La Fiesta del Chivo es una agotadora novela de Mario Vargas Llosa cuya acción transcurre en los últimos días del infame Rafael Leónidas Trujillo, quién guió el destino de los dominicanos durante 31 años de dictadura (1930-1961). Por un lado tenemos el relato histórico novelado de los últimos días de mandato del dictador, detallando especialmente su asesinato en una acción terrorista en 1961; por otro una ficción ideada por el autor nos cuenta la truculenta historia de Urania Cabral, hija del senador Agustín Cabral, antes mano derecha del jefe de gobierno pero que de un día para otro y en una de las esquizoides maniobras de "el Chivo" (sobrenombre con que se conocía Trujillo) ha caído en desgracia sin motivo aparente. Urania es una madura y atractiva abogada de éxito de casi 50 años que a mediados de los 1990s, y tras 35 años de ausencia de la República Dominicana, ha decidido volver a su país a visitar a su padre, postrado en la cama desde hace mucho tiempo debido a un derrame cerebral que le dejó totalmente incapacitado. A causa de unos terribles acontecimientos y tan solo unos días antes del magnicidio, Urania tuvo que huir del país gracias a la ayuda de las monjas dominicas en cuyo colegio estudiaba. Desde entonces ha rechazado el contacto con sus familiares y poco a poco a base de flashbacks se nos irá revelando el porqué.
Supongo que a nadie se le habrá pasado por alto que nada más empezar el post he calificado el libro como agotador. ¿Agotador nada más? Más bien extenuante y cansino, ¡qué fatiga! Bajo mi punto de vista ambos hilos argumentales se prolongan interminable e innecesariamente. El lector se ve obligado a asistir una y otra vez a la narración de los
mismos sucesos desde los puntos de vista de todos los implicados. En concreto, la sensación de estar metido en un bucle temporal del que no conseguía salir por más páginas que leyese ha sido brutal desde que empieza la emboscada que acabó con la vida Trujillo, hasta que el presidente de la República, Joaquín Balaguer, aparentemente un pelele del régimen pero que en circunstancias tan críticas se destapa como un hábil estadista, consigue que se establezca un régimen democrático. Y por si esto fuera poco, Uranita pospopone artificial y melodramáticamente el momento en que por fin sabremos el motivo de su precipitado exilio y el total distanciamiento de su familia. Lo peor del caso es que dichas razones se ven venir casi desde el primer momento, así que esperar 500 y pico páginas para que te confirmen lo que sospechabas resulta bastante frustrante.
En cuanto a técnica, el flamante nobel peruano sigue alternando las tramas dentro del mismo capítulo, cambiando entre una y otra sin previo aviso. Tan pronto tenemos el hilo de los 1990s salpicado de flashbacks, con Urania y sus problemas psicológicos, como se cambia a 1961 y el complot para asesinar a "el Jefe" (otro apodo de Trujillo). Y vuelta a alternar. Y de nuevo otro cambio. No es que sea difícil de seguir, pero la verdad es que en Pantaleón y las Visitadoras tenía más gracia. En fin, por buscar el lado bueno de las cosas, me ha venido genial conocer un poco de historia contemporánea, ahora bien, he terminado con un empacho de Vargas Llosa que no se pasa ni con un litro de Almax Forte. Tendrán que pasar muchos meses antes de atreverme con otro libro suyo que anda por casa, no sé si 35, pero desde luego muchos.
Hoy en lugar de enlazar a otras reseñas sobre esta novela os dejo este link a una contundente noticia del ABC: «La Fiesta del Chivo», novela del siglo. Que no se diga que me dejo influir por el mainstream.
Ava en la noche - Manuel Vicent
Hace 14 minutos
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