3 feb 2021

Los desposeídos - Szilárd Borbély

Aldea en la Hungría rural entre finales de los 1960s y principios de los 1970s. Un niño de unos diez años nos relata la vida con su familia, marcada por la marginación desde varios frentes. Para empezar, por parte de madre son descendientes de rumanos emigrados. Ella los está criando en la confesión greco-católica en un país comunista oficialmente ateo, pero en el que se practica el calvinismo. No ayuda tampoco que el abuelo paterno sea un kulak, un agricultor que en el pasado tuvo buenas tierras en propiedad y se opuso abiertamente a la colectivización del campo. Y por si eso no fuera suficiente, corre el rumor de que su padre en realidad es de origen judío, uno de los peores estigmas en un país que se alineó con las fuerzas del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Un cóctel que llama a sacar lo peor de sus vecinos y los condena al hambre y la pobreza.

Los desposeídos es un regalo de cumpleaños equivocado. Yo había pedido el libro de Ursula K. LeGuin de igual título, pero hubo algún lío. No sé si en la cabeza de mis amigos o en la librería a donde fueron a comprarlo. De manera que se presentaron con esta novela de Szilárd Bobérly de claros tintes autobiográficos. Se ofrecieron a descambiarlo, pero después de leer el resumen de la contraportada tuve claro que no iba a ser necesario.

La experiencia de los primeros años del autor no puede ser más devastadora. Frío, hambre, soledad, violencia, pobreza. El aparato comunista local desprecia al padre y no le da trabajo, así que se emborracha a diario para contener su frustración. Su madre está desesperada y apenas puede alimentar a sus tres hijos. Patatas, manteca, pan y azúcar forman su dieta habitual. No es de extrañar que por temporadas muestren claros signos de desnutrición. En su angustia amenaza con suicidarse, ya sea tirándose a un pozo o colgándose por el cuello de una viga. La tensión provoca constantes gritos, peleas, palizas, lloros y lamentos. La familia está aislada de su entorno social y solo se relaciona con el resto de sus parientes. Son víctimas de las burlas, los insultos, las amenzas y el acoso de los campesinos que habitan la zona. Que por supuesto no solo van a por ellos, sino que se ceban con todo el que sea diferente. Los gitanos, los discapacitados, los homosexuales. Una muestra de lo peor del ser humano, que ya nos tiene acostumbrados a ser la especie más despreciable del planeta en cuanto la ocasión se lo permite. Probablemente mucho más dolorosa por proceder del más inocente.

El narrador-protagonista nos expone una miseria tras otra en párrafos cortos construídos con una prosa muy sencilla. Abundan las frases simples con apenas algunos commplementos. Los diálgos son breves y concisos, con el tipo de lenguaje que uno esperaría de un crío y de unos campesinos incultos. Contrastan sin embargo con un contenido brutal, desolador. La crueldad que el pequeño recibe de sus mayores la transmite a los animales, los únicos todavía más debiles y desprotegidos que él. Como el mundo los rechaza se aferran desesperadamente a unos pocos momentos de felicidad. Casi todos están protagonizados por su madre, quien los ama a pesar de las continuas trastadas (algunas peligrosas de verdad), que hacen tanto él como su hermana mayor. Y sobre todo luchan sin descanso por salir del pozo de inmundicia al que los han arrojado. Están decididos a irse de ese villorrio de mala muerte para lograr un futuro mejor, por más que el sistema no se lo ponga fácil. En fin, un horror, no os voy a engañar. Pero un horror necesario y que no deberíamos olvidar. Se trata de Europa hace apenas 50 años. No está tan lejos, ni en el espacio ni el el tiempo. Yo diría que es imperativo recordarnos constantemente en qué clase de monstruos podemos transformarnos si no nos contenemos.

2 comentarios:

Lucas Despadas dijo...

Promete el libro. Gracias por la reseña, Cities. Me recuerda a Aglaja Veteranyi y su "Cómo se cuece el niño en la polenta", más miseria en la Hungría de la segunda mitad del siglo XX para inmigrantes y demás marginados sociales. También a alguna obra que has reseñado de Herta Müller y a ese extraño relato antipolaco que constituye "El pájaro pintado" de Jerzy Konsinski.

Cities: Moving dijo...

@Lucas Despadas: En efecto, durante la lectura no he podido dejar de pensar en las similitudes con Herta Müller. No concía a Aglaja Veteranyi pero por lo que veo en la wikipedia el paralelismo con Borbély va más allá de lo literario: por desgracia ambos se suicidaron. Gracias por la pista, pondré en busca y captura el libro que comentas.

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