En Los Excluidos tenemos a un grupo de adolescentes vieneses de finales de los 1950s a punto de terminar sus estudios de secundaria y enfrentarse a un mundo de decisiones que condicionarán sus vidas. Son los gemelos Rainer y Anna Witkowski, Sophie Pachhofen y Hans Sepp. Los gemelos son hijos de un antiguo miembro de las SS y de clase media-baja, Sophie procede de la clase más acomodada de la capital, Hans es la excepción pues no estudia sino que hijo de activistas de clase obrera, trabaja en instalaciones de alta tensión. Puestos en manos de Elfriede Jelinek, estos jóvenes componen una camarilla empeñada en subvertir las convenciones sociales realizando actividades delictivas (principalmente atracos a transeúntes con intimidación y violencia) en las que muestran un rechazo visceral a un mundo adulto que no les ofrece alternativas. Entre los cuatro se establecen unas complicadas relaciones basadas tanto en la búsqueda y culminación de sus aspiraciones personales (deseo/atracción/amor, mejorar en la escala social, etc.) como en una exhibición de poder que se manifiesta en el liderazgo de la banda. Rainer se ha autoerigido jefe pero Sophie resulta indomable y tinene unas ideas propias muy claras. Excepto Hans que actúa un poco de comparsa buscando en el resto de sus compañeros un crecimiento intelectual que le ha sido vedado por sus orígenes obreros, lo demás son extremadamente inteligentes, apasionados por el jazz y los existencialistas franceses (Camus, Sartre). Por el momento temporal en que transcurre la acción podríamos calificarlos ideológica y estéticamente como beatniks austriacos.
Después de leer este libro entiendo perfectamente que esta autora recibiera el Nobel de Literatura en 2004. Mi limitado conocimiento de su obra se saldaba hasta el momento con un 1-1: Las Amantes a favor y Deseo en contra; sin embargo el que hoy me ocupa inclina la balanza muy positivamente y tanto en forma como en fondo es sin duda uno de los grandes aciertos en lo que llevo leído este 2014. Para empezar el tormento generacional adolescente está perfectamente reflejado los protagonistas: inseguridades, dudas, ansias de conocimiento, enfrentamientos con los progenitores, inocencia, autosuficiencia tramposa, afán por conocer y explorar. Resulta imposible que el lector no establezca un vínculo con alguno de los cuatro, cada uno lo hará por mil motivos diferentes. Por otro lado, de todos es conocido el fuerte transfondo crítico que hay en la obra de Frau Jelinek, así que era de esperar que el texto estuviese plagado de denuncias: al machismo, a los abusos familiares, a la opresión de la mujer en su papel de esposa y madre. Todas ellos se ven especialmente desarrolladas a través del padre de los gemelos. Antiguo número de las SS, hoy día no es más que un inválido de guerra con una pierna amputada que malvive con una pensión estatal y un trabajo extra de portero de noche en un edificio de viviendas. Toda la frustración que le provoca su patético estado la vuelca en su mujer, Margarethe, a base de palizas y humillaciones. Sus hijos interiorizan este comportamiento y se mantienen al margen en las constantes peleas. Aunque sienten cierta lástima por su madre, terminan tratándola mal a base de pequeños desprecios. Desprecios que son igualmente habituales en la relación de Hans con su madre, de quien se avergüenza por su militancia de clase antes de la contienda. En resumen, este grupúsculo nihilista quiere romper el pasado que consideran completamente caduco, ya provenga de la lucha obrera o del nacionalsocialismo. Porque evidentemente, y como parece ocurrir con la mayoría de los escritores autriacos más conocidos, a lo largo de toda la novela se expresa una feroz e implacable censura al pasado nazi de este país. Recordemos que los protagonistas han heredado los efectos de la II Guerra Mundial: las fuerzas aliadas abandonaron Austria en 1955, tan solo unos años antes de cuando transcurre la acción.
El texto es bastante denso, la prosa me ha recordado por momentos a Thomas Bernhard. No obstante la escritora ha sabido imprimirle un ritmo muy ágil; así, las largas narraciones de los estados emocionales de la pandilla, sus acciones criminales o su ideario, se alternan con diálogos muy agudos e ingeniosos donde tiene cabida la sátira y la burla más descarnada, consiguiendo que queden ridículos sea cual sea su intención. F. Jelinek tiene una habilidad increíble para empezar un párrafo usando el narrador en tercera persona, ceder inmediatamente el protagonismo a unos de los personajes como narrador en primera persona y en ese momento iniciar un diálogo entre ellos. Y todos estos cambios, que se usan sin descanso, terminan siendo transiciones perfectamente lógicas y naturales. Y ojo al cierre marca de la casa. La premio Nobel se caracteriza por poner punto final a sus libros mediante actos de desesperación, horror y brutalidad. Algo que en este caso encaja a la perfección con el desarrollo de la novela. Una auténtica maravilla. Tenéis más reseñas en Solo de Libros, El Blog del Cresta y La Siega.
Trilogia de la Terra Fragmentada - N.K. Jemisin
Hace 6 horas
2 comentarios:
No me suena de nada la autora. La historia pinta muy bien. Me gustan los libros con críticas a la sociedad, como trasfondo. Puede ser muy interesante.
@Bea Mendes: Ten cuidado que tiene algunos libros muy difíciles, en mi opinión Deseo es un auténtico infierno. 'Los Excluidos' y 'La Pianista' aparecen siempre con buenas referencias, si te animas a leer a la austriaca te recomendaría uno de estos dos.
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