La acción de Los Monederos falsos de André Gide se ajusta la tendencia que pareció existir en el periodo de entreguerras, según la cual muchos los autores más o menos simultáneamente quisieron plasmar la rabiosa actividad y dinamismo que caracterizó aquellos agitados años. Publicada en 1925, otros ejemplos evidentes que me han venido a la cabeza durante su lectura son Manhattan Transfer (también de 1925) de John Dos Passos y cómo no, Contrapunto (1928) de Aldous Huxley.
Al igual que en esas dos novelas ya reseñadas en Das Bücherregal, el número de personajes que pueblan la páginas es bastante elevado, aunque en este caso no tanto como para no hacerse una composición de lugar sin demasiados problemas (podéis consultar la entrada de este libro en la Wikipedia en francés para haceros una idea de ellos así como de sus vínculos). La historia central gira en torno a Eduardo, un escritor de cierto nombre que está trabajando actualmente en su próxima novela, titulada precisamente 'Los Monederos falsos', Oliverio, bachiller y sobrino del anterior, y Bernardo, amigo íntimo de éste último. Eduardo es hermano por parte de padre de Paulina Moliner, con quien ha retomado recientemente el contacto, casada a su vez con Óscar Molinier. En una de sus visitas se quedó absolutamente prendado de su sobrino adolescente, atracción que resultó mutua por lo que se ve. Bernardo por su parte acaba de descubrir que es el resultado de una aventura extramatrimonial de su madre y que su padre, el juez de instrucción Alberico Profitendieu (colega a su vez de Monsieur Molinier), se ha limitado a acogerle como un hijo más. Dicha revelación enfurece a Bernardo, quien se decidirá de inmediato a abandonar el hogar familiar. Su aventura en la vida real se verá desde el primer momento guiada por Eduardo, a quien conoce el mismo día que vuelve a París.
Es bastante complicado explicar mucho más de la trama sin resultar pesado, lo que no sería justo porque el libro no lo es para nada. Hay muchísimo drama cotidiano de validez universal, con omnipresentes expresiones del amor y el desamor entre familias, amigos, cónyuges y amantes. La frustración y la resignación campan a sus anchas, también el dolor, la soledad y las mentiras acumuladas que van socavando la idea de felicidad a que cada personaje se había hecho. Hay algunos destellos puntuales de felicidad, pero pocos, la verdad, como en la vida misma. A destacar también que la acción está repleta de insinuaciones homoeróticas hechas desde una perspectiva positiva, algo que no es de extrañar dado que el autor era gay y fue pionero en el activismo homosexual (si mal no recuerdo, el propio Aldous Huxley se encargó de ironizar en Contrapunto sobre los alegres muchachos que poblaban el París de Gide). Por otro lado, la toma de contacto de los muchachos con el mundo real está repleta de momentos agridulces, pero al final comprobamos que les permitirán enriquecerse como personas.
Desde un punto de vista técnico, la novela juega con múltiples formatos. Quizás el más curioso sea el metaliterario: por momentos todo parece girar en torno a la literatura. Escritores, revistas literarias, aspirantes a poetas, la crítica, estudiantes con alma de narradores. A la cabeza tenemos a Eduardo hablando sobre su novela homónima, sirviendose además de los sucesos que se van narrando para inspirarse. El resto de personajes se interesan por la literatura, quieren saber de su novela. Quizás demostrando que la idea estaba en el aire, nada más empezar el libro un personaje muy secundario amigo de Oliverio (casi todos ellos con ínfulas de escritores) comenta que querría narrar la historia no de un personaje sino de un lugar, por ejemplo de una avenida, ¿casualidad o tal vez un guiño a la obra de Dos Passos? También abunda el formato epistolar, aunque prinicipalmente la mayor parte de la información se nos descubre a través de las entradas del diaro personal de Eduardo. Señalar por último que la acción no concluye, no hay hechos significativos que permitan finalizar todas las subtramas expuestas, aunque algunas en concreto sí que lo hacen, de manera indiscutible además. Queda la impresión de que durante la lectura nos hemos acercado a los personajes y sus vidas durante unos meses, el autor transmite la idea de que sus vidas siguen una vez cerramos el tomo.
Resumiendo, dentro de ese supuesto subgénero que he descrito al comenzar el post, ésta es la novela que más me ha gustado. A nivel desarrollo es la más moderada, con menor número de personajes, abarca un periodo de tiempo más corto, etc. Sin embargo y debido a la validez general de los asuntos tratados y a no enredar la acción con acontecimientos históricos (algo muy presente en las otras dos), es la que me ha resultado más veraz y entretenida de las tres. Tiene eso sí, un problema serio con la traducción de los nombres propios, todos han sido castellanizados cuando quedarían mucho más naturales y agradables en francés: Olivier suena muchísimo mejor que Oliverio, y en cuanto a Albéric/Alberico, la verdad no sé que decir, nunca lo había escuchado. Tenéis más reseñas en El Blog del Cresta y The Sense Of The Past, con un extensísismo artículo.
Trilogia de la Terra Fragmentada - N.K. Jemisin
Hace 10 horas
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