. Sin duda la información facilitada permite ver la novela desde una perspectiva más profunda y nos ayudará a detectar intenciones que de otra forma pasarían desapercibidas. No obstante, esos datos adicionales no son en absoluto imprescindibles para disfrutar de su lectura. De hecho el buen aficionado a Dick reconocerá de inmediato su estilo acelerado, con tramas que nunca se detienen en una descripción y en la cual se van incorporando personajes de lo más variopinto: seres de razas extraterrestres, robots, individuos de capacidades psiónicas, especies locales, etc. A destacar también el gran peso que el humor tiene en la narración, algo que a este nivel de intensidad no recuerdo en sus otras obras.
No se puede negar tampoco que llegados al Planeta Labrador la acción toma cierta deriva religiosa/filosófica, con la búsqueda de sentido a la existencia del ser humano, la elevación de la conciencia a estados superiores, el proyecto de rescate de la catedral del fondo del mar como alegoría entre la lucha eterna entre el bien/vida/orden/éxito y el mal/muerte/desorden/fracaso, etc. etc. Todo ello desde un marco lleno de referencias a la psicología jungiana y sus arquetipos, o a mitos como el de Fausto. De todas formas que nadie se asuste por ello, sin necesidad de hacer análisis sesudos (que dicho sea de paso, yo he de agradecer a los apuntes que preceden a la novela), el libro es en sí mismo una gozada. En comparación con otras de sus novelas, yo diría que Dick está bastante contenido en la trama, que aun dentro de su originalidad y con la imaginación que le caracteriza, es bastante lineal. Vamos que me ha encantado, pero claro, ya es conocida mi afición por este autor, que a mí me gusta hasta en los momentos más bajos de su producción de acuerdo a la crítica, e incluso según su propia opinión personal (véase La pistola de rayos). Así que para conocer otras opiniones quizás más imparciales, echad un vistazo a El pájaro burlón, Papel en blanco y Fabulantes.
Pedro Juan Gutiérrez: Anclado en tierra de nadie
Hace 2 horas
1 comentarios:
Lo del prólogo -y que yo también soy fan de Dick- me ha convencido. Apuntado.
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