"Mi familia, que no fue jamás una familia, porque todo en aquellas personas, interior y exteriormente, estuvo siempre, y siempre durante toda la vida, en contra del concepto de familia, era una colección de parientes consanguíneos, que se alojaban en el único piso que todavía tenían a su disposición, nueve personas que no podían verse ni soportarse ya, y que sólo esperaban de mi madre y de su marido, mi tutor, que los mantuvieran con vida, que mi tutor, qué ocurrencia, ganase dinero para los nueve, y mi madre, qué ocurrencia, cocinase día tras día para los nueve. Detestaban su situación, pero no la cambiaban. Todos se habían hecho con el tiempo molestos para todos, y la falta de esperanzas había consumido pronto su capacidad afectiva e intelectual"
Esta era la situación familiar de Thomas Bernhard cuando tenía unos dieciséis años. Es esta época su familia se reune al completo y se van a vivir todos juntos a Salzburgo. La pequeña vivienda en la que se instalan hacen que la convivencia no sea especialmente fácil, sin embargo es en esa época cuando el autor pudo ser felíz por primera vez en su vida. El instituto católico le estaba amargando la existencia y le dejaba prácticamente como única salida el suicidio, así que el austriaco decidió tomar las riendas y romper con todo lo que le venía dado. Una mañana en lugar de entrar a las clases, se dio la vuelta, abandonó los estudios y acudió a la oficina de empleo, donde encontró su primer trabajo: aprendiz en una tienda de comestibles situada en un sótano de Scherzhauserfeld, el barrio más marginal de todo Salzburgo.
A pesar de la dramática situación personal de sus moradores, rodeados de delincuencia, alcoholismo, enfermedad y muerte, Bernhard se sorprende de su franqueza y falta de hipocresía, tan habitual en la sociedad bien y tan destestada por él. El trabajo en los ultramarinos es duro y muy exigente físicamente, sí, pero lo disfruta. Se da cuenta de sus habilidades comerciales y para tratar con la gente. Los clientes le aprecian, buscan su compañía y sus comentarios y bromas son siempre bien recibidos. En definitiva, ha escapado del infierno salzburgués y en ese foco de marginalidad que la ciudad considera el infierno (o la antesala del infierno), Bernhard es felíz.
Esto sí que no me lo esperaba, El Sótano. Un Alejamiento es un contrapunto de esperanza tras la vorágine de deseseperación que supuso el comienzo de la autobiografía de Bernhard. Miedo me da pensar en lo que me puedo encontrar en la siguiente entrega, El Aliento. Una Decisión.
Otras reseñas en La Coctelera, y en Solo de Libros, donde se comentan todos los relatos.
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Hace 2 horas
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