11 nov 2020

Siempre hemos vivido en el castillo - Shirley Jackson

Casi todos los Blackwood murieron envenenados hace seis años. Se acusó del crimen a la hija mayor, Constance, pero en el jucio no se pudo probar su culpabilidad. Desde entonces los tres supervivientes viven semiencerrados en la casona familiar de su pequeña ciudad. Constance, su hermana menor Mary Katherine y el tío Julian, viejo y enfermo. Merricat es la única que se aventura al exterior para hacer la compra un par de veces por semana. A través de ella conoceremos el odio que los lugareños profesan a esa familia, considerada por todos ellos altiva y arrogante mucho antes incluso de aquella desgracia.

Siempre hemos vivido en el castillo es la versión oscura de un cuento de hadas. Un cuento de brujas, un cuento perverso donde la maldad y la locura campan a sus anchas dentro y fuera de esa mansión donde los protagonistas se han visto abocados a vivir. La mente retorcida de la ínclita Shirley Jackson compone una historia enfermiza pero absorbente en la que el odio, la maldad y el miedo se enfrentan al amor, el cariño y la culpa o el arrepentimiento. Ganan los primeros por goleada, claro.

Merricat es sin duda uno de los mejores psicópatas descritos en la literatura. Una psicópata adolescente, que resulta todavía más espantoso. Desde la primera página asistimos sin descanso a un odio incontenible, unas fantasías tenebrosas y unos rituales retorcidos cuyas ceremonias resultan aún más siniestras por los elementos infantiles con que se revisten. Pero no es solo la protagonista el personaje que Jackson logra perfilar a la perfección. También Constance y el tío Julian resultan admirables en su patetismo, en su dolor, en el amor que se entregan y que los daña a todo por igual. Y por su puesto los habitantes del pueblo. Una masa abominable que proyecta sus miserias hacia los Blackwood en un odio que se realimenta con el desprecio que ellos les devuelven. La historia es fascinante y repulsiva a la vez. Los rasgos más infames del ser humano expuestos a la luz del día para su propia vergüenza, para vergüenza de todos nosotros. Es la génesis perfecta de una leyenda urbana sobre mujeres dementes que habitan casas destrozadas por el fuego. Y bastan un par de sentadas para terminarla. ¿Qué más se puede pedir?

3 comentarios:

Oriol dijo...

Librado, sin duda. Buena reseña, Cities.

Oriol dijo...

Librazo*

Cities: Moving dijo...

@Oriol: Ni que decir tiene que tras tu estusiasta recomendación hace unos meses cuando reseñe La maldición de Hill House, esperaba tu comentario sin falta. Como siempre gracias por pasarte por aquí y por tus repetidos (e inmerecidos) elogios a mi modesto y humilde blog :)

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