Si por algo destaca Robert Silverberg es por su altísima producción (cuentos, novelas, no-ficción, etc.). Y claro, escribir libros como churros, por muchas nominaciones y premios que hayan podido recibir, tiene que afectar a la calidad del resultado. Que como ya supondréis, y siempre en mi humilde opinión, es lo que pasa con El Hombre en el Laberinto: tontuna intrascendente y sin gracia que solo al final tiene un poco de interés, que aunque no sirve para salvarlo de la quema, ayuda a pensar que la lectura no ha sido una pérdida completa de tiempo.
La cosa va de un tal Dick Muller, antiguo alto embajador de la Humanidad ante colonias múltiples y contadas civilizaciones alienígenas -tan contadas como que solo ha sido una- que se han ido descubriendo en el Universo. Se trata de un tipo muy ambicioso y con un gran historial de misiones completadas con éxito, pero que tras un fracaso estrepitoso al contactar con los hydranos (la única civilización inteligente extraterrestre mencionada anteriormente), se ve marginado a la soledad más absoluta en el laberinto de Lemnos, unas desiertas ruinas de una extinta civilización alien. La culpa de su desdichado destino la tienen los habitantes de Beta Hydri IV, que han alterado su neurofisiología de tal forma que su proximidad resulta insoportable hasta la náusea para el resto de los seres humanos. Y lo de la náusea entendido como malestar físico y ganas de vomitar es literal: estar a su lado pone enferma a la gente. Pero en esto que nueve años después de su exilio volutario pero irremediable, aparecen otros seres extragalácticos malos malísimos que pretenden esclavizar a la humanidad (de la misma forma que la humanidad esclaviza al resto de especies, por cierto), y una expedición formada por Charles Boardman, conspirador nato curtido en mil batallas, típico hombre en la sombra de los gobiernos que lamentablemente fue quien metió al antiguo embajador en el lío de los hydranos, y Ned Rawlings, ingenuo jovencito hijo de un antiguo amigo de Muller, aparecen en Lemnos haciendose pasar por arqueólogos, aunque con la soterrada intención de convencer al paria protagonista para que les ayude en la crisis de los seres extragalácticos esclavizantes.
Más de la mitad del libro consiste en la narración de las grandes dificultades de la expedición para acceder al interior del laberinto, que está plagado de trampas mortales. Es como poner por escrito la acción de un videojuego de plataformas. Absurdo y peñazo. Una vez que el equipo de Boardman entra en contacto con Muller la cosa mejora un poco. A la hora de intentar persuadirle para que les ayude, Rawlings se ve obligado a mentir y engañar al pobre viejo, lo cual crea un conflicto ético al bisoño negociador, que empeora por el marcadísmo maquiavelismo de Boardman. En fin, la cosa se tensa por unos y otros y aquí paro de contar. A pesar de lo simplista del planteamiento, después de leer la descripción una partida de Ghosts'n goblins, esto puede llegar a parecer hohe Literatur.
En los pocos blogs que he tenido paciencia para leer (el Sitio de Ciencia-ficción, En Clave pública, La Biblioteca del Kraken) piensan, ¡cómo no!, que estamos ante un libro poco más que total y completamente imprescindible. Yo, de verdad, no sé qué pensar.
Ava en la noche - Manuel Vicent
Hace 9 minutos
2 comentarios:
Llevo visitando el blog unos dos años pero nunca había comentado. Generalmente coincidimos en gustos y en ocasiones hasta hemos leído el mismo libro a la vez.
En este caso ( "El hombre en el laberinto") estoy de acuerdo contigo: no me entusiasmó lo más mínimo, me pareció una historia muy normalita; de Silverberg me quedo, de largo, con "Muero por dentro", incluso " El libro de los cráneos" me pareció superior. Saludos!
@Kike: Pues encantado te tenerte por aquí y más aún de que comentes. Tomo nota de tus recomendaciones sobre Silverberg porque no he vuelto a leer nada suyo. Creo que hasta Tongoy reseñó brevemente alguna de sus novelas en su blog y no quedó mal parada. Se ve que tuve mala suerte al elegir ésta en concreto.
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