Kuwait bombardeó todas las naciones desarrolladas con bombas APQ. Bombas Aerosoles Psíquico-Químicos. Así estalló la Guerra de las Cabezas Drogadas, sin declaración oficial previa. Colin Charteris es un oficial de la ORANUR que trabajaba en un campo de refugiados en Italia pero acaba de ser destinado a Inglaterra. Cuando le conocemos está ya en Metz, en el noroeste de Francia, rumbo a las Islas Británicas. Francia se declaró neutral, así que los efectos alucinógenos de las APQ no se han hecho notar en la población. Sin embargo nada más desembarcar en Dover, Charteris empieza a sufrir alteraciones en la percepción y la conciencia, resultado de la alta concentración de drogas psicodélicas existente en el país, el primero en ser atacado.
A cabeza descalza es una novela de ciencia-ficción tremendamente original y compleja. Tan original y compleja que solo se puede entender como una propuesta de literatura experimental, muy en la línea de El almuerzo desnudo, La máquina blanda o Nova Express de William S. Burroughs, o La exhibición de atrocidades, de J.G. Ballard. Brian W. Aldiss nos sorprende con un texto dividido en tres partes cuyo carácter innovador, a la par que lisérgico, avanza a medida que los alucinógenos hacen mella en la psique del protagonista. Tras un inicio que despista por su linealidad y adscripción a un esquema formal totalmente convencional, la imaginación y creatividad del autor británico se van desbordando poco a poco, generando una historia que descoloca, desconcierta y desubica al lector. Con esto quiero decir que la lectura es cualquier cosa menos fácil. La propuesta de Aldiss pasa por trasladar al papel la experiencia de dislocación psicológica provocada por los estupefacientes que hay en el aire. Su principal estrategia consiste en acuñar neologismos mediante la combinación de palabras. Acelestrozado, catarachas, plastinados, salpisemen, estuniña, desnucidez, recovecoños, carnicias. El texto se nos presenta como un flujo de conciencia, pero de una conciencia profundamente alterada. Los párrafos se componen de frases en las cuales los únicos elementos reconocibles sin esfuerzo son los artículos. Sin apenas signos ortográficos. No hay casi comas, ni puntos excepto para pasar al siguente párrafo. Tenemos que sincronizarnos con en el ritmo de pensamiento para poder encontrar algo de sentido a ese galimatías, unas mezclas muy elaboradas de esos neologismos que incorporan sustantivos/adjetivos/verbos/adverbios en todos y cada uno de los elementos del discurso. Por cierto que vaya reto para el traductor, en mi opinión ha hecho un excelente trabajo.
Pero no quedan aquí las propuestas de Aldiss para vapulear nuestros anquilosados esquemas mentales. Como ya hiciera Burroughs en las obras mencionadas anteriormente, el británico repite ciertas construcciones, que aparecen en diferentes contextos y por boca de cualquier personaje. Cactus de Navidad. Un color negro, el más parecido al marrón. Animales nuevos. Un perro con corbata roja. Esto le permite establecer una suerte de hiperenlaces textuales que se cruzan por toda la narración y ayudan a desubicar al lector, al enviarlo de un lado/momento a otro. Hay también una atracción enfermiza por la velocidad, los coches, las autopistas y los accidentes de tráfico. Esta referencia tan ballardiana a una sexualidad retorcida se suma a una obtusa pero innegable presencia de las diferentes visiones del sexo en toda la novela. Desde las más convencionales y castrantes, con infidelidades, celos y parejas excluyentes sucesivas, a veladas incursiones en la homosexualidad y prácticas de Dominación/sumisión. Por último, cada capítulo finaliza con una serie de poesías que resumen todo lo expuesto en el mismo. Tras enfrentarnos a un texto tan difícil de asimilar, la relativa sencillez de las mismas te deja aturdido porque unas pocas estrofas sirven para dar sentido a lo que has leído.
Estamos ante un libro totalmente fuera de lo común. Ha habido momentos en los que he estado bastante perdido, no voy a engañar a nadie. El problema es que he tardado en entender que resulta mucho más accesible sin tratar de descifrar el significado exacto de cada párrafo, frase o término. En realidad y de forma inesperada, las ideas que pretende transmitir cobran (cierto) sentido globalmente si lo leemos a un ritmo natural. No importa que haya palabras extrañas, al fin y al cabo esos cócteles léxicos y gramaticales se componen de términos y estructuras que son reconocibles de manera inconsciente. En fin, no es una novela para recomendar a cualquiera, pero es uno de los ejemplos de literatura experimental más interesante y reconfortante con que me he topado hasta ahora.
Y terminó por encantarme también el Onceavo Doctor.
Hace 2 horas
2 comentarios:
En lo personal, prefiero optar ahora por otras obras de Aldiss, pero sé que cuando haya leído tantas como tú, llegaré a esta y sabré disfrutarla.
Por cierto, ¿"catarachas" viene de "cataratas" y "gachas" o de "cataratas" y "cucarachas"?
Un saludete. Es un placer leerte, como siempre.
@Lucas Despadas: Cucarachas, cucarachas. La verdad es que estos terminos compuestos que acuña Aldiss apenas crean dudas cuando los lees en su contexto. Encantado de tenerte por aquí, como siempre.
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