Cada tres meses toca libro de James G. Ballard. Con esta inquietante frecuencia, precisa casi al día durante temporadas largas, mi cerebro reptiliano me exige recurrir al autor británico en busca de historias desasosegantes en las que se produce una regresión en el comportamiento humano que le conduce a un estadio involutivo. La excusa en esta ocasión es el microcosmos de un edificio residencial de lujo de 40 plantas en el que habitan unas 2000 almas. Esta ciudad vertical reproduce milimétricamente las lacras del clasismo: cuanto más proximo a la cima vivas, mayor será tu estatus. Arquitectónicamente el edificio se articula para remarcar dicha diferencia, a pesar de que aparentemente se trata de decisiones funcionales a nivel de diseño. De esta manera, los inquilinos de los pisos superiores tienen mejores servicios, ascensores de alta velocidad para su uso privado, plazas de parking más próximas a la entrada del inmueble, etc. Las pequeñas fallas que se empiezar a producir a los pocos meses de ocupar el bloque, como cortes eléctricos, desperfectos en los conductos de evacuación de basuras, ascensores estropeados, etc. afecta precisamente a los pisos más bajos, lo cual viene a reafirmar la idea de supremacía social que existe el inconsciente colectivo de sus moradores. Es entonces cuando empiezan las revanchas de los residentes de los pisos inferiores en forma de vandalismo contra las plantas superiores, que en muy poco tiempo dan paso a las agresiones verbales. Y cuando éstas no son bastante para canalizar la frustración, se transforman en agresiones físicas, abusos deshonestos a las mujeres, torturas a los animales domésticos, y en menos de lo que nadie podía imaginar el lujoso edificio residencial se transforma en un campo de batalla. Estalla una guerra entre clanes organizados según los pisos en que habitan sus integrantes, con incursiones en los distintos niveles para robar o destruir, escaramuzas en las escaleras, secuestros de ascensores, violaciones, asesinatos... Y todo ello oculto al exterior, con los residentes decididos a mantener esta nueva sociedad primitiva al margen de lo que ocurre en la ciudad donde viven.
La acción se desarrolla de la mano de tres de los inquilinos, cuyas correrías por el rascacielos se nos presentan consecutivamente. Richard Wilder, vive en la segunda planta. Es presentador y productor de TV, está casado y tiene dos hijos pequeños. El médico Robert Laing, de las plantas intermedias. Profesor en una facultad de medicina y recién divorciado. Pertenece al conjunto de jóvenes profesionales de poder adquisitivo alto. Y finalmente Anthony Royal, un arquitecto maduro que ha co-diseñado el edificio. Está casado con una atractiva mujer veinte años más joven que él y vive en uno de los dos exclusivos dúplex de la última planta. Como integrantes de las tres clases sociales presentes en el bloque de viviendas, cada uno se encontrará con un conglomerado diferente de problemas e intereses para adaptarse o conquistar el entorno hostil en que se ha transformado el bloque. Estilísticamente, las frases recargadas y densas habituales en la obra de Ballard pueblan el texto. Sus símiles evocan imágenes muy potentes, y a la vez, describen con una exactitud sorprendente el lado oscuro del ser humano cuando se le libera de las trabas sociales.
De nuevo el escritor británico lleva hasta límites insospechados situaciones de cierta verosimilitud para retorcerlas a su antojo, y crear uno de sus mundos opresivos dominados por los sentimientos más básicos y primigenios: superviviencia del más fuerte, tribalismo, dominación/sumisión, violencia. A pesar de que evidentemente Rascacielos flaquea bastante en cuanto a credibilidad, parte de premisas de total verosimilitud. Para empezar, el edificio en sí responde al concepto utópico de ciudad vertical autosuficiente concebido por Le Corbusier en sus Unités d'Habitation. El bloque en que transcurre la acción es una especie de gigantesca Cité radieuse, con el décimo piso dedicado a servicios: un colegio para los críos, un banco, un supermercado, una peluquería. También hay un par de piscinas y gimnasio (plantas 10 y 30), un caro restaurante en la planta 35, una terraza ajardinada con zona de juegos. En definitiva todo lo necesario para que no sea necesario abandonarlo. Esta clarísima influencia de la arquitectura y el urbanismo de los 1960s y 1970s en la concepción de la trama, se vuelve a poner de manifiesto en uno de los capítulos, titulado "Peligro en las calles del cielo", en clara referencia al concepto de Streets in the sky a cargo de Alison y Peter Smithson, dos de los grandes teóricos del brutalismo. Y por supuesto la violencia que Ballard nos relata se inspira en la que sufrían las grandes promociones de vivienda social británica mal planificadas, que ignoraban las necesidades de sus futuros habitantes en favor de una arquitectura de vanguardia. Un ejemplo de manual es Thamesmead: aislamiento, escasez de servicios, carencias en transporte público, accesos y diseños muy futuristas pero poco prácticos y peligrosos, etc. Resumiendo ninguna novedad en el corpus literario del británico, más de lo mismo pero en un escenario diferente. A quien le guste Ballard le encantará y si no es el caso mejor probar suerte con algún otro autor. Tenéis más reseñas en El pez volador, La medicina de Tongoy y Un libro al día (¿queda algún libro que no esté reseñado en ULAD?). También en Solo de libros y el Sitio de Ciencia-Ficción, donde son algo más críticos con esta novela.
IDÉNTICO al SER HUMANO - de Kobo Abe
Hace 6 minutos
4 comentarios:
¿Pero este no lo habías reseñado ya? ¿Estás seguro de que no te estás releyendo a Ballard? :-P
@el convincente gon: El problema está en que para ahorrar tiempo hace ya meses que programé un 'Generador de reseñas de novelas de Ballard' en javascript. Como variables admite el título del libro, los personajes principales y el escenario de la acción. Con esto consigo aproximadamente el 60-70% del texto (que es seguramente el motivo por que piensas que ya lo había reseñado, porque viene a decir lo mismo de siempre cuando se trata de este autor) y el resto lo completo a mano. Esta vez, aprovechando mi afición a la arquitectura en general y al brutalismo en particular he podido explayarme a gusto
:P
Uno de mis Ballards favoritos, lo leí hace años y me pareció enorme. Como me suele pasar con otras novelas que en su momento me impactaron, no me planteo la relectura; prefiero quedarme con el recuerdo (por si acaso...) ;)
@kike: Estoy contigo, la relectura de un libro que te ha gustado mucho conlleva el riesgo de que se caiga del pedestal. A mí me pasa más habitualmente con películas, hace años empecé a revisar algunos films de terror de los 1980s que me impactaron cuando se estrenaron y decidí dejarlo al segundo de la lista porque estaban quedando a la altura del betún. Hablando de pelis y de Ballard, en Sitges 2015 se pudo ver High-Rise, la adaptación de esta novela al celuloide. Estate atento al posible estreno o al DVD porque captura perfectamente la atmósfera asfixiante y desconcertante del libro, por no hablar de ambientación, vestuario, decorados, etc. A mí me encantó, aunque los no-fans del autor británico salieron rebufando del cine.
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