A Sefarad le di una oportunidad allá por la fecha de su publicación (2001) o tal vez un poco después, ya que me lo compré en una edición del Círculo de Lectores en una de las dos temporadas en que fui socio. En aquel momento lo descarté por pesado, denso y circunvalador antes de llegar a la página 100, que es una de las medidas de protección que solía emplear antes y que he dejado un poco de lado en mi empeño por terminar cualquier pestiño que se me ponga delante solo por poder ponerlo a parir posteriormente en el blog con conocimiento de causa. A finales del año pasado Condón Umbilical publicó una reseña de alguna novela de Antonio Muñoz Molina y me acordé de que abandoné ésta para quizás darle otra oportunidad en el futuro. Y aquí estoy con este post sobre esta colección de relatos cortos/ensayos que todo el mundo define como novela y a la que yo no he podido encontrar la cohesión propia de ese género literario.
Nos encontramos ante un conjunto de relatos/ensayos que tratan dos temas diferentes. Por un lado hay una serie de historias de ficción con una componente autobiográfica evidente en las que el narrador bien nos cuenta las maravillas de la vida de antaño en el pueblo (pasadas muchas páginas se confirma que es Úbeda, ciudad natal del escritor), bien relata sus años mozos en distintas ciudades a las que se marchó a trabajar. Los primeros rebosan una profunda nostalgia y una melancolía injustificada y desprenden un tufo a rancio que no hay quien lo aguante. Los segundos se empapan de la amargura y la frustracion que provoca la monotonía de trabajos anodinos y el triste descubrimiento y aceptación de que la vida no nos va a conceder las maravillas que suponíamos nos merecíamos por nuestro simple nacimiento. Unos y otros entremezclan personajes con bastante buen tino en el deambular por Úbeda, Granada, Madrid, Nueva York, etc. El otro grupo de capítulos (que más que relatos serían pequeños ensayos) trata de la discriminación, la exclusión y el acoso a minorías centrándose principalmente en personajes históricos judíos que la han sufrido. Esta serie me ha parecido muchísimo más interesante por la información histórica que aporta. Franz Kafka, Milena Jesenska, Primo Levi, Jean Améry, Willi Münzenberg, Heinz Neumann o su esposa Babette Gross por mencionar algunos, son los personajes del S.XX que le permiten al autor criticar reiteradas veces la repugnante discriminación que el ser humano practica sobre sus congéneres, pero también ensalzar la incuestionable grandeza y dignidad que unas pocas personas exhiben en los momentos más terribles de la Historia. A destacar que no todos los individuos analizados son judíos y no todas las persecuciones fueron de origen religioso/étnico: también comunistas, internacionalistas y republicanos españoles forman parte de esta triste lista de víctimas.
Cuando terminé el libro me sobrecogió una profunda sensación de alivio, porque no recuerdo haber leído nada tan cansino y agotador en años. La prosa de Muñoz Molina es terriblemente autocomplaciente. Tiene una facilidad insoportable de dilatar hasta la extenuación y la desesperación el relato de cualquier chorrada sin importancia. Escribe frases y más frases que componen párrafos y más párrafos y suman páginas y más páginas con una pedantería que destroza los nervios. Y lo hace con lo que a mi me ha parecido el más puro exhibicionismo, porque él lo vale, no porque lo que tiene que contar lo merezca ni lo necesite. Eso sin tener en cuenta el más que evidente regocijo masturbatorio en sus obviedades sobre la realidad de las cosas, que nos presenta como si de revelaciones divinas se tratase. Que en dos generaciones nadie se acordará de sus familiarles muertos, que tuvieron sus deseos y sus anhelos y sus esperanzas como tú y como yo le parece al escritor una afrenta inconsolable, una ignominia intolerable. No, si te parece de cada papanatas que vamos viniendo a este mundo a dejarlo cubierto de basura y plásticos habría que escribir un libro que recoja las tontunas que le han ido pasando que, mira tú por dónde, no tienen nada que ver con las del resto. Infancia, adolescencia, primeras pajas, novietas y novietes con sus titubeantes manoseos y metesacas; el amor de tu vida, la universidad o la incorporación al mercado de trabajo, la boda, hipoteca, niños, trabajos de mierda, disgustos, accidentes, divorcios, bla, bla. Vamos historias dignas de trasladarse a volúmenes y volúmenes de papel para conocimiento de las generaciones venideras. ¡Ay, ay, ay! ¡Que no se pierda el registro de una sola vida humana, que es muy valiosa por ser de una persona!
En fin, antropocentrismo sin límites prendido con alfileres porque hasta yo soy capaz de desmontarlo de un soplo. Toda la sección de capítulos/relatos autobiográficos está llena a reventar de mensajes igual de ridículos, evocadores y patéticamente nostálgicos, falseados y edulcorados según la depresiva percepción de la existencia que tiene este autor, para quien la vida no es un objetivo en sí misma, sino que por sus santos cojones tiene que dignificarse con algo más. Pues no chato, no hay más que esto. Una sucesión de días marrones que a su debido tiempo se acaban y el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Puedo decir con la satisfacción más inane que con este libro termino mi recorrido por la obra del jiennense, que tampoco creo que le suponga agravio ninguno. Más opiniones en Los pasadizos del Loser, Leo cuanto puedo y La Cuesta de Moyano. Los dos primeros son super complacientes, en el tercero tampoco sale muy mal parado, pero al menos es algo más crítico.
Pedro Juan Gutiérrez: Anclado en tierra de nadie
Hace 7 horas
3 comentarios:
Yo tampoco soporto sus novelas, escribe de maravilla (probablemente es el mejor prosista vivo) pero fabulando es un desastre. Me gustó "Ventanas de Manhattan", cuando la presentó en la Casa de América, hace ya muchos años, confesó que había descubierto que no era necesario escribir una novela. Pienso que ni él mismo se siente cómodo en el género. Lo último que he leído de él ha sido "Todo lo que era sólido", atinado análisis de la crisis, algo flojo y no excesivamente original, pero como divulgación está bien.
Pestiño... Gran palabra.
Aunque no comente mucho, ando por aquí echando un ojo de vez en cuando.
Un saludo
@Molina De Tirso: Yo he tardado en acercarme a su obra, pero me da que más voy a tardar en repetir ;)
@condonumbilical: No hay obligación ninguna de comentar. Un placer tenerte por aquí :)
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